Luna
La luna no se alzaba, observaba y en sus ojos antiguos, Asha sentía el pulso de algo más que un ciclo natural, sentía un juicio, una condena, una marca que ardía desde el hueso, Kieran no esperó a que la energía se asentara, la encerró. —Sellad las puertas, rodead los sellos, nadie entra, nadie habla con ella. —¿Por cuánto tiempo? —preguntó Nerya. —Hasta que deje de ser una amenaza —respondió Kieran—. O hasta que el Eclipse se la trague. Asha fue llevada como se lleva a una criatura peligrosa: sin contacto, sin palabras, sin reconocimiento, las cadenas de hierro lunar le quemaban las muñecas, el suelo parecía negarse a sostenerla. —No llorás —susurró un guardia. —Hace siglos que ya no tengo lágrimas para regalarle a nadie —respondió ella. Kieran caminaba detrás, no decía nada, pero el vínculo entre ellos vibraba con una tensión antinatural, él no sabía si quería destruirla o dominarla y eso la hacía aún más peligrosa, la sala del Eclipse Caído fue abierta, allí la arrojaron, una celda ancestral hecha para contener Oscuros, no Omegas, pero eso era Asha ahora, algo más, la oscuridad no la tragó, la reconoció. El primer sello se resquebrajó al segundo día, el segundo, al cuarto y el tercero… al séptimo, cuando Kael intentó abrir un túnel para huir, el Eclipse ya no era un evento, era una marea, Kieran reunió al consejo, Nerya lo miraba con furia. —Encerraste a la grieta, no al peligro. —Lo que encierra no se controla —añadió uno de los antiguos. —No la controlo. Pero la contengo —dijo Kieran. —La estás alimentando. —Kieran golpeó la mesa. —Ella es mía. —Ella nunca lo fue —dijo Nerya. Desde la celda, Asha sentía todo, los murmullos, los pasos, las dudas y sentía más… algo que se agitaba debajo de la piedra, algo que no tenía nombre, pero sí un pulso idéntico al suyo, los símbolos en las paredes comenzaron a brillar y los sellos antiguos… cambiaron de idioma. —¿Qué me estás haciendo? —preguntó al aire, la voz le respondió desde su sangre. “Te estoy devolviendo lo que eras antes del control.” Los sueños de la manada se llenaron de ceniza, las madres amanecían con símbolos en la frente, los ancianos hablaban en lenguas muertas y en el centro de todo, encerrada bajo tierra, Asha sonreía sin mover los labios, ella ya no necesitaba hablar, la energía hacía de puente, el vínculo con Kieran, aunque tenso, era un canal por donde los fragmentos del Eclipse viajaban, Kieran bajó solo y encontró la celda temblando, las paredes respiraban, las piedras se abrían como bocas, Asha, sentada en el centro, tenía los ojos cerrados, pero su piel brillaba con símbolos que mutaban. —¿Qué estás haciendo? —Escuchando, por fin, todo se está revelando. —¿Qué querés? —No lo sé, pero lo que hay debajo sí lo sabe. —Kieran quiso sellar el piso con runas nuevas, Asha levantó una mano y los símbolos se borraron. —Ya no podés controlar nada. —Nerya intentó detenerlo. —Si seguís atacándola, vas a romper el equilibrio. —No hay equilibrio, hay orden y lo voy a restaurar. —Ella no quiere el caos, Kieran, quiere ser entendida. —Prefiero matarla antes que comprenderla. —Entonces ya perdiste. Esa noche, Kael fue hallado muerto, no con heridas, con flores negras brotando del pecho, símbolos lunares grabados en los párpados, Asha lloró por dentro y el suelo tembló con ella, la marca que Kieran le había dejado empezó a desintegrarse, no por un hechizo, por rechazo, el vínculo entre ambos ya no era línea era nudo. Ella comenzó a crear, sin moverse, sin tocar, criaturas sin rostro. Sombras, formas incompletas que salían de la piedra y se arrastraban por los túneles, un lobo sin patas, una mujer sin boca y un niño con ojos en la espalda. —¿Qué son? —le preguntó Kieran. —Mis memorias, mis posibilidades, lo que fui, lo que mataron, lo que no me dejaron ser. La Sala del Eclipse comenzó a rugir cada noche, como si tuviera un corazón y todos sabían que cuando el latido se detuviera… algo iba a nacer, Kieran organizó un nuevo ritual, círculo doble, sello de contención, sacrificio de tres betas marcados, pero cuando comenzaron a trazar los símbolos, los cuchillos se oxidaron, la tinta se evaporó, el círculo se cerró… sobre ellos mismos, uno murió quemado desde dentro, el segundo gritó el nombre de Asha antes de estallar, el tercero… se convirtió en piedra viva, Asha ni se inmutó, solo abrió los ojos. —No necesitaba atacarlos. —Ustedes vinieron con miedo y el miedo… me alimenta. —Kieran se desmoronó. —¿Qué sos? —Lo que ocurre cuando dejás pudrir a una criatura en nombre del control. —¡No eras esto cuando llegaste! —No. Me convertí por culpa tuya. —¡Mentís! —Mentiste vos cuando dijiste que me marcabas para protegerme. Me marcaste para encerrarme. —Era necesario. —Lo innecesario es tu poder. Lo verdadero… está abajo. Asha tocó el suelo y las piedras comenzaron a hundirse, un pozo se abrió bajo sus pies, de él emergieron manos, miles, negras, transparentes, memorias, Kieran corrió, pero ya era tarde, el fuego lunar estalló en la superficie, los árboles se retorcieron, los lobos aullaron con voces humanas, las marcas de Omega se apagaron, los alfas se arrancaban la piel y ella… sonreía, no con crueldad, con paz. —Ahora entiendo, El dolor no era castigo, era preparación. —Rheor apareció ante ella, pero esta vez, de rodillas. —¿Qué querés? —preguntó Asha. —Lo que todo reflejo quiere. Un original que lo sostenga. —Ella le tendió la mano. —Entonces elegime, pero sabé que yo no devuelvo lo que tomo. —Rheor sonrió y desapareció en su sombra, ahora Asha tenía una segunda voz y ambas hablaban desde dentro. En la superficie, los betas comenzaron a seguirla, sin orden, sin palabras, solo por instinto, la manada se dividía, la torre crujía y Kiera…Kieran ya no era un Alfa, el cielo se tiñó de gris, no era eclipse, era renuncia, la Luna se volvió opaca, la tierra se partía y los lobos, incluso los más antiguos, olvidaban sus nombres. Kieran intentó reunir lo que quedaba del consejo, solo dos acudieron, uno mudo, el otro ciego. —¿Qué queda por hacer? —Nada —dijo Nerya, apareciendo desde las sombras. —¿Estás con ella? —Estoy con lo que ya no se puede negar. —¡Es una aberración! —Es justicia acumulada. Asha caminó hacia la salida, ya no era una prisionera, las puertas se abrían solas, los símbolos se arrodillaban a su paso, las criaturas que parió de su dolor la seguían como hijos leales, no hablaban, no pensaban, solo la obedecían con la fuerza del instinto, en el centro del bosque, donde antes Kieran realizaba los ritos lunares, Asha plantó su cuerpo, la tierra la aceptó y la marcó como soberana, no Alfa, no Reina, otra cosa, una madre del fin, el fuego lunar brotó del suelo y con él, una nueva torre, hecha de hueso, sangre de traidor y ceniza del consejo, Kieran la vio desde lejos. —¿Qué vas a hacer? —Ella lo miró. —Lo que vos jamás supiste, gobernar sin cadena. —¿Me vas a matar? —No, vas a vivir para ver cómo el mundo se reconstruye sin vos. Los últimos leales de Kieran fueron rodeados por sombras, no hubo batalla, solo rendición, los cuerpos se arrodillaban antes de ser tocados y cada uno que se rendía… marcaba el nacimiento de un nuevo orden, el Eclipse culminó, no con un estallido, con un susurro. —Ya no estamos dormidos —dijo la voz de Asha, desde cada rincón. Kieran cayó de rodillas y entendió que él no había creado el monstruo, sino que lo había liberado y Asha, por fin, abrió los ojos… con la luna negra brillando en sus pupilas.