Asha soñó con una versión de sí misma que no había cometido errores, esa versión tenía los ojos limpios, los brazos sin marcas, la luna en la frente.
—¿Quién sos?
—Lo que serías si no hubieras roto nada.
—Entonces no soy yo.
—No, sos más peligrosa.
Despertó con el cuerpo mojado en algo que no era sudor, la torre ya no tenía forma, el suelo era agua sólida y las criaturas que había creado estaban… quietas, pero no muertas, esperando, desde la grieta del cielo bajaron las primeras versiones, una Asha con cuernos, una Asha ciega, una Asha con una corona de colmillos, ninguna hablaba, pero todas miraban y esa mirada pesaba.
—No podés huir de vos misma —le dijo Rheor.
—Tampoco puedo matarme si sigo multiplicándome.
—Entonces no pelees.
—¿Y qué hago?
—Elegí. —Nerya encontró una flor que no había visto nunca, tenía pétalos como ojos cerrados y cada vez que tocaba uno, recordaba algo que Asha había olvidado.
—Ella se está filtrando en todo. —Y por primera vez… tuvo miedo real, Yira se paró en