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Capítulo 3: Lenguas negras y pactos podridos

La marca ardía, Asha se presionó el cuello con los dedos, como si pudiera arrancarse la mordida que Kieran le había dejado sin su permiso, no era un sello de vínculo, era una cadena caliente, una forma de decirle al mundo: “esto es mío”, aunque ella no lo fuera, aunque nunca se dejara serlo, lo odiaba por eso, lo odiaba por todo, Kieran no apareció, no pidió disculpas, no explicó nada, el silencio fue su forma de dominio y Asha, al contrario de lo que todos esperaban, no se quebró, los informes no mentían, las desapariciones de Omegas aumentaban, no eran simples raptos: eran cazas rituales, todas las víctimas habían sido encontradas sin lengua, sin aroma, y con símbolos de invocación marcados con hierro fundido en el torso.

—Esto no es una guerra —dijo Asha frente al consejo—. Es una purga selectiva, están filtrando a las Omegas con herencia lunar para quedarse con una sola: conmigo.

—¿Y cómo sabés que no es paranoia? —preguntó Kael, cruzado de brazos.

—Porque la última desaparecida tenía mi misma malformación en el omóplato izquierdo y ese dato no lo saben ni tres personas en esta torre. —Kael se mantuvo quieto, Kieran, a un costado, la observaba sin intervenir, no por falta de interés, sino porque aún estaba procesando que cada palabra que salía de Asha podía ser más peligrosa que mil enemigos.

—Los Lobos del Velo quieren a una llave viva y me marcaron a mí por dentro antes de que siquiera ustedes lo hicieran desde afuera.

—¿Qué proponés? —preguntó Kieran, por fin.

—Una purga inversa. —El consejo murmuró, las palabras de Asha no eran suaves, no pedían permisos, querían sangre.

—Quiero que investiguemos a todos los que hayan salido y entrado de la torre en los últimos tres ciclos, quiero pruebas de esencias, huellas y si no hay rastros… eso es prueba suficiente de que están ocultando algo.

—¿Y si no encontramos nada?

—Entonces me dejan colgar a quien más tiemble frente a mí —dijo Asha con una sonrisa afilada, la torre de vigilancia olía a miedo, los guardias hacían rondas más cortas, algunos miraban a Asha como si fuera un virus, pero no la tocaban, nadie se atrevía y no por respeto, por temor a lo que se activaba en ella cuando era provocada.

—Tu presencia los desestabiliza —le dijo Kieran, caminando a su lado.

—Perfecto, así no se relajan, ni yo tampoco.

—No dormís hace tres noches.

—Dormí años en madrigueras, con gente que quería cortarme mientras respiraba, esto es un hotel en comparación.

—Eso no te vuelve invulnerable. —Asha se detuvo.

—No, me vuelve peligrosa y eso es más útil. —Kieran le sostuvo la mirada, el vínculo entre ambos vibraba como una cuerda tensa entre dos cuchillos, no había dulzura, solo fricción, la marca en el cuello de Asha no era un símbolo de amor, era una herida abierta, al anochecer, Nerya encontró un sello agrietado en la base de los túneles.

—Esto no estaba así ayer —dijo con la voz baja.

—¿Qué es?

—Una de las trampas lunares, sellaban entradas a planos oscuros, si esto se abre… no solo entran los enemigos, también se filtra lo que está del otro lado y eso no sigue las reglas de este mundo. —Asha se arrodilló frente a la grieta, el polvo flotaba, el metal respiraba y entonces escuchó algo, un susurro, su nombre, pero no desde afuera, desde abajo, se puso de pie de golpe, Kieran la sostuvo del brazo.

—¿Qué oíste?

—A alguien que ya está acá.

A la medianoche, la criatura apareció, no se escuchó el crujido de una puerta, no hubo aullido ni grito, solo un cuerpo, en medio del pasillo del ala este, sin rostro, sin olor, pero con la piel cubierta de símbolos antiguos, era humanoide, pero no humano y no había entrado, había sido invocado. Kieran llegó antes que nadie, lo decapitó con su propia hoja, pero cuando lo hizo… la criatura susurró su nombre con una voz de mujer.

—¿Lo escuchaste? —preguntó Asha.

—Sí.

—No era cualquiera, era un reflejo, uno de los que duplican rostros y clavan sombras.

—¿Y cómo lo matamos sin liberar lo que lo sostiene?

—No lo matamos, lo devolvemos al lugar del que salió.

—Eso no lo sabemos hacer.

—Todavía.

Asha volvió a su cuarto con el cuerpo temblando, no por miedo, por calor, por esa vibración que sentía en la sangre, como si algo dentro de ella estuviera creciendo sin control, su reflejo en el agua parpadeaba más rápido que sus ojos. El vínculo con Kieran tironeaba, como si la buscara, como si la reclamara sin palabras.

—No soy tuya —murmuró—. Nunca voy a serlo. —Y el reflejo del espejo… le sonrió, cuando ella no lo hizo.

A la mañana siguiente, Kael fue llevado a la sala de interrogación, había inconsistencias en sus rondas, había frascos ocultos bajo su cama con sangre de animal y tierra negra, el tipo de mezcla que se usaba para enmascarar olor real, Kieran lo interrogó.

—¿Sabés lo que pasa si mentís?

—Me arrancás la lengua.

—Y si decís la verdad...

—También. —Kieran golpeó la mesa.

—¿Vos dejaste entrar al reflejo?

—No, pero sé quién lo invocó.

—¿Quién?

—Tu madre. —El silencio fue instantáneo.

—Eso no es posible —murmuró Kieran.

—No está muerta. —Asha se acercó a Kael.

—¿Qué le prometieron a cambio?

—No me prometieron nada.

—Entonces mentís. —Ella colocó una daga sobre su uña, la empujó apenas, Kael gritó.

—¡El eclipse la va a traer de vuelta! ¡Ella liderará de nuevo! —Kieran lo golpeó con la hoja plana de su espada.

—Callate. —Asha lo observó.

—Te mintieron, Kieran, hasta en tu linaje. —A la tarde, el segundo sello se rompió, pero no desde afuera, desde dentro de Asha, un temblor la sacudió en mitad de una conversación, la luz parpadeó, el suelo crujió bajo sus pies, su cuerpo expulsó un destello de energía que hizo caer a dos guardianes sin tocarlos.

—¡No la toquen! —ordenó Kieran, ella cayó de rodillas, la marca en su cuello brillaba rojo, como si estuviera infectada.

—¿Qué está pasando? —jadeó.

—Estás mutando —dijo Nerya—. Tu herencia se está despertando.

—¿Eso significa que soy una amenaza?

—No, significa que ya no podés evitar serlo. —Esa noche, Rheor volvió a su mente “Tu cuerpo es el canal, tu poder es la grieta, cada vez que respirás, debilitás los muros.”

—¿Y qué querés de mí? —“Nada, ya sos mía.”

—No. —“Ya no sos una Omega, sos una llave, sos la próxima grieta.” Kieran la encerró, no por seguridad, por miedo.

—Voy a mantenerte encerrada hasta que pueda controlar lo que llevás adentro.

—No vas a controlar nada —escupió ella.

—Entonces voy a matarte antes de que nos mates a todos.

—Probá. —Kieran la sostuvo contra la pared, pero esta vez, la energía que saltó de su piel lo quemó, literalmente, retrocedió, con las palmas humeando, Asha lo miró con los ojos oscuros.

—Ya no soy la misma.

—No.

—Y vos tampoco vas a salir ileso de lo que viene. —Desde las profundidades del bosque… se alzó un nuevo canto, no era un aullido, era un lamento. Antiguo, femenino, agudo como un cuchillo de obsidiana, nadie lo reconoció solo Asha, porque esa voz… era la suya, cantando desde dentro del eclipse.

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