La torre de huesos se mantenía en pie sin raíces, el viento no la movía, el fuego no la tocaba, las sombras no la atravesaban, era el nuevo centro, el lugar donde Asha caminaba sin reflejo, los "sin nombre" la seguían como a una diosa, no por elección, por necesidad, había nacido un orden donde los títulos se rompían, ya no existían Omegas, ya no existían Alfas, solo existía ella, Kieran, oculto entre los túneles de la frontera norte, respiraba con dificultad, no dormía, no hablaba, no era, lo único que le quedaba era la voz, pero no la suya.—¿La sentís? —susurraba algo dentro de él y él no respondía, porque sabía que si hablaba, lo que estaba enterrado saldría.Asha, sentada en lo alto de su torre, miraba hacia abajo, los "de la vieja marca" empezaban a reagruparse, sobrevivientes del sello original, fanáticos del viejo orden, guiados por el lobo de piedra: varían, varían no hablaba, tampoco rugía, pero sus ojos de obsidiana ardían con la ira de siglos, había servido a los ancestros
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