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Capítulo 5: Hijos del eclipse, traidores del origen

La torre de huesos se mantenía en pie sin raíces, el viento no la movía, el fuego no la tocaba, las sombras no la atravesaban, era el nuevo centro, el lugar donde Asha caminaba sin reflejo, los "sin nombre" la seguían como a una diosa, no por elección, por necesidad, había nacido un orden donde los títulos se rompían, ya no existían Omegas, ya no existían Alfas, solo existía ella, Kieran, oculto entre los túneles de la frontera norte, respiraba con dificultad, no dormía, no hablaba, no era, lo único que le quedaba era la voz, pero no la suya.

—¿La sentís? —susurraba algo dentro de él y él no respondía, porque sabía que si hablaba, lo que estaba enterrado saldría.

Asha, sentada en lo alto de su torre, miraba hacia abajo, los "de la vieja marca" empezaban a reagruparse, sobrevivientes del sello original, fanáticos del viejo orden, guiados por el lobo de piedra: varían, varían no hablaba, tampoco rugía, pero sus ojos de obsidiana ardían con la ira de siglos, había servido a los ancestros y ahora quería quemar a su sucesora.

—Vendrá por vos —le dijo Nerya a Asha.

—Que venga.

—No lo digo como advertencia.

—¿Entonces?

—Como deseo. —Asha la miró, ya no con respeto sino con sospecha.

Nerya estaba cambiando, o recordando, los árboles del este murmuraban cosas que no eran suyas, cada rama repetía una frase: "Ella no fue la primera." en el fondo del bosque negro, un cuerpo se movió, no caminaba, se arrastraba como si aún no supiera qué forma tomar, tenía cuernos, tenía dientes, tenía nombre, Yira, la eclipsada, la anterior, la que fue olvidada a propósito, Yira había sido como Asha, pero antes, mucho antes, Yira había sido encerrada en un eclipse más antiguo, no fue liberada, se escapó, en la torre, Asha sangraba por las palmas, pero no de dolor, de presión, algo la estaba buscando, llamándola por otro nombre.

—¿Quién soy ahora? —se preguntó.

—La heredera sin historia —susurró Rheor dentro de ella.

Los "sin nombre" dormían entre raíces, uno despertó con la cara cubierta de símbolos que no conocía, intentó hablar, pero ya no tenía lengua, Asha bajó sola al subsuelo, allí estaba el altar.

negro, respirando, cubierto de los huesos de quienes la habían traicionado.

—¿Qué pedís ahora? —susurró al altar, la piedra se quebró, una flor brotó desde el centro, una flor lunar pero prohibida, que solo crecía donde un Alfa moría sin perdón, la tocó, y vio a Yira desnuda de pie, sonriente.

—Vas a tener que pelear por lo que reclamaste sin derecho —le dijo. —Asha apretó los puños.

—Todo lo que tengo es porque lo sobreviví. —Yira se rió.

—Entonces prepárate para la batalla que no podés ganar sola. —Kieran despertó con la piel abierta en líneas negras, no era sangre, era sombra líquida, lo que tenía dentro ya no era suyo.

Y lo sabía.

—Estás vacío —susurró la voz.

—No, Estoy esperando.

—¿A qué?

—A ella.

—Ella ya no vuelve.

—Entonces la voy a traer. —Varian, el lobo de piedra, se alzaba entre los árboles, sus seguidores —los de la vieja marca— se preparaban para un último ataque, habían perdido territorio, pero no tenían fe, creían que podían sellar a Asha como se hizo con Yira.

—Ella no es luna, es grieta.

Y las grietas… se tapan o se caen —dijo Varian.

Mientras tanto, Nerya reunía objetos antiguos, fragmentos de hueso, cenizas de Alfa, espinas de flor prohibida.

—¿Qué hacés? —preguntó Asha.

—Me preparo para cuando me obligues a elegir.

—¿Elegir entre qué?

—Entre vos y lo que eras antes.

—Ya no soy esa.

—¿Y si sí? —Asha no respondió solo la miró y por un instante… sintió miedo.

Los “sin nombre” comenzaron a marchar, no sabían a dónde, no sabían por qué, pero la torre los llamaba y también el bosque, dos fuerzas opuestas, dos madres, Asha y Yira. La criatura que era Yira ya no se ocultaba, había tomado forma, mitad sombra, mitad carne, mitad cicatriz, sus palabras no eran sonido. eran recuerdos insertados a la fuerza, cada Alfa que dormía… soñaba con ella y despertaba mudo, Kieran salió del refugio, no era él, pero usaba su cuerpo y su rencor.

—Ella me marcó.

—Ella me rompió.

—Ella me hizo nacer.

Y ahora… la iba a romper desde adentro, el suelo crujió bajo la torre, las raíces se quebraban, no por debilidad, por renacimiento, Asha caminó por la sala donde dormían los antiguos huesos, uno de ellos susurró.

—No la destruyas.

—¿A quién?

—A la que viene, a la que ya fuiste.

Yira apareció en el límite del territorio, sin anunciarse, solo estaba allí, de pie, con la mirada clavada en la torre de Asha, no atacaba, esperaba, los “sin nombre” empezaron a cambiar, sus cuerpos se cubrían de lunares negros, sus ojos giraban hacia adentro, sus bocas… susurraban sin sentido, uno gritó el nombre de Yira mientras se abría el pecho con las uñas, otro se tragó su sombra, Nerya vio todo y entendió.

—Asha, se están volviendo suyos.

—No —dijo Asha—. Están volviendo a lo que eran antes de ser nuestros.

—Eso es aún peor.

—Entonces que ardan conmigo. —Kieran se acercaba, cada paso suyo arrastraba ecos, su sombra tenía cuernos, su olor era de eclipse viejo y sus ojos ya no tenían pupilas, pero su voz seguía siendo la misma.

—Asha. —Ella lo sintió desde lejos.

—No vengas.

—No vine a suplicar.

—Entonces viniste a morir.

La luna se partió esa noche, no en el cielo, en los cuerpos, los antiguos se quebraron, los jóvenes se arrancaban los nombres, Yira extendió los brazos, sus manos chorreaban recuerdos y los lobos se le arrodillaron, Asha respiró hondo, y se preparó para sangrar por lo que era suyo, Asha se detuvo frente al altar, sus manos ardían, los símbolos cambiaban de idioma, los sellos se reescribían, Rheor, desde dentro, susurró:

—Ya no podés contenerla.

—No quiero.

—Entonces dejá que arda todo.

—Solo si arde conmigo. —Kieran apareció en la base de la torre, vestía ropas que no le pertenecían, su piel brillaba con líneas negras, sus ojos eran dos lunas muertas.

—Vengo a rendirme —dijo y Asha descendió.

—Mentís.

—Siempre lo hice.

—¿Por qué ahora?

—Porque hay algo peor que vos, Asha. Y ya viene.

—Lo sé.

—Y no viene por mí.

—Viene por todas las versiones de mí que aún no maté. —Yira caminó hacia ellos, no con violencia, con piedad, extendió la mano a Asha.

—No quiero pelear, solo quiero lo que era mío. —Asha no la tocó.

—No te lo dieron, lo tomé.

—Entonces pagá.

Yira alzó la voz y los “sin nombre” comenzaron a arder, no con fuego, con visión, veían su nacimiento veían el castigo, veían la muerte que habían olvidado, uno por uno… cayeron,Asha gritó, pero no de miedo, de aceptación.

—¡Soy lo que dejaron atrás!

El suelo se abrió y desde allí emergió la raíz negra del Eclipse, pulsante, viva, deseosa, la tocó y todo lo demás desapareció, cuando abrió los ojos, solo quedaba ella, Yira y Kieran… fusionado con su propia sombra, Nerya observaba desde lejos.

—Ella eligió.

—¿A qué costo? —preguntó Rheor, desde su reflejo.

—Al que sea necesario —respondió Nerya.

—Entonces el eclipse recién comienza.

Asha, sola, se sentó en el centro del vacío, los nombres olvidados la rodeaban y sonrió.

—Ahora sí… puedo empezar.

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