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Capítulo 9: Lo que enterramos sigue vivo

El Eclipse ya no sangraba, pero lo que brotaba de la grieta no era paz, era hambre, hambre de carne, de contacto, de poder crudo, hambre de todo lo que Asha había reprimido por demasiado tiempo. Asha caminaba descalza sobre la tierra quebrada, sus símbolos ardían, su respiración era irregular y su cuerpo... sentía un deseo que no era solo suyo, algo la estaba mirando desde las sombras, algo que conocía cada curva de su espalda, cada sonido que hacía al ser tocada sin permiso.

—Estás tardando —dijo al aire.

Y él apareció, no como sombra, no como reflejo. como lobo, negro como una noche sin luna, con ojos dorados y el olor de un Alfa que había marcado a muchas, pero deseado a una sola, Eryx.

Volvió a su forma humana delante de ella, desnudo, perfecto en su brutalidad, cubierto de cicatrices y silencios.

—No pensé que seguirías teniendo mi nombre en la lengua —le dijo, Asha sonrió sin suavidad.

—No pensé que aún desearías a alguien que puede romperte. —Eryx se acercó.

No con ternura. con esa violencia contenida que solo los Alfas exiliados arrastran cuando vuelven, la tomó del cuello, no para asfixiarla para recordarle quién era o quién podría volver a ser.

—La última vez te fuiste antes de morderme —dijo ella.

—La próxima vez no te voy a dejar hablar —dijo él.

Desde las ramas altas, Nerya los miraba, sabía que Asha podía verla y lo peor… sabía que Asha quería que la viera, porque la mirada que Asha le devolvió era una invitación velada: "Mirá cómo alguien más me toca si vos no te atrevés." Nerya sintió cómo su piel reaccionaba no por celos románticos, sino por algo más animal, más prohibido, porque durante noches, había soñado con lo que Asha escondía bajo los símbolos y durante días, se había despertado temblando. Eryx empujó a Asha contra una piedra caliente, su cuerpo cayó con naturalidad, como si ese lugar la esperara, sus labios no se buscaron, se devoraron, la mordió en la clavícula, ella arqueó la espalda, sus piernas se abrieron por instinto y cuando sus manos bajaron por su cintura, Asha dijo:

—¿Querés que lo vea, verdad? —Eryx no contestó, solo giró el rostro.

Nerya seguía ahí, respirando rápido, mordiéndose los labios, sosteniendo una decisión que no tenía palabras, Asha estiró una mano hacia ella.

—Si vas a mirar… vas a tocar.

Nerya no pensaba moverse, pero su cuerpo la traicionaba, bajó de las ramas con pasos lentos, cargados de furia contenida, de deseo negado, de celos que ardían como heridas viejas, cada paso era un “no” que sabía que no iba a sostener, Eryx, sin girarse del todo, gruñó:

—¿Querés a esta loba? Entonces demostralo.

Asha no miró a ninguno, solo se acomodó sentada, el cabello cayéndole por los hombros, el pecho aún agitado por los besos que la habían marcado como fuego.

—Estoy cansada de ser elegida —dijo—. Esta vez voy a elegir yo.. Y los elijo a los dos.

Nerya llegó frente a ellos, se quedó parada, el pecho subía y bajaba, las manos temblaban, Eryx la tomó de la muñeca y tiró de ella, no hubo pregunta, no hubo duda, solo un choque de energías, su cuerpo cayó sobre el de Asha, y sus labios chocaron torpemente al principio, con rabia, después, con entrega, después… con hambre, Asha la guió con una mano en la nuca.

—¿Sentís eso?

—Sí —jadeó Nerya—. Pero no sé si puedo…

—Ya lo estás haciendo.

Eryx se colocó detrás de ambas, sus manos grandes recorrían los cuerpos con precisión de cazador, su lengua en la espalda de Asha, sus dientes en el cuello de Nerya, sus caderas empujando con ritmo contenido y por un instante… nada existía fuera de ellos tres.

La luna volvió a mostrarse, completa, blanca, testigo, las marcas en la piel de Asha ardían como estrellas. las manos de Nerya temblaban mientras se aferraban a la cintura de Asha y Eryx… rugía entre gemidos, no como un amante, como un Alfa que reclama pero no con fuerza, con devoción.

Las piernas enredadas, los labios húmedos de deseo, las uñas dejando huellas en piel caliente, no había posiciones, solo fusión, como si hubieran esperado siglos para encontrarse así, cuando los tres terminaron, no hubo palabras, solo un cuerpo encima de otro, un suspiro compartido y la sensación maldita de que algo… algo los había visto desde la grieta, desde lo enterrado, desde el pasado que no querían desenterrar y entonces… una voz:

—¿Eso fue amor o rendición?

Era la criatura que Asha había negado, el Portador de las Negaciones y venía por lo que ellos no se atrevieron a sentir, el sudor aún no se había secado en sus cuerpos, el olor a sexo, poder y saliva marcaba el aire, pero lo que vibraba más fuerte no era el placer… era la presencia, una figura caminaba desde el borde del claro, sin rostro, sin pasos, solo con intención, el Portador de las Negaciones.

—Esto… no era para ustedes —dijo, sin boca, Asha se levantó, aún desnuda, el cabello pegado a la espalda y las marcas brillando como runas vivas.

—¿Qué venís a buscar?

—Lo que decidiste no sentir lo que silenciaste, lo que quemaste antes de que pudiera dolerte. —Eryx se interpuso.

—No tiene nada que darte. —Pero la criatura no miró a Eryx, miró a Nerya.

—Ella tiene todo. —Nerya retrocedió, el símbolo en su pecho comenzó a sangrar, no con sangre, sino con palabras.

Frases nunca dichas, deseos nunca confesados “Quise tenerte antes que Kieran.”  “Quise que me eligieras a mí.” “Quise odiarte, pero me excitabas demasiado.” —Asha escuchó todo y no se movió.

Solo se acercó a Nerya, le tomó el rostro con una calma extraña, le besó la frente y dijo:

—No necesitás esconder nada más yo ya lo sabía. —La criatura aulló, era un sonido hueco.

Hecho de todas las veces que Asha negó necesitar a alguien, hecho de las noches en que fingió no desear consuelo, hecho de la promesa que una vez se hizo: “Nunca más me van a tocar sin mi permiso.” pero esa promesa… la había roto esa misma noche, el cielo cambió de color, no por la luna, por el deseo liberado y desde esa grieta emocional, otra criatura comenzó a formarse, una mezcla de Eryx, Nerya y Asha, una criatura de piel ardiente, pechos firmes, mirada Alfa, la representación de lo que acababan de crear.

—Eso no debería existir —dijo Asha, retrocediendo.

—Entonces matalo —dijo el Portador.

—¿Y si no puedo?

—Entonces va a devorarte a vos, porque naciste primero. —Y así, el deseo compartido… se convirtió en amenaza y el placer, en deuda viva.

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