El Eclipse ya no sangraba, pero lo que brotaba de la grieta no era paz, era hambre, hambre de carne, de contacto, de poder crudo, hambre de todo lo que Asha había reprimido por demasiado tiempo. Asha caminaba descalza sobre la tierra quebrada, sus símbolos ardían, su respiración era irregular y su cuerpo... sentía un deseo que no era solo suyo, algo la estaba mirando desde las sombras, algo que conocía cada curva de su espalda, cada sonido que hacía al ser tocada sin permiso.
—Estás tardando —dijo al aire.
Y él apareció, no como sombra, no como reflejo. como lobo, negro como una noche sin luna, con ojos dorados y el olor de un Alfa que había marcado a muchas, pero deseado a una sola, Eryx.
Volvió a su forma humana delante de ella, desnudo, perfecto en su brutalidad, cubierto de cicatrices y silencios.
—No pensé que seguirías teniendo mi nombre en la lengua —le dijo, Asha sonrió sin suavidad.
—No pensé que aún desearías a alguien que puede romperte. —Eryx se acercó.
No con ternura. con