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Capítulo 6: Donde el tiempo se quiebra y la luna sangra

Los días ya no existían, la noche tampoco, todo era ceniza suspendida en una luz sin dirección, los árboles crecían al revés, los cuerpos ya no envejecían, solo se pudrían despiertos, Asha caminaba descalza sobre una tierra que recordaba su nombre, cada pisada dejaba una marca distinta: a veces flores, a veces sangre, a veces un reflejo de ella misma… que no obedecía, Rheor hablaba más que nunca.

—Estás vaciándote.

—Estoy compartiendo.

—Eso es lo que decís , pero sabes lo que pasa cuando una llama se divide en cien.

—Arde menos.

—No, arde por dentro.

Los sin nombre comenzaron a quebrarse, uno a uno, como vasijas llenas de agua sucia, uno estalló al pronunciar su propio nombre olvidado, otro intentó regresar a donde nació… y no encontró mundo, en la frontera norte, apareció una criatura que no caminaba, se deslizaba como piel muda, tenía boca en el pecho y decía: “Soy lo que quedó cuando me arrancaron.” nadie supo si era de Asha o de Yira, Nerya la siguió, hasta que vio algo imposible: la criatura tenía ojos de Kieran, Asha comenzó a olvidar palabras, no porque envejeciera, sino porque las palabras se iban a vivir a otros cuerpos, uno de sus seguidores hablaba dormido con su voz, otro sangraba versos que ella nunca había dicho… pero pensó.

—Me estoy derramando —dijo.

—Estás infectando —corrigió Rheor.

—¿Es lo mismo? —Nadie respondió, porque las palabras ya no significaban lo mismo.

En la torre de hueso, las raíces empezaron a hablar, no con voz, sino que con temblores, con símbolos y sangre, uno de los muros escribió una advertencia: “Cuando el reflejo se reproduzca, dejarás de ser vos.” Asha no lo borró, lo tocó y el muro lloró, Kieran seguía vivo, o al menos, algo que lo usaba, a veces caminaba detrás de Asha como si aún la deseara, otras, la miraba con hambre, pero ya no hablaba y un día… se le cayó un dedo.

—Está pudriéndose —dijo Nerya.

—No, se está dividiendo —respondió Asha.

—¿No lo vas a detener?

—¿Y si esa parte de él es lo único real que queda? —Nerya calló.

Pero por dentro, empezaba a construir una oración, una contra ella. En el valle del oeste, los “de la vieja marca” excavaron bajo un lago seco, allí encontraron una campana, una que solo sonaba cuando la luna se convertía en eco, la hicieron sonar y el cielo escupió fuego, Asha lo sintió y cayó de rodillas, no por dolor, por memoria, vio a Yira pariendo un eclipse con los huesos abiertos, vio a Kieran siendo sellado por su reflejo, vio su rostro… fragmentado en cien criaturas que ya no obedecían y al final… se vio a sí misma sin cuerpo.

—¿Qué está pasando? —le preguntó Nerya.

—Estoy despertando.

—¿De qué?

—De mí. —Nerya descendió sola al corazón de la torre.

Llevaba un cuenco de obsidiana, dentro, polvo de luna muerta y un trozo de cabello de Asha, no lo hacía por odio, lo hacía por equilibrio.

—Ella no va a destruirnos porque quiera, va a destruirnos porque ya no se reconoce.

En el fondo, frente al altar que lloraba sangre, Nerya nombró a una entidad prohibida: Liora, la madre del Eclipse anterior al primero, la que fue devorada, la que se juró volver como grieta, Asha gritó desde la cima, pero su voz no salió de su boca, salió del cuerpo de otro, un niño sin rostro vomitó su frase:

—¿Quién me robó de mí?

Las criaturas se mezclaban entre sí, ya no obedecían, se fusionaban, se mataban, parían fuego, o parían lágrimas, una de ellas llevó en brazos una criatura hecha solo de huesos y un ojo, ese ojo hablaba y decía: “Mi nombre fue el tuyo antes de que nacieras.” Asha cayó, no podía respirar, no tenía heridas, pero estaba vacía, Kieran se arrodilló a su lado y por primera vez en días, le habló:

—Devolveme lo que me quitaste. —Ella lo miró.

—No te quité nada, solo te hice ver lo que ya no eras. —Él rió, pero al reír, su mandíbula se rompió y la sombra dentro de él escapó.

La sombra que escapó de Kieran no tenía forma, era humo con hambre, era un fragmento del Eclipse original, era él… antes de ser él, Asha lo vio flotar y no lo detuvo, porque dentro de esa sombra, había una parte de ella misma, un error, un gesto, un momento de ternura que se había convertido en fractura. La torre colapsó, no con ruido, con eco.

Las paredes se apagaron, las raíces se secaron y del altar brotó una grieta tan profunda que todo lo anterior cayó en ella, Nerya lo sintió y supo que había hecho algo irreversible la invocación que había pronunciado no llamó a Liora, llamó a lo que quedó de ella después de ser devorada, en el cielo, la luna lloraba fuego, literal, gotas ardientes caían sobre el bosque y cada una que tocaba tierra, nacía algo, un feto, una mano, una sombra con dientes, un grito, los sin nombre dejaron de moverse, ahora eran piedras, estatuas vacías de fe, reliquias de una revolución que no supieron sostener. Asha, de pie sobre los escombros, respiraba, pero cada inhalación traía un recuerdo que no le pertenecía y cada exhalación… borraba una palabra que había amado.

—¿Qué queda? —le preguntó Rheor desde su interior.

—Yo.

—¿Y qué sos ahora?

—La hija de la grieta.

—¿Y qué querés?

—Ver qué nace si dejo de detenerlo.

El mundo ya no se sostenía, el tiempo era un animal herido y la luna… la luna se abría como una herida por donde entraban cosas que no existían antes, Asha extendió los brazos y dejó de resistir, el mundo dejó de girar, literal, los árboles estaban fijos, el fuego ya no se movía, las sombras se quedaban donde las dejaban y el agua no corría: se elevaba, flotaba, se reía, una grieta surgió desde el centro de la torre caída, pero esta no iba hacia abajo, subía, como una raíz al revés, como una herida en el cielo, y desde esa grieta descendió algo, no tenía cuerpo, pero sí ojos, no tenía alma, pero sí sed, no tenía nombre.

—Te esperé —le dijo a Asha.

—¿Desde cuándo?

—Desde antes de que fueras idea.

—¿Qué querés?

—Un hogar y vos sos hueca.

Asha sintió que algo dentro de ella se abrió, una habitación que nunca había visto, una memoria que no era suya, allí, en medio de esa visión, estaba una niña, de pie, con la piel de eclipse y los ojos… sin pupilas.

—¿Quién sos?

—Soy lo que nace cuando tu reflejo decide huir.

—¿Mi hija?

—Tu consecuencia.

Nerya despertó cubierta de ceniza, sus brazos tenían símbolos nuevos, cada uno… correspondía a un momento que Asha había olvidado.

—No solo está quebrando el mundo, está derramándose por nosotros. —Yira, sentada frente al lago congelado, sonrió.

—Todo lo que sangra, se propaga.

—¿Eso querías?

—Yo solo abrí una grieta, Asha la convirtió en boca.

Kieran caminaba por un bosque que ya no existía, no reconocía nada, pero un susurro lo guiaba.

—¿Qué soy ahora?

—El envase del error.

—¿Y qué debo hacer?

—Vaciarte.

La grieta en el cielo comenzó a brillar, y del otro lado, no venían monstruos, venían versiones de Asha, en distintas formas, distintos pasados, distintos odios, todas queriendo entrar y ella, en el centro del mundo, dijo:

—Si me olvidan… tal vez, esto sane. —Pero nadie respondió, porque los nombres ya no servían y el dolor… era un idioma sin traducción.

Eliana Zárate

El capítulo no termina con el derrumbe. Termina cuando la grieta deja de ser abertura… y se convierte en boca. Y lo que entra… ya no necesita permiso. No te vayas sin antes dejarme algún comentario y dando tu me gusta

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