Inicio / Hombre lobo / La Maldición del Alfa Prohibido / Capítulo 2: El sello roto y la lengua arrancada
Capítulo 2: El sello roto y la lengua arrancada

El silencio posterior al combate era más cruel que el rugido de los enemigos, Asha estaba de pie, ensangrentada, con el cuello vendado por la mordida que Kieran le había dejado, no había una explicación, ni una disculpa, ni una mirada de entendimiento, solo dolor, solo irá, solo condena.

—Me marcaste sin permiso —dijo, con voz seca, mientras el humo de los túneles aún flotaba en el aire.

Kieran no respondió. Estaba apoyado en la baranda de piedra, la piel abierta en múltiples cortes, las manos cubiertas de sangre ajena.

—Ni se te ocurra fingir que no lo sabías.

—No lo fingí —murmuró al fin—. Lo hice, porque así se cierran las puertas y vos eras una puerta abierta. —Asha escupió sangre al suelo.

—Entonces cerrame, pero no te atrevas a encadenarme. —Kieran la miró por fin, sin culpa, sin ternura, solo con cálculo.

—No necesito que me ames, necesito que no me traiciones y la marca lo garantiza. —La Omega giró sobre los talones y se fue, sin más palabras, el vínculo ardía como ácido, no como un lazo espiritual sino como un grillete caliente contra la piel. La torre central ardía con el humo de los cadáveres recién cremados, Kael, el Beta más fiel de Kieran, bajó con los informes, tenía la mandíbula apretada y las uñas negras de tanto escarbar entre escombros.

—Hay rastros de ceniza negra en la entrada norte y símbolos de invocación antiguos, de los que están prohibidos desde antes de la guerra de la Triple Luna. —Kieran tomó el pergamino, lo analizó.

—Esto no es una incursión, es una señal, quieren que sepamos que están adentro, que nos están mirando. —Kael asintió.

—Y alguien les está abriendo las puertas desde adentro. —Kieran lanzó el papel al fuego, el odio se le desbordaba por la piel.

—Voy a arrancar al traidor con las manos, no necesito pruebas, solo tiempo.

Asha volvió a su cabaña solo para encontrar la cama destrozada y los frascos medicinales hechos añicos, pero no fue eso lo que le heló la sangre, sobre la mesa, alguien había dejado una lengua humana, aún húmeda, junto a ella, un hueso curvado con una palabra grabada con uñas: "RECUERDO". La Omega no gritó, ni lloró, ni corrió, solo caminó hacia el fondo, tomó un cuchillo curvo y volvió a la torre del consejo, entró sin golpear.

—¿Sabías que alguien me dejó una lengua arrancada como regalo? —Kieran giró lentamente desde el mapa de vigilancia.

—¿Estás bien?

—Me manchó la pared, eso es lo que me molesta, ¿Quién entra y sale con tanta libertad? ¿No son tus guerreros unos perros fieles? —Él la sostuvo con la mirada.

—¿Estás diciendo que alguien de mi círculo te está amenazando?

—No, estoy diciendo que alguien de tu círculo ya me vendió, solo no sé cuánto le pagaron. —Kieran no se inmutó.

—Tenés acceso a toda la torre, leé los registros, encontrá a tu traidor, si vivís para señalarlo, me encargo del resto.

—Qué generoso.

—No, qué práctico. —En el ala sur, Asha revisó los registros, las marcas de entrada, los pasos registrados con esencias, todo parecía limpio, demasiado limpio, fue Nerya quien se acercó, con un trozo de pergamino en la mano y una mueca torcida.

—Están usando sangre de cierva para enmascarar los pasos.

—¿Qué?

—La usaban las sectas antiguas, para pasar desapercibidos en manadas con guardianes olfativos, la sangre de cierva mezclada con musgo rojo es como un manto, borra la esencia, los vuelve invisibles.

Asha frunció el ceño.

—¿Y de dónde sacarían musgo rojo?

—Del bosque muerto, del lugar donde el fuego no se apaga.

—Eso está más allá de nuestras fronteras.

—Exacto. —Asha entrecerró los ojos.

—Alguien está saliendo y entrando como si no existieran los límites. —Nerya asintió, su voz rasposa como ramas viejas.

—Y si tiene acceso al bosque muerto... también tiene acceso a los sellos.

Esa misma noche, uno de los muros de la biblioteca se agrietó, no por el paso del tiempo, por dentro. Asha fue la primera en encontrarlo, las estanterías estaban volcadas, los libros rotos y entre los restos… una silueta, encapuchada y de pie, con una sonrisa vieja.

—Hola, Asha. —La voz le erizó la piel, lo conocía, Rheor, había sido su maestro de plantas antes de su exilio, un Omega sabio, afilado, casi padre, pero algo había cambiado en él, su piel era gris, sus ojos, completamente negros y su olor… era como sal en carne viva.

—Vos estabas muerto —dijo ella, sin retroceder.

—Lo estuve y luego la Luna me rechazó, así que me fui a buscar otra forma de vivir.

—¿Te convertiste en uno de ellos?

—No, me convertí en algo que ellos temen. —Kieran irrumpió segundos después, con los ojos encendidos y las manos hechas garras.

—¿Quién carajo sos?

—Tu ruina —respondió Rheor con una sonrisa podrida. —Asha gritó justo cuando la criatura se disolvía entre las sombras, Kieran trató de seguirlo, pero fue como correr contra niebla compacta.

—Era uno de los nuestros —dijo Asha—. Y ahora es un enemigo que sabe dónde duermo.

—¿Te entrenó?

—Sí.

—¿Sabe cómo matarte?

—Sí.

—¿Y por qué no lo hizo? —Asha tragó saliva.

—Porque quiere hacerlo frente a todos. —Al día siguiente, un mensajero apareció sin aliento en las puertas de la torre, tenía una lanza clavada en la espalda y un trozo de tela en la mano, era de Asha.

—Lo saqué… del lugar del ritual… —dijo, antes de morir, la tela tenía marcas de sangre, un nombre, un mapa y una frase: “Traela, o liberamos el abismo.” Kieran leyó el mapa, quedó en silencio Asha lo miró.

—¿A dónde quieren que vaya?

—A donde sellaron al primer Eclipse.

—¿Y vos qué vas a hacer? —Kieran se giró hacia ella y por primera vez en días, le habló no como Alfa, sino como algo más antiguo, más oscuro.

—Te voy a llevar, te voy a atar y cuando todo explote… vos y yo vamos a arder con ellos. —Asha sonrió con los dientes apretados.

—Entonces apúrate, porque si no me quemo con vos… te prendo fuego yo.

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