26• No me interesa Dean.
Después de terminar el almuerzo, me encontré vagando por la casa, sin un destino claro ni ganas de detenerme. El silencio y la inmensidad de aquel lugar me hacían sentir como una intrusa que buscaba algo que ni siquiera sabía qué era. Sin quererlo, terminé frente al cuadro que había llamado tanto mi atención el primer día que llegué: la dalia negra sobre un fondo rojo intenso. Era una imagen que parecía latir con una especie de oscuridad y belleza cruel al mismo tiempo.
Lo observé, preguntándome por qué esas flores eran tan significativas para Dean. Incluso las tenía tatuadas en el cuello, un detalle que no podía borrar de mi mente. Además, una de las puertas tenía ese mismo logo, adornado con piedras rosadas pálidas que resaltaban delicadamente. Empecé a notar un patrón, una fijación casi obsesiva por las dalias.
Pero pronto reprimí esos pensamientos. No era asunto mío. No importaba cuál fuera la razón de Dean para amar las dalias, no quería saber nada más sobre él. No había nada en