Me quedé sentada junto a la piscina con el silencio extendiéndose a mi alrededor, pesado y denso, como si el mundo hubiese detenido su giro para atraparme en ese momento incómodo. Sentí la tensión rozándome la piel, pero también un extraño alivio al quedarme sola, incluso con las palabras de Mia aún resonando en mis oídos.
Mi mente se agitaba con mil emociones que luchaban por salir a la vez: culpa, incertidumbre… y una curiosidad que me quemaba por dentro. Me pregunté cuántas veces Mia habría intentado cruzar esa puerta, entrar realmente en la vida de Dean. ¿Por qué él no la dejaba entrar? ¿Y por qué ella, sabiendo eso, seguía intentándolo? Podía irse cuando quisiera, alejarse de todo, empezar de nuevo. A diferencia de mí, que no era libre. Si pudiera hacerlo, me habría marchado sin pensarlo.
Pensé en Dean, con sus ojos verdes que parecían esconder templos enteros de secretos y sombras. ¿Qué pensaba él realmente? ¿Qué quería? ¿Cuánto amaba, o si acaso amaba?
Sentí también el peso de