Mi nombre es Ederish Mitchell, tengo poco atractivo físico y siempre he estado enamorada del Adonis de la clase. Estudiamos juntos en un internado. Me odia, aunque no sé por qué. Hace una semana ambos cumplimos la mayoría de edad y nuestros padres, que son super amigos, planearon una reunión y nos cayeron con la noticia de que tienen una nueva empresa juntos, y como ley, Lucas y yo tenemos que casarnos. Él está enamorado de Amanda, yo no existo para él aunque nos conozcamos desde pequeños, y ahora parece que me odia más, pues deberá estar atado toda su vida a la fea que no ama. ¿Y si le ofrezco un trato? ¿Qué de malo podría pasar?
Ler maisEDDY.
Estaba saliendo del salón de clase, justo cuando un par de idiotas del equipo de fútbol americano, que iban corriendo como animales por el pasillo, lanzaron su bola "al azar" y me tiraron los anteojos. Por supuesto, el golpe me dolía horrores, creo que me habían hecho sangrar la nariz, y con esta ya eran tres veces en la semana que pasaba.
¿Accidente? Puede ser, pero ya se estaba volviendo molesto. Sin embargo, dos cosas eran las que en realidad me molestaba todavía más.
La primera era que estaba ciega sin ellos; no podía ver, y la segunda, es que no sabría cómo decirle a mi padre que necesitaba un par de anteojos nuevos por tercera vez en siete días. Hasta a mamá le estaba pareciendo extraño, y no era para menos.
—¡Genial(!) —balbuceé molesta, poniéndome de rodillas en el piso para buscar mis ojos.
Sin ellos estaría perdida.
Debía estar loca. Enriquecía los ingresos de la oftalmología, y todo por los tontos arrebatos de Anthoni y Blade, dos tarados que disfrutaban de fastidiar a los débiles de la élite británica, y entre ellos, estaba yo. O bueno, solo yo…
—Aquí tienes —Me dijo una voz masculina, muy, muuuuy conocida, a un par de centímetros de distancia, que de inmediato reconocí y ¡Cielos! ¡Qué bien olía su cabello, su perfume, su…! —Trata de ser menos distraída.
Regañó, colocándome los anteojos él, ya que por más que movía mis manos para tomarlos de las suyas no los encontraba.
Cuando me los puso y los nudillos de sus dedos rozaron la piel de mi rostro, sentí que mi corazón se hinchaba y latía a mil por hora, mi estómago era el salón de baile de muchas mariposas y mi cuerpo vibraba lleno de nervios con solo verlo.
Era común, he de decirlo. Casi siempre, por no decir todo el tiempo, apenas lo miraba mi cuerpo entero reaccionaba de esa manera y me era imposible disimularlo, pero él… él no podía ser más frío.
Agradecí con la cabeza baja y un asentimiento y, cuando creí que se había ido y me había seguido ignorando como toda la vida, mi sorpresa fue verlo parada frente a mí con una expresión un poco extraña.
—¿Cómo es que eres tan torpe? —bufó molesto y sin despegar su mirada de mi pequeño y menudo cuerpo —¿Has pensado lo molesto que es que…? Ya, mejor olvídalo.
—Lo siento.
—Justo eso. —Dijo y, por un momento me atreví a verlo a los ojos, porque si hubiera de morir mañana, al menos habría visto sus claros ojos verdes conectarse un par de segundos a los míos. El chico alto y cabello negro corto tomó su mochila,la cual había dejado tirada en el piso con el son de ayudarme, y me tomó del brazo para llevarme a quien sabe donde —. Hay que ir a la enfermería.
—Pe-pero estoy bien…
Me ignoró y siguió caminando, dándole un empujón en el brazo a Blade, que miraba escéptico aquella extraña escena. Y sí, hasta para mí era extraña.
—Estás sangrando de la frente —Se limitó a contestar una vez estuvimos frente a la enfermería del colegio —Entra.
Esbocé una media sonrisa, me perdí una vez más en sus ojos y reí bajito al verlo cinco veces al estilo mosca con esos lentes todos quebrados, algo que pareció molestarle.
—Lo siento —me cohibí en mi sitio —No me río de ti, sino que te veo cinco veces más. Creo que los dejaré así…
¡Rayos! ¡Yo no había dicho eso! ¡¿Verdad?!.
Bajé la mirada dándome bofetadas mentales, y al cabo de un instante volví a verlo. Para mi sorpresa su semblante frío había desaparecido y, aunque solo parecía un espejismo de mi mente loca, puedo asegurar que su semblante escondía una pequeña sonrisa. Pero, fue tan efímera que quizá estaba soñando, o más bien delirando debido al golpe.
Abracé mi mochila con fuerza, lo miré una vez más para darle las gracias y sin muchas ganas entré en el área fría de la universidad, que desprendía olor a medicinas y alcohol, pero estaba vacío.
Escuché voces afuera, me asomé una vez más y vi a Lucas hablando con la enfermera, diciéndole algo en voz bajita. La señora de sesenta años movió su rostro en una afirmación, me miró y volvió a asentir, posando su mano en el hombro de Lucas.
Este, mientras tanto, seguía manteniendo su insuperable semblante frío.
—Aquí estás de nuevo, Eddy. ¿Cómo es que te golpeas a cada rato?.
—Bueno… supongo que necesito una nueva graduación de lentes.
—Lo dudo —Me miró de soslayo, sacando de su botiquín médico un algodón, alcohol y una crema cicatrizante —Necesitas darle una lección a esos tontos de Anthoni y Blade. Yo porque necesito este empleo, pero tu cuentas con el poder necesario para enviarlos por un tubo a las bermudas.
Reí entre negaciones, ajustando mis anteojos flojos y rotos con mi dedo índice.
—No, solo son un par de inmaduros.
—Inmaduros —remedó en medio de un bufido —Sí, cómo no.
Ella aún no se acostumbraba todavía a tenerme ahí cada tres días.
Le di una risita tranquila.
—No importa, no todo fue tan malo ¿Sabes?. —Me encogí en mi sitio queriendo ocultar en mis labios la sonrisa de boba que no me quería dejar. Pero es que… Lucas nunca me hablaba, jamás me dirigía la palabra, me miraba como si lo estuvieran amenazando para que lo hiciera y en sus ojos siempre había seriedad o desprecio. Sé que debería odiarlo, pero todavía recuerdo que cuando éramos niños nos llevábamos muy bien, solíamos jugar en el contenedor de arena del jardín, armábamos figuras con legos y nos divertíamos mucho. Pero entonces, él cambió. Hasta ahora me había hablado de nuevo, a nuestros casi dieciocho años, y no estaban nuestros padres enfrente obligándolo a hacerlo.
¡No te ilusiones! Le decía a mi corazón, más él no quería escuchar.
Era olvidarlo y avanzar o seguir presa de sentimientos no correspondidos que solo me hacían daño.
Mucho daño.
[EDDY]Después de ese momento, que para mí pasaría a la historia, regresé al auto, me quité la ropa mojada y saqué una camiseta blanca de las que Lucas había doblado en el asiento trasero, en caso de emergencia. Era una de las suyas… y olía a él. La abracé, me embriagué de su perfume y luego me la puse. Si bien mi cuerpo seguía caliente por el momento que habíamos protagonizado hace rato, el frío ya comenzaba a pasarme factura. Como ya era bien sabido que no iba a dormir y que mi mente seguiría haciendo pequeños replays de mi primer beso, decidí que lo mejor sería leer un libro y tomé la opción de leer uno en línea. Esta vez, aunque tuviera los ojos puestos en las resplandecientes letras de la pantalla, seguía pensando en el beso, en la forma en la que sus labios tocaron los míos. Creí que no sabría hacerlo, que moriría con el deseo de besarlo y que sería diferente a como lo había soñado, pero no. Sabían a fresa, eran dulces, gruesos y frescos, como una; suaves y pacientes, eran ll
[LUCAS] —¡Aaaah!. Escuché su grito y supe que lo de la "temible bestia" quizá era real. ¡Joder! Y yo la había dejado sola. Me levanté de prisa de la estera y corrí hasta donde estaba mi desesperante, pero bella prometida y pasé llevándome una tabla para pelear con lo que sea que nos estaba acechando. Sin embargo, al llegar afuera… —¡Mira, Lucas! Sonreía con dulzura y sostenía una bola de pelos en sus brazos. —¿Qué haces?—¡No! ¿Qué haces tú con eso? —Me quitó la tabla de la mano y la lanzó al piso mojado —¡Lo vas a asustar!. No entendía la bipolaridad de esa chica. Un momento quería que la ayudara y al otro me gritaba. Ederish Mitchell era mi peor pesadilla, pero sin duda alguna podía llegar a convertirse en mi mejor sueño. No la odiaba, claro que no, pero he de aceptar que me fastidiaba un poco. Supongo que era recíproco y debía seguir siendo así. De lo contrario, no podría controlarme, no sabría manejarlo y dormir separados ya no sería una opción. Pensé en lo cruel que hab
EDDY:¡¿Qué rayos hacía aquí?! —¿Con o sin Ketchup? —Inquirió, sentándose a mi lado sobre una de las escaleras menos rotas —Sin Ketchup, ya sé. Dijo con una leve sonrisa, dándome mi cajita. No lo podía creer.No estaba pasando… Lo miraba comerse su hamburguesa, cómodamente, sentado a mi lado, y pensaba que si no era un sueño, quizá me había atropellado un auto y estaba en coma. ¡Es que esto era demasiado irreal! Me di un pellizco y no sirvió, lo seguía viendo. Iba a saltar del peldaño roto cuando entonces habló. —No es una situación en la que quiera estar, pero... mi padre tenía razón. Todos me dieron la espalda, incluyendo Amanda cuando supo que me había quedado sin un peso. Señalé la cajita, escuchando, con la boca abierta, sus palabras. ¿Estaba siendo amable conmigo? ¿O era por el hecho de que los demás lo habían bateado?—Las robé. —confesó entre pequeñas, pero hermosas risas —. Quizá debamos arreglar este desorden. Asentí sin dejar de verlo. Lucas se terminó su hambur
EDDY:Pasaron tres minutos de eterno silencio en los que ambos estábamos parados frente al pedazo de puerta en aquella casa, con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido, viendo el humo que había quedado de los autos (a excepción del vejestorio del año 1800) desaparecía en el viento, pero lo podíamos seguir así y de nuevo mi plan, aquella brillante idea llegó a mi mente. Sonreí lista para expresarla pero…—Yo no voy a soportar esto —Vociferó entre dientes el castaño, caminando un par de pasos a la salida —Ahí te ves. —Espera, ¿Qué? —llevé una mano a mi pecho y sonreí sin ganas —. ¿Piensas irte y dejarme aquí? ¿En serio?. Rodó los ojos y asintió como si fuera lo más obvio del planeta. —Yo tengo amigos en cuyas casas puedo quedarme, pero dudo que sea tu caso… —¡Eso no lo sabes! Metió sus manos en sus bolsillos y esperó. —A ver, dime uno. Eso era sencillo. Con mi dedo índice elevado y una sonrisa de autosuficiencia me dispuse a hablar. Sin embargo… —Steve no cuenta —Apremió
EDDY:—¡Es ilegal! —Claro que no —Dijo mi sueg…el tío Max —. Tienen, ya, su mayoría de edad cumplida. ¿Qué otros padres le darían a sus hijos una casa, un auto y de paso unas joyas tan caras?. —Eso no es un auto… —y esta no es una casa. Nos quejamos Lucas y yo en un instante que pareció casi mágico, donde no hubieron malas miradas y hasta parecía que quería sonreír. Pero luego su boca terminó por acabar con todo el progreso que nuestra mala relación había tenido. —¡Yo no me estoy mudando a este lugar y menos con ella!. —¡Yo prefiero comer gusanos a tener que pasar el resto de mi vida con ese amargado! ¡¿Por qué no fue Steve?! —Hice un puchero y miré a mis futuros suegros, sacándoles una sonrisa de ternura. Crucé mis brazos y con mis ojos le declaré la guerra a ese ogro. —Porque él no te vio primero. —lo escuché decir con una cara de amargura y mirada lejana. No entendía a lo que se refería, pero sabía que necesitaba ir a un psicólogo porque, en serio, tenía un serio problema
EDDY:—¿Es este el lugar que tienes planeado comprar para hacer tu negocio de bienes raíces? —pregunté entre muecas, esquivando alguno que otro trozo de madera del primer peldaño —. Dudo mucho que alguien quiera contratar sus servicios si ven esto. Me agaché para no golpear la cabeza con alguna pieza de cuadros viejos que colgaban de las paredes o los muebles rostros y deshice alguna que otra telaraña abandonada. —Este lugar es hermoso —contestó, quitando los trapos llenos de polvo que cubrían algunos muebles de la sala. Por donde viera en aquella casa, no encontraba lo dis que "precioso". —Ah, papá —Elevé mis manos señalando los espacios de aquella vieja casa de brujas —. Date cuenta de que ni las arañas quieren vivir en este lugar. Si esa es tu visión de precioso ya está que el nuevo negocio será un fracaso. Nadie quisiera comprar un lugar así. —De hecho no —Sonrió con orgullo —Para que lo sepas, cariño, ésta es la primera casa que vendemos tu tío Max y yo. —¿En serio? —inspecc
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