Mundo de ficçãoIniciar sessãoIsabella Montoya, una talentosa diseñadora de modas, llega a la vibrante ciudad de Bogotá con la esperanza de dejar atrás un pasado lleno de secretos y comenzar una nueva vida. Su destino se cruza inesperadamente con Alejandro Rivas, un poderoso empresario en la industria de la moda, cuyo corazón ha sido endurecido por traiciones pasadas. A medida que Isabella y Alejandro comienzan a colaborar en un ambicioso proyecto de moda, una atracción innegable surge entre ellos. Sin embargo, ambos guardan secretos que podrían destruir lo que están empezando a construir. Isabella lucha por mantener oculto su pasado, mientras Alejandro enfrenta la amenaza constante de su hermano Carlos, quien está decidido a sabotear su éxito y tomar control de la empresa familiar. En un torbellino de pasión, misterio y drama, Pasiones Ocultas revela que el amor verdadero puede florecer incluso en medio de los secretos más oscuros. Pero, ¿podrán Isabella y Alejandro superar las pruebas que les esperan y encontrar la felicidad juntos?
Ler maisIsabella Montoya observaba por la ventana del taxi mientras las luces de la ciudad de Bogotá parpadeaban a su alrededor. Había llegado el momento de dejar atrás su pasado y comenzar de nuevo. Con una mezcla de nerviosismo y emoción, apretó el asa de su maleta, que contenía no solo sus pertenencias, sino también sus sueños y esperanzas.
El taxi se detuvo frente a un edificio moderno en el corazón de la ciudad. Isabella pagó al conductor y salió, respirando profundamente el aire fresco de la noche. Con pasos decididos, se dirigió hacia la entrada del edificio, donde la esperaba su nueva vida como diseñadora de moda. Al entrar en su nuevo apartamento, Isabella se permitió un momento para contemplar su entorno. Las paredes blancas y los muebles minimalistas le daban una sensación de paz y renovación. Dejó su maleta en el suelo y se dirigió a la ventana, desde donde podía ver la ciudad que pronto se convertiría en su hogar. Mientras miraba las luces parpadeantes, su mente viajaba a los recuerdos que había dejado atrás. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a triunfar. Con una sonrisa en los labios, se prometió a sí misma que aprovecharía cada oportunidad que se le presentara. Está muy emocionada, pues era la primera vez que estaba en la capital de su querido país. El frío le helaba los huesos, pues acostumbrada al clima cálido de su pueblo, sentía que moriría de frío si no ingresaba rápidamente a la residencial que alquilo. Siguiendo las indicaciones, llegó a paso lento donde se encontraba el número de su apartamento. Cuando entró y encendió las luces, le echo un vistazo a la pequeña estancia donde ahora viviría. Contaba con una cocina, una pequeña sala, una habitación con su baño, y un pequeño lavabo. Sintiéndose satisfecha por no haber sido engañada desde la página de internet, ingresó totalmente. La habitación estaba amueblada, y claro, pues para el costo que tenía, era mejor así. Ya después podrá encontrar un buen lugar para hogar y formar su pequeña familia con una mascota que quería adoptar. No quería tampoco sentirse tan sola en un lugar como este. Rápidamente, ingresé a mis redes sociales, quería enterarme de las nuevas noticias y los chismes, pues eso nunca está de más para mí. Mientras el tiempo pasaba, llegué a sentir un poco de hambre. Mirando en la lista de los restaurantes buenos y que estén cerca, me decidí por comida coreana, ya que es de mis favoritas. Realice el pedido, que tardaba poco más de treinta minutos. Me dirigí hasta la habitación donde aún tenía mi equipaje sin hacer, la verdad sentía un poco de pereza por ordenar, pero me tocaba, mañana tenía que presentarme en una de las oficinas de diseños más exclusivos de la ciudad y no quería demorar más el tiempo a la hora de buscar un traje elegante para ponerme. También tenía que sacar todos mis bocetos y darles un último toque, aunque ya eso quedará para después de que pueda ingerir algo de comer, pues el hambre me estaba matando. Mientras habría, la maleta, pude observar las imágenes de mi familia, y los recuerdos que me traje para que ellos siempre estén conmigo. Poco a poco y llena de sentimientos, fui vaciando la maleta. Estaba tan concentrada que no había escuchado el insistente sonido de los mensajes de mi teléfono móvil. ~ Espero que respondas los jodidos mensajes, o voy a pensar que te pasó algo y no dudaré en ir con la policía, Isa~ Lucía Bbf Hora: 8:47 Pm Claro, y quién más podía ser que Lucía, mi gran amiga y la razón por la que ahora me encuentro en la ciudad. ~Hola A ti también, Luci, llegué muy bien, estoy algo agotada y desempacando la ropa, también a la espera de algo para comer que pedí~ Hora:8:53 Sin duda alguna, podía responderle, desde, pues, de un siglo, a cualquier persona, pero no a Lucía; a esa mujer le tenía miedo. Después de responder el mensaje, fui directamente a la ducha a dejar sin útiles de aseo personal. Me gustará ser más organizada con la higiene, ya que todo muchas veces me producía un poco de asco, y más si usan las mismas cosas que yo. Cuando estoy terminando de colocar las toallas en la gaveta, escucho el sonido del timbre de la puerta, desesperada por querer abrir, pues el hombre literalmente se quiere comer mi estómago, me tropiezo con la pequeña mesa de comedor que tengo, como siempre mi dedo pequeño del pie siempre es el que sufre. Dando saltos, voy hasta la puerta, miro por la rendija, cerciorándome, que definitivamente sea el repartidor, en una ciudad tan grande como está. No es muy seguro y más si vengo sola y solo conozco a Lucía. Abrí la puerta. Y vi al repartidor, un chico Guapo, con un pequeño Piercing en la ceja derecha y una sonrisa de hoyuelos. — Hola, buenas noches. ¿Isabella?—preguntó el chico, viendo en su teléfono móvil la dirección y nombre de la persona que había hecho el pedido. —Mm, Hola, buenas noches. Sí, soy yo— dije un poco nerviosa, pues el chico era muy encantador. —Aquí tienes tu pedido, serían treinta y ocho mil pesos —dijo el chico mientras rectificaba el precio del pedido. Sin más, saqué mi cartera y le di el pago total. Cuando me entregó la comida, con una sonrisa se despidió. Y por fin pude soltar el aire que no sabía que estaba conteniendo. —Vaya, eso fue muy raro— dije para mí misma, sin darle más vueltas al asunto. Enseguida, entre, cerré la puerta y le puse el seguro. Me dirijo hasta la cocina, donde había visto unos bazos de vidrio limpios, los saqué de la gaveta y los volví a lavar. Uno nunca sabe y además no está de más. Rápidamente, me serví un poco del refresco que venía incluido en la bebida y me dispuse a ir en la sala del comedor, que daba justo a la ventana. Contemplando la ciudad, tuve mi primera cena en soledad y con una gran paz.Un año después, Bogotá volvió a vestirse de luces. El aire tenía ese brillo especial que anuncia el cambio de temporada: vitrinas decoradas, calles llenas, revistas hablando del futuro de la moda latinoamericana. Y entre todo ese ruido elegante, un nombre seguía brillando en los titulares: Rivas Couture.Pero esta vez, no era solo el nombre de una marca. Era una historia. Una historia que habíamos tejido entre lágrimas, diseño y amor.Yo observaba el desfile desde los bastidores. Las modelos esperaban su turno, los técnicos corrían de un lado a otro, y las luces cálidas se reflejaban en las telas suaves de mi nueva colección.Esta vez, el cierre no lo firmaba solo yo. Llevaba dos nombres entrelazados: “Montoya & Rivas.”Alejandro había insistido en eso, aunque yo no quería. Decía que los nombres debían quedar juntos, no por poder, sino por memoria.—Los nombres cambian —me había dicho una noche—, pero las huellas que dejamos en lo que amamos son eternas.…Mientras me ajustaba
La noche después de la pasarela fue silenciosa. Demasiado silenciosa.Bogotá dormía bajo un cielo sin estrellas, y desde el ventanal de mi apartamento, las luces lejanas parecían reflejar un cansancio que no era solo mío. Habíamos ganado. Eso decían todos. Pero ganar, descubrí, no siempre se siente como pensaba.La victoria tiene un sabor extraño cuando está hecha de ruinas.El vestido Renacer ya era noticia en todas las revistas de moda. “Una obra de arte con alma”, titulaban algunos. “Un nuevo comienzo para Rivas Couture”, decían otros.Y, sin embargo, yo seguía sintiendo el corazón inquieto, como si algo aún no estuviera resuelto.A veces, la paz también asusta.Tomé una copa de vino y caminé descalza hasta el balcón. El viento nocturno traía ese olor a tierra húmeda que siempre llega después de la lluvia. Cerré los ojos y respiré.—No sabes cuánto me alegra verte, así —dijo una voz detrás de mí.Me giré. Era Alejandro, recostado contra el marco de la puerta, con la chaquet
Había pasado una semana desde la reunión con la junta, y aún me parecía irreal caminar por los pasillos de Rivas Couture sin sentir el peso de la incertidumbre sobre mis hombros. Los saludos eran distintos: ya no había miradas de duda ni susurros a mis espaldas, solo respeto… y algo que se parecía a la esperanza.La empresa estaba cambiando. Y yo también.El escándalo se había desvanecido poco a poco, tragado por el ciclo voraz de la prensa que siempre necesita una nueva víctima. Sin embargo, algo en el aire seguía en pausa, como si el edificio entero contuviera la respiración esperando lo que vendría.Alejandro había pasado los últimos días reorganizando la dirección creativa. Decidió abrir las puertas a nuevos diseñadores, jóvenes talentos con ideas frescas. Quería que Rivas Couture dejara de ser un apellido… y se convirtiera en un símbolo.Esa mañana, él me citó en el taller principal. Cuando llegué, el lugar estaba lleno de bocetos, telas, maniquíes y luz natural. Era el mism
La mañana llegó con una claridad extraña, como si el cielo de Bogotá no supiera si llorar o brillar. El aire tenía ese olor metálico que deja la lluvia sobre el asfalto, y yo sentí que todo —la ciudad, la gente, el ruido— se detenía antes del juicio final.Esa mañana la junta directiva de Rivas Couture se reuniría para decidir el destino de la empresa. Y, aunque todos lo sabían, lo que en realidad se decidiría era algo mucho más personal: nuestra verdad.Lucía entró en mi oficina con su acostumbrada energía, pero esta vez la noté distinta. Tenía las manos entrelazadas, y su sonrisa —aunque presente— no logró ocultar la preocupación.—Hoy todo cambia, ¿verdad? —dijo en voz baja.Asentí, sin fuerzas para fingir calma.—Sí. Pero no sé si para bien o para mal.Lucía me tomó las manos con firmeza.—Tú has sobrevivido a cosas peores. Si tu madre levantara la cabeza, estaría orgullosa de ti.Esa frase me golpeó el corazón. Cada paso que daba dentro de esa empresa lo hacía con el fantasma
El amanecer encontró a Bogotá envuelta en una neblina espesa, como si la ciudad quisiera esconderse de todo lo que había sucedido la noche anterior. Yo tampoco quería salir de la cama. No por cansancio, sino porque por primera vez en mucho tiempo, me daba miedo enfrentar el día.La carta de mi madre seguía sobre la mesa, doblada con cuidado. La había leído tantas veces que ya me sabía cada palabra, cada trazo de su letra. Era su voz hablándome desde el pasado, su advertencia hecha ternura y dolor.A veces, cuando el ruido del mundo se calla, lo único que queda es la verdad… y la verdad duele.Alejandro dormía a mi lado, exhausto. Tenía una mano sobre mi cintura, como si incluso dormido necesitara asegurarse de que seguía allí. Me quedé observándolo unos minutos, estudiando la forma en que su respiración se calmaba, la curva de su mandíbula, las sombras bajo sus ojos. El hombre que todos veían como un imperio hecho carne era, en ese momento, solo un ser humano intentando no derrumb
El amanecer trajo consigo el silencio que siempre sigue a las grandes tormentas. La ciudad parecía haberse detenido, pero dentro de mí, todo seguía girando.No había dormido. Las imágenes del video se repetían una y otra vez en mi cabeza: el rostro de Carlos en aquella pantalla, su voz venenosa, la mirada atónita del público. La pasarela había terminado siendo un triunfo a medias. Habíamos sobrevivido… pero a un precio.Desde muy temprano, los titulares inundaban las redes:“Escándalo en Rivas Couture: hermano del director revela contratos fraudulentos.” “¿Isabella Montoya, una impostora del diseño?”Las palabras me herían como agujas. Y lo peor era que detrás de los titulares había verdades mezcladas con mentiras, medios hilos que cualquiera podía usar para destruirnos.Lucía entró en mi oficina sin tocar. Llevaba el celular en la mano, el rostro pálido.—Isa… Carlos está dando entrevistas. Está diciendo que tú y Alejandro manipularon las herencias, que falsificaron documentos para
Último capítulo