Bianca
La casa, que antes parecía un santuario de lujo y poder, ahora era una prisión de incertidumbre y peligro. Cada paso que daba me parecía más pesado, como si el aire estuviera impregnado con el eco de la amenaza, con la sombra de la traición que aún se cernía sobre nosotros. El ataque había sido rápido, tan inesperado que casi me costaba creerlo. Me había sentido invulnerable hasta ese momento. Pero ahora, después de escuchar los gritos y los disparos, la realidad se asentaba sobre mí con todo su peso.
Luca estaba a mi lado, sus pasos firmes, su presencia una constante que me arrancaba la calma que tanto deseaba. No podía dejar de mirar sus ojos, llenos de determinación. Cada vez que me mira