8

Bianca

La casa, que antes parecía un santuario de lujo y poder, ahora era una prisión de incertidumbre y peligro. Cada paso que daba me parecía más pesado, como si el aire estuviera impregnado con el eco de la amenaza, con la sombra de la traición que aún se cernía sobre nosotros. El ataque había sido rápido, tan inesperado que casi me costaba creerlo. Me había sentido invulnerable hasta ese momento. Pero ahora, después de escuchar los gritos y los disparos, la realidad se asentaba sobre mí con todo su peso.

Luca estaba a mi lado, sus pasos firmes, su presencia una constante que me arrancaba la calma que tanto deseaba. No podía dejar de mirar sus ojos, llenos de determinación. Cada vez que me miraba, parecía leerme, como si pudiera ver más allá de mi fachada de fortaleza, como si pudiera tocar mis miedos más profundos. Y, sin embargo, a pesar de la urgencia de la situación, algo en su cercanía me tranquilizaba, aunque no debía permitirlo.

"No es el momento para pensamientos débiles", me reproché mentalmente. No podía permitir que la presión de la situación, ni la fuerza de mi atracción hacia Luca, me nublaran la mente. Estaba al frente de mi familia, al mando de una organización peligrosa, y no podía permitirme perder el control. Ni siquiera ahora.

"Vamos a reforzar la seguridad", dijo Luca, su voz baja, casi como si estuviera tratando de calmarme sin decirlo abiertamente. "No quiero que nada ni nadie pueda acercarse a ti sin que lo sepamos."

Asentí, más por instinto que por convicción, mientras veía cómo ordenaba a los hombres que se quedaran en los puntos estratégicos de la casa. Todos confiaban en él. Todos, excepto yo.

El roce de su mano contra mi espalda me sacó de mis pensamientos. La suave presión fue suficiente para hacerme sentir su cercanía de una manera aún más intensa. Quise apartarme, querer algo de distancia entre nosotros, pero no lo hice. No quería. Era como si el peso del poder que me había sido asignado se desvaneciera cuando Luca estaba cerca. Como si no importara cuán peligrosa fuera la situación. Pero no podía darme el lujo de pensar así. No ahora.

La tensión crecía, no solo en mi entorno, sino dentro de mí. Cada uno de sus movimientos, cada palabra que salía de su boca, me hacían cuestionar mi propia fortaleza. ¿Era suficiente mi capacidad para manejar esta situación? ¿Podía confiar en todos a mi alrededor, o estaba condenada a caminar por una cuerda floja, atrapada entre el poder y mis emociones?

Luca volvió a mirarme, su expresión seria pero protectora. "No estás sola en esto. Tienes que saberlo."

"Lo sé", respondí, aunque mi voz sonaba vacía, como si estuviera convencida de algo que, en el fondo, no era cierto. Estaba rodeada de gente, pero nunca había sentido tanta soledad. No solo física, sino emocional. El poder, aunque me lo habían otorgado, parecía poner una barrera entre yo y todos los demás. Los veía a través de un cristal, desde un lugar elevado, pero vacío.

El silencio en la casa era denso, pesado, como si estuviera esperando que alguien hiciera el siguiente movimiento. Los hombres de la familia Moretti se movían rápidamente por los pasillos, reforzando la seguridad, asegurándose de que no quedara ningún rincón descubierto. A pesar de la urgencia de la situación, no podía quitarme la sensación de que todo esto era solo el principio de algo mucho más grande, algo que ya no podía controlar.

Luca se detuvo frente a mí, su mirada fija en la mía, su respiración calmada, pero yo podía percibir la tensión bajo su piel. "No puedes seguir lidiando con todo esto sola. No tienes que hacerlo."

Me detuve, mi corazón dando un vuelco ante la cercanía de su rostro, ante la intensidad de sus palabras. La electricidad entre nosotros era palpable, y por un momento, quise creer que todo lo que había estado reprimiendo, todo lo que había tratado de ignorar, se disolviera en ese instante. Pero no podía.

"Esto no tiene nada que ver con ti", respondí con dureza, más para convencerme a mí misma que para él. Mi voz sonaba más fría de lo que pretendía, pero no me importaba. No podía permitirme ser vulnerable. No podía.

"Claro que tiene que ver conmigo", replicó Luca, su tono sin la dureza que había mostrado al principio, más suave, pero igualmente firme. "Si algo te pasara, me destruiría. ¿Lo entiendes?"

Mis ojos se encontraron con los suyos, y durante un segundo, el mundo se desvaneció. Su proximidad, su preocupación, su sinceridad... Todo se apoderaba de mí de una manera que no estaba preparada para afrontar. ¿Qué quería decir con eso? ¿Por qué me hacía sentir como si no pudiera escapar de la tensión entre nosotros?

"Solo quiero que estés a salvo", añadió, su tono un susurro cargado de algo que no pude descifrar. "No quiero que te arriesgues más de lo necesario."

Su cercanía me paralizó. Lo observé por un largo momento, mis pensamientos dispersos, mi cuerpo rebelándose ante la necesidad de alejarme de él. ¿Por qué, con todo lo que estaba pasando, sentía que la mayor amenaza provenía de dentro de mí misma?

La puerta se abrió de golpe, interrumpiendo el momento. Era uno de los hombres de confianza de mi padre, su rostro tenso, la preocupación evidente. "Se ha encontrado a uno de los atacantes. Está detenido."

La noticia me sacó de mi ensimismamiento, pero mi mente no dejaba de regresar a la conversación que acababa de tener con Luca. ¿Qué significaba todo eso? ¿Cómo podía seguir confiando en él cuando mis emociones me hacían ver cosas que no debía?

"Voy a hablar con él", dije, tratando de mantener mi autoridad, aunque las palabras me sonaron vacías, como si la fuerza que me caracterizaba estuviera desvaneciéndose. "Reúnan a todos. Necesito saber todo lo que podamos."

Luca me siguió, su sombra inquebrantable detrás de mí, pero ahora algo había cambiado. No era solo el protector que siempre había sido. Ahora, algo más se filtraba en sus gestos, en su mirada. Algo que me desconcertaba. Algo que me aterraba.

A medida que me dirigía hacia la sala donde tenían al prisionero, la incertidumbre crecía. Lo sabía, la batalla dentro de mí apenas comenzaba. Mi imperio estaba a punto de enfrentarse a una nueva amenaza, pero no era la única lucha que debía librar. La guerra por mantener mi poder no solo incluía a los enemigos fuera de las puertas de mi casa. También incluía la guerra silenciosa que se libraba dentro de mí.

Cada paso que daba me acercaba más a una verdad incómoda, una verdad que no quería aceptar, pero que no podía evitar. Luca... había algo en él que me estaba cambiando. Y ya no sabía si estaba dispuesta a luchar contra ello o si lo dejaría consumirme.

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