BiancaEl vestido negro de Bianca Moretti se adhería a su cuerpo como una segunda piel mientras el viento frío de Milán azotaba su rostro. Las gotas de lluvia caían implacables sobre el cementerio, mezclándose con las lágrimas que se negaba a derramar frente a los presentes. Su mirada, fija en el ataúd de caoba que descendía lentamente hacia las entrañas de la tierra, permanecía impasible, casi glacial. Dentro de ese féretro yacía Gianni Rizzo, su prometido, el hombre que debía convertirse en su esposo en menos de tres meses.Ahora solo quedaban flores, condolencias vacías y un anillo de compromiso que pesaba como plomo en su dedo anular.A su lado, Salvatore Moretti, su padre, mantenía una mano firme sobre su hombro. A sus sesenta y dos años, el patriarca de la familia Moretti seguía imponiendo respeto con su sola presencia. Las canas en sus sienes y las arrugas en su rostro no habían disminuido el temor que inspiraba en los círculos más oscuros de Italia.—Es hora de irnos, _figlia m
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