BIANCA
El olor a pólvora y sangre impregnaba el aire. Bianca se arrodilló junto al cuerpo de Luca, que yacía inmóvil sobre el suelo de mármol. La mancha carmesí se expandía bajo su torso como una flor macabra. Sus dedos temblorosos buscaron el pulso en su cuello.
—Sigue vivo —murmuró para sí misma, sintiendo el débil latido bajo sus yemas.
El caos reinaba a su alrededor. Los disparos habían cesado momentáneamente, pero los gritos y el sonido de cristales rotos continuaban en la planta baja de la mansión. La emboscada había sido perfectamente orquestada: atacar durante la reunión familiar anual, cuando todos los Moretti estarían presentes.
Bianca rasgó la camisa de Luca para examinar la herida. La bala había entrado por el costado izquierdo, pero no parecía haber dañado órganos vitales. Presionó con fuerza usando un trozo de tela.
—Resiste, maldita sea —le susurró al oído—. No te atrevas a dejarme ahora.
El walkie-talkie en su cinturón crepitó.
—Donna Moretti, están entrando por el ala