Hay momentos en la vida en los que todo parece un equilibrio frágil, como caminar sobre una cuerda floja sin saber si la caída será inevitable o si la red de seguridad aparecerá justo a tiempo. Ahora, aquí, en este preciso instante, me encontraba en esa cuerda floja, sin saber si lo que me esperaba era una oportunidad para volar o una caída estrepitosa que me destrozaría.
La tensión entre Kael y yo había alcanzado un punto en el que la atracción, que ya de por sí era innegable, chocaba con el odio visceral que sentía por él. La marca. Esa estúpida marca que llevaba en la piel como un recordatorio constante de lo que había sido mi vida hasta ahora, de lo que me había costado llegar hasta aquí. ¿Cómo podía deshacerme de ella cuando aún sentía su peso sobre mi alma?
Pero ahí estaba él, frente a mí, con esa mirada que parecía perforar hasta lo más profundo de mi ser, y esa voz grave que susurraba promesas que no sabía si debía creer.
—¿Sabes qué pasaría si decides quedarte conmigo, Aurora