Lo peor de ser Omega no es el dolor de la transformación ni la soledad que nos arrastra. Lo peor es saber que, en cualquier momento, alguien podría descubrir lo que realmente eres, y entonces ya no habría vuelta atrás. Siempre he vivido con ese miedo latente, una sombra que me acompaña y que jamás puedo ignorar, ni por un segundo.He aprendido a ser invisible, a no destacar. La gente pasa por mí sin mirar, y ese es el único privilegio que me queda. Un simple roce con la multitud, un juego de sombras y susurros. Los Alfas, los dominantes, los cazadores, siempre a la espera de encontrarme, de marcarme, de reclamarme. Porque eso es lo que hacen con las Omegas. No somos más que objetos, propiedad, carne que ansían poseer. Y yo, durante años, he jugado a esconderme.Mi vida está hecha de escapatorias y falsas sonrisas. Vivo en una ciudad donde los Alfas gobiernan con puño de hierro, donde las leyes del respeto y el dominio no existen, solo el poder. Mi trabajo, mis días, mis rutinas, todo
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