El bosque estaba más oscuro de lo habitual esa noche. La luna, llena y brillante, colgaba en el cielo como un faro frío que iluminaba mi destino. Había llegado el momento de buscar respuestas, de desafiar lo prohibido. Las antiguas leyendas hablaban de un ritual ancestral para comunicarse con la diosa Luna, la guardiana de todas las marcas y almas que llevábamos dentro. Pero también advertían que nadie debía intentar ese contacto sin estar preparada... y yo, con el corazón en llamas y el alma llena de dudas, estaba a punto de romper esa regla.
Me adentré en el claro sagrado, un lugar oculto donde la energía de la manada convergía con la fuerza de la naturaleza. A mi alrededor, las sombras se movían como susurros invisibles, y el viento parecía contener la respiración. Coloqué en el suelo un círculo de piedras antiguas, cada una grabada con símbolos que apenas recordaba de los libros de la manada. Encendí una vela con una llama que danzaba errática, y me arrodillé en el centro, cerrand