Volver nunca es fácil cuando dejas atrás más que un lugar: dejas dudas, rencores y cicatrices. Pero ahí estaba, de nuevo en el corazón palpitante de la manada, rodeada por miradas que ardían con desconfianza y algún que otro reproche no tan oculto. Mis pasos resonaban en la tierra húmeda mientras avanzaba, cada mirada clavada en mí como una daga helada.
“¿Alfa?”, murmuraron algunos. “¿Una loba entre lobos?” Otros simplemente negaban con la cabeza, como si un espejismo intentara apropiarse del trono que no le pertenecía.
No podía culparlos. Había perdido mucho tiempo en mi exilio, lidiando con el caos interno que me devoraba, y el vacío que dejé había hecho que la manada se tambaleara. Pero mi regreso no sería para mendigar respeto ni plegarse a sus miedos. No. Mi arma no sería la violencia. La fuerza bruta no iba a imponer mi liderazgo. Tenía algo mucho más poderoso en mis manos: estrategia, inteligencia y un instinto afilado que ni el más antiguo de los betas podía igualar.
Kael esta