LA ESPOSA DEL DIABLO

LA ESPOSA DEL DIABLO ES

Romance
Última actualización: 2025-11-04
ANGEL DE LAS LETRAS  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Angela Chenco huyó del infierno con el cuerpo herido y el alma rota. Durante cinco años sobrevivió en las sombras, con el dinero que le dieron por la venta de su riñón —literalmente— para comprar su libertad. Nunca imaginó que el amor la encontraría disfrazado de peligro, deseo y poder… ni que la arrastraría de nuevo al abismo. Bruno Donovan, un mafioso ruso tan letal como irresistible, la elige como su esposa. Cuando ella le salva la vida, lo que parece una historia de redención se convierte en una danza macabra de secretos, traiciones y sangre. Angela descubre que su pasado no está enterrado, sino esperándola… con un precio muy alto. Un padre que es un monstruo, capaz de vender a sus hijas sin piedad. Bruno, su esposo, quiere usarla como carnada para cazarlo. Pero no contaba con que Angela no es una víctima: es una mujer forjada en el dolor y lista para la venganza. En un mundo donde el amor puede ser un arma y la verdad una sentencia de muerte, Angela deberá elegir: ¿vengar a los muertos… o salvarse a sí misma?

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Capítulo 1

Capítulo 1.

POV Ángela

Flashback.

Intentaba darle consuelo a mi hermana Amelia, la fiebre era tan alta que ardía en mis brazos, su piel tan caliente como si el mismo infierno la buscara.  Ella lloraba. Gritaba que le dolía, que tenía frío. No sabía cómo socorrerla. Apenas tenía catorce años, las rodillas rasguñadas y el alma hecha pedazos. Mi madre estaba en la puerta, sosteniéndose y sangrando por la ceja, después de que mi padre la golpeara por una cerveza, mi padre estaba ebrio y furioso, destruía todo a su alrededor.

—¡Deja de llorar, maldita sea! —gritaba, y el eco de sus golpes contra la pared me hizo cerrar los ojos.

Solo deseaba protegerlas. Pero era demasiado pequeña. Demasiado frágil, mi hermana era mayor, pero su cuerpo siempre fue frágil pues una enfermedad no tratada la consumía.

Fin del flashback.

Desperté respirando con dificultad. El sudor empapaba mi espalda. Mi corazón parecía querer salir de mi pecho como si aún estuviera allí, en ese infierno que prometí no volver a pisar. Tardé unos momentos en recordar dónde estaba. La luz parpadeante del farol afuera. El crujir de la madera antigua. El sonido lejano del mar.

Cendoya, un pueblo olvidado en la costa del sur de Italia. Tres mil habitantes. 5 policías. Un único centro de salud.

Y yo una pasante de medicina apunto de recibirse.

Me senté al borde de la cama. Observé mis manos. Ya no temblaban.

—Ya pasó —murmuré. A nadie. A mí misma. A mis sombras.

Faltaba una hora para mi turno. Eran las ocho en punto. A las nueve debía reemplazar a Clara, la enfermera principal que dormía más de lo que trabajaba. Me puse el uniforme blanco habitual. Ajustado, limpio, sin manchas, sin historia. Mientras me cambiaba, mis dedos tocaron la cicatriz en mi abdomen.

Mi marca.

Mi libertad.

Cerré los ojos un instante. Aquella noche en la clínica clandestina volvió como un golpe. El olor a formol barato. La lámpara sucia. Las correas que apretaban mis muñecas. El bisturí que abría mi piel, me quitaron un riñón y parte del hígado.  Pero me dieron algo mucho más valioso: una segunda oportunidad y lo volvería hacer, vendería cualquier parte de mi cuerpo si eso me daba la libertad que ahora tengo. Nadie comprendía lo que eso representaba para mí.

**

El trayecto al centro de salud estaba desierto. Un viento salino soplaba desde la costa, trayendo consigo la sensación de que algo no estaba bien. Lo supe desde que puse el pie dentro.

Clara me saludó con un bostezo.

—Todo tranquilo. Como siempre. Me voy, que mi marido se pone nervioso si tardo de más.

—Ve. Buenas noches, le respondo entrando.

Cierro la puerta y cinco minutos después, el caos comenzó.

Primero, se oyeron las explosiones.

Una. Dos. Tres.

Luego, los gritos.

Motores rugiendo por la calle principal. Luces que cortaban como cuchillos a través de las ventanas. Y luego, la alarma del pueblo. Una sirena antigua que solo se activaba en emergencias serias. Muy serias.

Me apresuré a asegurar la puerta con llave. Estaba girando el picaporte cuando lo vi.

O, mejor dicho, entró empujando la puerta con fuerza. Con un arma en la mano.

—¡No se te ocurra gritar!

La voz era grave, urgente y amenazante. Vestía una chaqueta oscura empapada de sangre, con la cara cubierta de sudor y unos ojos afilados como cuchillos.

—¿Qué. . . qué deseas?

—Me hirieron. Necesito que me cures. Ahora.

Apuntaba directo a mi pecho. Pero lo que más miedo me daba no era el arma. Era su mirada. Esa mirada no temía a la muerte. Y eso le hacía más temible.

—Deja la pistola o no te ayudaré —le respondí.  Mi voz me sorprendió. No temblaba.

Él apretó los dientes. Vaciló. Luego escondió el arma bajo su chaqueta.

—Tampoco te interesaría que muera aquí. A menos que quieras que vengan por mí. . . y termines en una bolsa negra junto a mí.

Lo llevé a la camilla de la sala de curaciones. Sus manos estaban frías, pero su respiración era fuerte. Tenía dos heridas balas: una en el hombro izquierdo y otra en el costado derecho. Revisé rápidamente, tratando de evitar su mirada. Me enfoqué en la sangre, en la piel, en la lógica médica.

—Las heridas son limpias. No hay balas dentro. Entraron y salieron —dije, desinfectando—. Has tenido suerte.

—Tengo experiencia —respondió con un tono sarcástico.

—¿En qué? ¿En ser Asesino?

—En saber de heridas, me operaron hace años, me trasplantaron el hígado y el riñón.

Mis manos se detuvieron.

—¿Cuándo?

—Hace cinco años. En otoño. No recuerdo el lugar. Me estaba muriendo y pagué por una cirugía clandestina.

Mi corazón se detuvo.

No. No puede ser.

—¿Qué? —preguntó él, notando mi expresión.

—Nada.

No era posible. ¿Y si era él? ¿El receptor de mis órganos? No. Era una coincidencia demasiado grande. Demasiado retorcida. Demasiado. . . real. Deje de pensar y me concentre en curar sus heridas.

Estaba a punto de terminar de vendarlo cuando escuchamos gritos nuevamente. Personas corriendo. Disparos cada vez más cerca. Dos policías tocaron y traían armas cargadas.

—¡Doctora! ¡Cierre esto de inmediato! ¡Váyase a casa!

—¿Qué sucede?

—Mataron al jefe del pueblo. Y a tres de sus hijos. Están buscando al culpable. Váyase antes de que sea demasiado tarde.

Cerraron la puerta de golpe. Cuando volví, él ya estaba de pie y había sacado su arma otra vez.

—Tú no vas a irte —dijo—. Me vas a esconder. Ahora.

—¡¿Qué hiciste?! —grité—. ¡Eran inocentes!

—No —respondió apretando los dientes—. No lo eran. Esos tipos mataron a mi madre. A mi hermana. Y si me atrapan, no me importa, solo hice justicia.

—¡Tú no eres un juez!

—¡Y tú no eres mi conciencia!

Apuntaba a mi cabeza. Su pulso era firme. El mío no.

—Escóndeme, si me atrapan te mato antes.

Lo detestaba.  Lo detestaba con cada fibra de mi ser. Pero mis piernas se movieron. Mis manos temblorosas abrieron el armario de suministros.

—Ahí. Métete.

Él entró. Cerré la puerta.

Y me recargué contra ella. Respirando como si el mundo fuera a desmoronarse otra vez.

Pensé que había logrado escapar del infierno. Sin embargo, el infierno me halló. Y posee ojos azules y mirada de hierro.

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CINVAN
Atrapada ... muy bueno el inicio
2025-11-05 10:49:23
0
6 chapters
Capítulo 1.
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
CAPÍTULO 6
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