Ana y Martín son dos jóvenes afortunados, pues proceden de familias muy adineradas y con apellidos que pesan dentro de la sociedad de su país, pero a pesar de eso, cada uno tiene un pasado que los marco de maneras diferentes. Mientras Ana es una mujer fría y calculadora, Martín es un hombre lleno de calidez y sonrisas para todo el mundo. Cada uno tiene un mundo por descubrir, un mundo al que siempre se han cerrado, pero que al conocerse, aprenden a descubrir. Viven día a día luchando para no dejarse alcanzar por sus oscuros pasados y que se dañe todo lo que de forma inesperada construyeron y llamaron "amor". ¿Será suficiente el amor que se tiene? ¿O definitivamente el pasado los alcanzara y los dejara en cenizas?
Leer másMARTÍN.
Hoy es el bautizo de mi linda sobrina Isabella, la hija de mi hermanastro Cristobal, él y sus padres me recibieron cuando perdí a mi familia. Estamos en una pequeña habitación terminando de alistar nuestras ropas como la norma lo dicta, pues nuestra madre, Mariana, no permitiría por nada del mundo que la celebración fuese sencilla.
Miro a mi hermano, tan elegante como siempre y me lanzo sobre él para jugar un rato, porque gracias a ese hombre y su esposa Katerina es que hoy estoy vivo.
—Ella va a venir Martín. —Lo miro con un poco de sorpresa, pues hace casi un año que no se nada de Ana.
—¿Cómo lo sabes?. —Mi garganta se siente seca y mis manos sudan.
—Katerina logró convencerla y no viene sola, no lo vayas a arruinar por favor. —Veo cómo se ajusta la corbata con firmeza y me mira de manera fría a través del espejo.
—No, no lo voy a arruinar, lo prometo.
—Si te sientes mal, prometeme que vas a acudir a nosotros antes de salir corriendo. —Sus ojos están llenos de angustia y temor.
—No me voy a sentir mal.
—¿Por qué?.
—Porque debo cargar con las consecuencias de mis actos. Y esto son solo consecuencias.
Ajusto mi saco y salgo caminando con dirección al auto, con la mente nublada y asustado, no se que voy a ver ni cómo la voy a ver, pero se que desde ya mi corazón está demasiado ansioso.
Llevo 5 meses sobrio y once meses separado de Ana, del amor de mi vida y de la única mujer que he sabido amar, era la prueba de que el amor existe, por lo menos para mí y de que yo podía amar, pero la perdí, por mentiroso, por cobarde, por dejarla sola y por romper todas las promesas que le había hecho.
Aunque la verdad sea diferente a la que ella y todos tienen en la cabeza, ella seguirá pensando que yo la abandoné en el hospital, luego de que lo perdimos todo por mi culpa, por no ser honesto con ella y sobre todo por no protegerla como era debido.
Mis nervios aumentan mucho y mis manos no paran de sudar, siento como una mano se posa sobre mi hombro y me volteo.
—¿Cristobal te contó?. —La mirada de mi dulce cuñada me invade.
—Si, espero que esté bien.
—¿Cómo te sientes con eso?
—¿Con que?
—La vas a ver de nuevo, no es algo fácil de asimilar. —Me quedo en silencio, mirando al lujoso auto que nos va a transportar.
—¿Vamos?. —Pregunta mi hermano.
—Vamos. —Contestó firme y acarició la mejilla de mi cuñada.
En la iglesia no la veo, pero supongo que también es debido a que estoy muy concentrado en la ceremonia y en distraer a la traviesa Isabella, aunque confieso que prefiero mantener mi cabeza gacha y levantarla solo para lo necesario, esta timidez no se de donde sale, pero es realmente incómoda.
Ya que llegamos al grandioso salón de recepción en el que se realiza la fiesta, organizada por supuesto por mi madre adoptiva Mariana, mi estado de ánimo y mis nervios se vieron realmente afectados, siento un poco de ansiedad.
La veo de pie, junto a un elegante hombre, que le habla suavemente al oído, mientras ella sonríe y lo mira de manera coqueta, no puedo evitar sentirme un maldito psicópata al seguir cada uno de sus movimientos, uno a uno, desde que entro, la veo mientras está siendo halagada por todos, menos por mi, mi cuerpo se enciende de rabia.
Sigo el sencillo movimiento cuando lleva la copa de vino a su boca y la veo beber, añoro ese primer beso que le di, los recuerdos llegan a mi mente como dagas y la sed por besarla nuevamente me invade.
Se levanta y la veo caminar directo a los baños, algo en mi se activa, supongo que mis ganas de tenerla, o mis celos que me están comiendo vivo, o las ganas de arrancarme el corazón cobarde que me gobierna. Pero la quiero a ella y no voy a dejar que nada me detenga hoy.
Me acerco tan sigilosamente como los nervios me lo permiten, al verla frente a la puerta del baño, mi mente deja de trabajar y es mi instinto el que da pie a cada una de las acciones y decisiones que estoy por tomar. Pero tampoco me arrepiento de ninguna.
La empujó dentro del baño, tomándola por la cintura, en un rápido movimiento cierro la puerta y colocó la trabilla, su rostro está ahora casi pegado a una pared. Me acerco a su oído, pero primero huelo su aroma tan dulce y fuerte.—¿Así que traes compañía?.
—¿Qué te importa?. —Escupe molesta, su cuerpo se tensiona y hace fuerza en un intento por huir de mí.—De ti todo. —Siento cómo se ríe y se va relajando. —El siempre mentiroso y conveniente Martín...—Dime que no me extrañaste y me voy. —Vete y déjame en paz. —Se retuerce una vez más, pero no la suelto.
Ahora mis labios, están recorriendo su cuello, no lo beso, solamente lo rozo con mis labios y ella que al principio se estaba resistiendo, ahora mismo se queda quieta y la escucho suspirar.
—Eres hermosa, te sigo amando como el primer día Ana.
—No lo hagas. —Parece más una súplica.Pero no puedo evitar colocar mis manos alrededor de su cintura y girarla, para colocar mi frente sobre la suya y sentir esa paz que solo ella me sabe dar. Y ahí es cuando mi mundo gira, y dejó de controlarme.
—Perdoname Ana, pero no puedo evitarlo. Sin secretos, lo prometo.
Me lanzo sobre sus labios, sin piedad, los tomo y siento que nuevamente soy feliz, en medio del beso siento que sonrío, pero son más las ganas de tenerla para mi, que cualquier otra cosa.
En la suite presidencial de un lujoso hotel en París, un hombre elegante, imponente y soberbio, sostenía un vaso con whisky, mientras observaba con severa lasciva a las dos mujeres que estaban en su cama, una rubia y una pelirroja. Jugaban entre si, con sus cuerpos, con sus lenguas recorrieran el cuerpo de la otra y sus dedos eran usado para complacerse mutuamente. La visión para cualquier mortal era seductora, provocadora, para algunos podrían pasar por indecentes, el hombre quería interferir, pero no podía. —¡Toquense! —ordeno. Las mujeres que se encontraban disfrutando de sus cuerpos obedecieron, sus manos viajaron delicadamente a sus prominentes senos, luego a sus cinturas. Poco a poco cada una disfrutaba con más deseo de todo cuanto tocaban o donde introducían sus dedos. Besaban, lamian, mordían. Los gemidos inundaban la habitación y aunque el joven era consciente de lo que allí sucedía, parecía sordo. Se levantó de la silla que estaba ocupando y se acercó a las dos mujeres, l
MARTÍN.No se cuantas palabras sean necesarias o cuantas acciones sean requeridas en la vida, para demostrarle a alguien que se le ama, solo se que en mi caso, nunca será suficiente.Pasar por tantas rehabilitaciones, sentirme siempre solo, sentirme siempre un punto negro en medio de paredes blancas y brillantes nunca fue fácil, sabía que tenía una familia y aunque fue difícil de aceptar, ello nunca se rindieron, al principio creí que lo hacían por obligación, pero luego con el pasar de los años me demostraron su amor, con acciones y palabras, me apoyaron, me acompañaron y en cada caída me levantaron.Me había separado de ese mundo corrupto en el que había entrado por voluntad y de la mano de Xiomara, era hermosa, de eso no había duda para nadie, pero ella era como un vicio, era como el diablo en forma de mujer, tenía todos los pecados tatuados en su alma, pero la lujuria y el exceso eran los que más disfrutaba vivir junto a ella. Cuando todo se fue a la mierda, cuando el destino me d
—Sofía, vamos a llegar tarde, por favor apresúrate.Raúl, no estaba acostumbrado a la rutina de belleza de su por fin ahora esposa, si se habían casado en una boda nada sencilla, todo lo contrario, meses después del matrimonio de su hija, una celebración casi escandalosa se celebró en la playa, un vestido acorde a la edad de la mujer y con la elegancia que siempre la había caracterizado.Los miembros de la gran sociedad podrían haber hecho miles de preguntas e inclusive tratarla como una mala mujer, pues se conocía de la situación que pasaba su ex marido, sin embargo nadie se atrevió a decir nada, porque también sabían que no era precisamente una mujer que fuese tratada con devoción. la pareja tenía demasiada prisa, pues las nupcias rondaban su familia, esta vez era el turno del joven Stephen que había recibido la propuesta de su pareja y amor eterno, es que su padre tanto le prohibió tener durante la adolescencia y en la secundaria. Se habían reencontrado en un evento mundial, el u
—¡No podemos seguir así! No aquí Cristobal, respeta. —Tu me haces perder la cordura ¿qué estabas pensando cuando te colocaste ese vestido?Una risa coqueta invadió el silencioso lugar, estaban en una pequeña habitación de la cabaña que un día había pertenecido a los padres biológicos de Martín. La pareja de esposos, que ahora actuaban como recién casados, había llegado con un par de días de anterioridad, para estar al pendiente de cada detalle de la boda, si bien tanto Ana como su rubio prometido querían algo de lo más sencillo, ni la madre de la mujer y mucho menos la sofisticada Mariana, madre adoptiva del joven lo iban a permitir. La pareja había cedido en casi todas las peticiones de las futuras abuelas, pues lo único que a ellos les interesaba era estar unidos por la ley y Dios, aunque si dieron una negativa rotunda a una lista de invitados que parecía más bien un libro de 600 páginas. Ana fue clara.—Seremos 13 personas, ni una más ni una menos, no necesito personas desconoc
Para Bryan dejar sola a Xiomara no había sido sencillo, pero fue una mujer de alta sociedad la que lo había empujado a tomar tan radical decisión, iba a ser padre y eso era algo que había cambiado su manera de pensar. Pero indudablemente había cambiado sus sentimientos, el día en que se dio el primer encuentro entre la pelirroja y el padre de Ana, mientras el joven aguardaba a que su compañera de toda la vida saliera de ese lugar, encendió un cigarrillo. —Señor aquí no puede fumar —el miedo en la voz de la asistente personal de Raúl, era perceptible. Pero es que como no sentirlo, frente a un hombre de poco más de 1.85 de altura, con las manos llenas de tatuajes y el cuello en igual proporción, sus ojos verdes eran invasivos y penetrantes, sus manos eran fuertes y sus músculos se marcaban a través de la camiseta negra de una banda de rock, los jean no estaban rotos, pero si gastados y las botas negras a medio amarrar, lo hacían diferente para el lugar en el que se encontraba y el c
Una hora después Katerina había logrado salir de la casa, dejando a su pequeña en manos de la niñera, había decidido que necesitaba estar con Ana, necesitaba un tiempo para ella y Ana por supuesto que la secundo.En lo que la castaña cambiaba su ropa y llegaba a la puerta para devolverse, la rubia envió un mensaje de texto a su cuñado y futuro esposo.“vamos de compras”Los ojos de Cristóbal se cristalizaron en medio de una importante reunión, no le dio pena, no sintió temor de soltar sus sentimientos, pues la esperanza de que su mujer estuviese contemplando salir de la casa eran pasos de gigante en su recuperación.Porque si se habían dado cuenta que las enfermedades físicas son tan fuertes y afectan a los que te rodean tanto como las mentales. Llevaba seis meses sufriendo por el dolor de su esposa, cuando la recogió aquel trágico día, era como si se tratara más bien de una niña, no abrió los ojos hasta doce horas después, donde sus ojos estaban perdidos, lo miró pero era como si es
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