EL CANIDO DEL INFIERNO.
En el bosque el clima se había vuelto más cálido, el dulce amanecer ya no era tan solitario como antes para Elisa, pero extrañaba a su hermano, y anhelaba con su alma el conde dragón, a pesar de tener una compañía muy extraña con Didier, que había decidido quedarse a vivir en la cabaña, Didier había prometido a su madre que la protegería de cualquier amenaza, pero ella ahora estaba muerta.
Por lo cual Didier deseaba cumplir esa promesa con Elisa que tan parecida a su madre, a Didier la hermosa Elisa le hacía recordar a su madre, de vez en vez Didier se le quedaba mirando embelesado, pero lo hacía de forma disimulada, debido a que quizás Elisa notaria que ella estaba mirando de una forma extraña.
Didier sabía que Elisa se había quedado sola, y no deseaba por razón alguna abandonarla tal como había hecho antes con su madre, esta vez, la cuidaría a toda costa, y ese remordimiento del pasado le obligo a Didier, a quedarse, cuando jamás había estado dispuesto a quedarse en ningún lugar, y