Luca
La humedad de la bodega se colaba por las paredes, lenta y pegajosa, como una lengua arrastrándose por el concreto. Olía a óxido, a pólvora reseca, y a algo más… algo que los hombres como yo podíamos oler antes de que ocurriera: traición.
El tipo estaba sentado en una silla de metal, las muñecas atadas detrás del respaldo con una cuerda gruesa que ya le había cortado la circulación. El sudor le chorreaba por la frente, pero su mirada tenía aún esa arrogancia sucia de los que creen que pueden negociar hasta el último aliento.
Pobre imbécil.
Di un par de pasos, lentos. No porque necesitara pensar lo que iba a