Nora, una joven común y corriente, ve su vida trastornada cuando descubre que su padre, líder de una influyente banda urbana, la ha involucrado indirectamente en los negocios ilegales de la organización. A medida que las tensiones aumentan dentro y fuera de la pandilla, su padre toma la decisión de asignarle un guardián para su seguridad: Diego, un miembro respetado y temido dentro del grupo. Diego odia cuidarla y ella odia sentirse vigilada. Puede que encuentren una forma de hacerlo todo más ameno.
Leer másNunca había sido fan aférrima de mi familia. Cuando mi madre nos abandonó por irse con su amante, mi padre se volcó al completo en su vida de bandas y el mundo ilegal y fue como si me quedara sola. Él estaba siempre ocupado, manteniéndome al margen, y yo estaba pasando por una adolescencia difícil. Nos distanciamos tanto que cuando decidí irme de casa por la universidad sentí que nos quité un peso de encima. De vez en cuando me llamaba o yo a él, y el tema de vernos era raro porque casi nunca teníamos algo de qué hablar.
Ese día yo estaba estudiando cuando él me llamó.
—Ven al club.
—¿Qué club? El único que me interesa ahora es uno de estudio.
Lo escuché resoplar. Mi padre era el jefe de una banda, me había hablado de que tenían un club en la ciudad dónde hacían sus trabajos y esas cosas pero realmente nunca le presté tanta atención. Él me quería lejos de todo y yo lo prefería así.
—Te quiero aquí en menos de una hora —sentenció.
Desde hacía muchos años que me hablaba así, como si fuera mi jefe también. ¿Se le olvidaba que era su hija?
—¿Vas enserio? Estoy ocupada con mis últimos trabajos de la universidad. Te recuerdo que me gradúo en pocos meses.
—Joder, no seas cabezota y ven aquí, es importante.
—No. Además, es como una hora de viaje.
—Te pareces a tu madre. —Eso era algo que me decía mucho y me molestaba. Yo no era como mi madre, yo no había dejado a mi hija de lado ni por otra familia ni por el trabajo.
Al final le colgué, tiré el teléfono sobre mi cama y me puse los audífonos para seguir con el ordenador. Pude estar un par de minutos metida en mi propia cabeza para cuando la música paró por otra llamada. Resoplando lo acepté.
—¿Qué quieres, papá? De verdad que estoy súper liada.
—Quiero que vengas y no me hagas ir a por ti.
Yo jamás había ido al club, ¿qué pintaba allí? ¡Ni siquiera vivía en la misma ciudad! Pero supuse que si quería que fuera era por algo importante o lo suficiente como para no poder decírmelo por teléfono o esperar.
—Nunca has querido que pase por allí.
—Ahora es diferente, debes venir.
—¿Debo? —reté.
—Nora —me advirtió empezando a cabrearse—. Te paso la dirección.
Me colgó como si me forzara a ir solo por el echo de que me llegó un mensaje con la dirección de su estúpido club. Estaba en mitad de una carretera desierta saliendo de la ciudad, el GPS se volvió un poco loco para llegar. Parecía ser un edificio de pocas plantas abandonado si no fuera por las motos aparcadas fuera y la luz que salía por algunas ventanas. Además, de que había un bar justo al lado a pocos pasos y algunos hombres que había fuera se quedaron mirándome dentro del coche ¿Era allí? Empecé a dudar y no quise salir del coche pero mi padre salió por la puerta metálica del edificio de ladrillo y me hizo un gesto.
—Qué bien que me hayas hecho caso —dijo.
Resoplé.
—Contra antes te escuche antes podré volver a mi vida normal. ¿Qué quieres, papá?
Me miró con sus ojos oscuros como los míos. Mi padre siempre me pareció intimidante, desde que era pequeña lo había visto como un gigante para mi.
—Ven conmigo, es importante. ¿Has llegado bien?
—Sí, de maravilla —musité y devolví la vista a ese grupo de hombres que me miraban desde la esquina del bar—. ¿Esto es un club?
—Aquí hacemos todo lo necesario.
Atravesé tras él la puerta metálica y el olor a marihuana fue tan fuerte que tosí un poco. Había un clima muy de machos, todo era industrial y poco decorado aunque supuse que que faltaran cuadros y adornos era lo de menos cuando se dedicaban a hacer cosas ilegales.
—¿No hay nadie? —curioseé.
No se escuchaba ni un alma y eso me ponía los pelos de punta.
—Estarán en el bar —dijo sin más y me llevó por un lado de las escaleras hasta su despacho—. Siéntate.
Odiaba que me ordenaran cosas, pero lo hice porque ya quería volver a la residencia.
—¿Qué pasa? ¿No podías decírmelo por teléfono? Es tarde y estaba estudiando.
—Hemos estado teniendo problemas últimamente, se ha creado una nueva banda en el sur de la ciudad y parece que no tienen muy claro como funcionan las cosas.
—Y a mi no me interesan estos temas.
—Y no quiero que te interesen pero últimamente estoy muy liado y yo no puedo protegerte tanto como me gustaría.
Me reí. ¿Mi padre me había protegido? Si casi ni nos veíamos.
—No necesito que me protejas, nunca lo he necesitado.
—Pues ahora sí —soltó y se cruzó de brazos—. Te han amenazado.
—¿Qué dices? —me volví a reír pero lo vi tan serio...—. ¿De qué hablas?
—Ha sido esta nueva banda, así que vas a estar vigilada hasta que lo resuelva. —Yo estaba pasmada pero él levantó el teléfono por cable que tenía sobre la mesa y llamó a alguien—. Diego, ven a mi despacho, ella ya está aquí.
No me creía que todo aquello fuera enserio.
—Pensaba que me mantenías fuera de toda esto esto —conseguí decir—. No es justo.
—Ya deberías saber que la vida no es justa, Nora. Esto es lo que hay.
—No, no es lo que hay, es lo que tú has escogido.
—También escogí tenerte y protegerte y eso es lo que hago.
Y de repente toda mi vida corriente y sencilla se había trastocado.
La puerta se abrió y allí estaba él: Diego.
Su presencia imponente llenó la habitación con una energía intensa, como si trajera consigo la fuerza de un mundo al que yo no pertenecía. Era grande, casi como mi padre, podía distinguir la montaña de músculos que era bajo esa chaqueta de cuero y cuando dejé de imaginármelo sin camiseta me di cuenta de la maraña de tinta oscura que se extendía por su cuello perdiéndose bajo la ropa y volvía a asomarse por sus manos hasta curbirle los dedos.
Sus ojos, oscuros y penetrantes, se pasearon con respeto desde mi padre hasta mi, aunque estaba serio y rígido no pude evitar notar cierta tensión porque seguramente eso de cuidarme tampoco era su alegría.
—Ella es Nora, mi hija —me presentó mi padre y se levantó de su silla para palmearle el hombro a ese chico—. Y este es Diego, él te estará vigilando hasta que las cosas se resuelvan.
Estuve por decir que no necesitaba protección, pero yo no tenía ni idea de como funcionaba ese mundo en realidad y si él se sentía mejor con ello... Simplemente resoplé y me pasé las manos por la cara intentando organizar todo en mi mente.
—¿Puedo irme ya?
—Sí, a recoger tus cosas, te vas a quedar en una de las habitaciones del club.
Ahí sí me reí.
—Ya, ni de coña.
—¿Quieres que te asalten en la residencia? —me soltó y me sorprendió.
—¿Me estás chantajeando con el miedo de algo que es por tu culpa? —me levanté y me hundí en mi chaqueta de cuero, me la había comprado mi padre creo que para hacerme sentir más de su estilo—. ¿Tu sabes el lío que tengo allí? Si me quieres vigilar te las tienes que apañar porque yo no me muevo de la residencia. Tampoco es que esté a tiro de piedra mi Universidad.
Ni de broma. Me gustaba la residencia, había conseguido una habitación para mi sola y la verdad que vivir en el club de la banda no me dejaba tampoco muy segura. Además, tampoco me lo estaba tomando tan enserio.
—No seas así —me soltó.
—¿Así como?
—Ya sabes como.
—Si, ya, como mi madre. Me largo.
Les pasé por el lado, mi hombro golpeó el brazo de Diego y estaba tan enfadada que quería ir tirando cosas a mi paso, por si fuera poco había un revuelo de personas en la calle que entraban y salían y miraban mi coche.
De camino a la residencia el teléfono me empezó a vibrar, pensé que sería mi padre pero en un STOP revisé que era Noah, mi mejor amiga, lo dejé correr. Ella estaba un par de habitaciones alejada de la mia así que en cuando llegué al campus pasé por su habitación.
—¡Dios! —me saltó encima y me toco la cara—. ¿Pero estás loca? Pensé que te había pasado algo.
—¿A mi?
—¡Sí, idiota! ¿Qué has hecho en tu cuarto? Encima te vas y te dejas la puerta abierta.
Dudosa, me acompañó hasta mi habitación, Noah había cerrado la puerta pero cuando la abrí el enfado que llevaba se convirtió en algo de miedo. Todo estaba revuelto y me faltaba el ordenador.
—¿Dónde has ido? —insistió.
—A casa de mi padre —mentí—. Me voy a quedar uan temporada con él.
Quería mucho a Noah, lo sabía todo de mi pero no le conté de la charla de esa noche con mi padre ni de las amenazas. Conocí a Noah el primer año de universidad y teníamos un montón de planes para cuando termináramos los estudios, y para esos planes necesitaba tener una vida estable y sencilla.
—¿Por qué? —siguió preguntando pero me empezó a ayudar a recoger algunas cosas.
—Debe de haberle entrado depresión, lleva mucho tiempo solo.
—Tu padre debería echarse una novia.
—Dejaré que caiga esa conversación.
Doblé algo de ropa y la guardé en la maleta que llevaba mucho tiempo debajo de mi cama, olía a cerrado pero era lo que tenía. Noah me guardó los libros de clase y todos mis apuntes esparcidos en la mochila de clase y cargadas como pudimos bajamos a mi coche. Volví a subir solo por comprobar que no me faltara nada más: creía que no.
Rehice el paseo en coche hasta el club, llegué casi pasadas las doce de la noche y me di cuenta de que todo seguía muy vivo: había más motos y mujeres con poca ropa para el frío que hacía. Me volvieron a ver salir del coche y golpeé la puerta metálica del club.
—¿Y tú quién eres? —me preguntó el chico que me abrió y parecía ser casi menor de edad.
—Estoy buscando a Roy, es mi padre.
Pareció sorprendido y casi me pidió perdón por hablarme brusco. Gritó y mi padre apareció por el pasillo junto a las escaleras.
—¿Y bien?
Resoplé, odié darle la razón.
—Me han revuelto la habitación en la residencia y se han llevado mi ordenador.
—¿Te queda mucho? Nos estamos durmiendo.—Media hora, te lo juro.Reí suavemente.—Bueno... —susurré—. Intentaremos esperarte.Ser padres no era difícil pero sin duda era mucho mejor cuando estábamos juntos.Las pequeñas manos de Leo se aferraron a mi pecho y su cabeza casi ni pesó en mi hombro.Diego llegó en media hora de reloj, sus llaves tintinearon abriendo la puerta y me levanté del sofá con Leo en brazos aunque se revolvió y en cuanto lo dejé en el suelo sus pequeñas piernas corrieron a su padre.—¡Papá! ¡Papá!Lo levantó en volandas, Leo era pequeño pero echado contra el cuerpo de Diego parecía diminuto. Diego era un buen padre, no podría estar formando una familia con alguien que no fuera él porque era perfecto. Diego nos quería, nos protegía. Su mano era más grande que la cabeza de nuestro hijo cuando le acercó para besarle la cabeza.—¿Y tú te vas a quedar ahí? —me dijo.Al acercarme, sus brazos me acogieron a mí también. Traía el frío de la calle pero no me importaba porqu
—¿Y bien? —me insistía Gemma tras la puerta del baño—. Venga que no puedes quedarte a vivir en el baño.—¡Me queda fatal!—Que no, joder, sal ya. ¡Diego! —chilló—. ¡No quiere salir y llegamos tarde!¿Por qué metía a Diego? El vestido me quedaba mal y punto. Por mil vueltas que diera frente al espejo no había forma de que me viera bien.Golpeó la puerta del baño con los nudillos y su voz grave atravesó la madera.—Abre la puerta —me ordenó.Era increíble lo que hacía en mi. Quité el pestillo y entró cerrando la puerta detrás de él. Nuestro baño era grande, gigante me parecía a veces con un amplio espacio en el que ya había dado mil vueltas.—No me gusta para nada, no quiero ir así a la boda.—Nora no me jodas, estás preciosa, eres la mujer más guapa que hay.—El vestido me queda horroroso —repetí—. ¿Es que no me entiendes?A él le quedaba genial el traje, la camisa blanca resaltaba sus tatuajes y sus músculos, y el pantalón le sentaba como un guante. Era la primera vez que lo veía así
La comida de Navidad fue una de las mejores experiencias de mi vida porque nunca había estado unas Navidades rodeada de tanta gente que se tenía como familia.—Vas a intimidarles de tanto mirar —se rió Sheila a mi lado.Le pegué un trago a mi vaso de agua, tras lo de la noche anterior no podía ni mirar la cerveza.—¿Sabes el coñazo me ha estado dando estos últimos meses desde que la dejó ese tío?Y entonces estaba hablando animadamente con uno de los chicos de la banda y eso que sólo la había perdido de vista un par de minutos.—Y... ¿sabe ya tu padre que te vas a ir con Diego? —preguntó cubriéndose la boca con la cerveza.—Todavía no.No tardé mucho más porque esa misma tarde, cuando dejamos a Noah en el piso, Diego siguió conduciendo a un barrio residencial que no quedaba ni muy lejos del centro de la ciudad ni muy lejos del club. Había atasco por la Navidad pero así tuvimos tiempo de hablar.—Pensaba que hablaríamos antes de que compraras nada.—Te va a gustar.—No digo que no lo h
—No puedes pasarte todas la navidades lloriqueando por un capullo —le dije a Noah.Me miró mal sobre el respaldo del sofá.—Tú tienes una relación perfecta, no vale lo que tú digas.Sí, bueno, horas atrás había discutido un poco con Diego al teléfono y llevaba unas semanas tan liosas que no nos habíamos visto mucho más que un par de veces que él apareció por el apartamento; pero sabía que no le gustaba estar aquí con Noah rondando, quería que estuviéramos solos y en parte yo también.—¿Sabes? Creo que lo que necesitas es un vibrador, te regalaré uno por Navidad.No mucho después golpearon la puerta de casa y resbalé del taburete para abrir. Una parte de mi ya sabía quién era porque era el único que aparecía tan tarde.Abrí la puerta y lo vi con su chaqueta de cuero y los vaqueros, y todos los tatuajes asomándose por su piel.—Hola —murmuré—. No pensé que vendrías, creía que estabas enfadado.Sacudió la cabeza y se apartó el pelo de la frente. Olía marihuana y a su colonia.Hizo un ges
Entró el frío y pisé por primera vez en años la casa de mi infancia. Me abrumó la primera vez, estaba todo lleno de polvo y parecía una casa ajena a nosotros, como si no quedaran recuerdos allí.—Vamos a meter todo en cajas y lo sacamos a la furgoneta, habrá algo que valga para el club o para alguno.Algunos miembros de la banda se ofrecieron a acompañarnos y así vaciar la casa más deprisa, pero mi padre se negó, creo en parte porque seguía sintiendo muchas cosas por lo que significaba aquella edificación que ya no tenía vida.—¿Por qué te ha dado ahora por vender la casa? Te lo he estado repitiendo por años.—Es tirar el dinero.—No lo digas como si no te sobrara dinero, ¿es por esa mujer con la que estás?—No es mi novia si es lo que insinuas.No quedaban fotos en toda la casa, mi padre tiró muchas en las que salía mi madre cuando ella nos dejó. A veces, casi nunca, pensaba en ella y en si tras la muerte de Ivon y su visita al club habría decidido que lo mejor era irse de la ciudad,
Estuve a punto de enfadarme, pero al final sí que pasamos unas vacaciones a solas. Habíamos pasado mucho tiempo juntos, pero nunca solos solos, sino más bien horas entre nosotros. La convivencia de un par de días se hizo fácil, maravillosa en realidad.Uno de los últimos días en la playa me desperté desnuda, enredada en las sábanas de la cama y toda la pequeña casa que habíamos alquilado olía a café. Encontré a Diego en la cocina, sus tatuajes brutos y oscuros rasgaban sus músculos encorvados sobre la encimera. Me deslicé descalza por la tarima y pasé mis manos por su espalda abrazándolo por detrás.—¿Y si nos quedamos aquí? —dije sabiendo que era imposible.—Vale —respondió aunque él sabía que era imposible.Antes de salir de vacaciones Diego había estado demasiado enfocado en el club y sus negocios, no había tenido mucho tiempo para nada ni siquiera para mi y no pensé que eso podría llegar a dolerme como lo había hecho. Tener durante cinco días su atención solo para mi me había revi
Último capítulo