27

—¿Te queda mucho? Nos estamos durmiendo.

—Media hora, te lo juro.

Reí suavemente.

—Bueno... —susurré—. Intentaremos esperarte.

Ser padres no era difícil pero sin duda era mucho mejor cuando estábamos juntos.

Las pequeñas manos de Leo se aferraron a mi pecho y su cabeza casi ni pesó en mi hombro.

Diego llegó en media hora de reloj, sus llaves tintinearon abriendo la puerta y me levanté del sofá con Leo en brazos aunque se revolvió y en cuanto lo dejé en el suelo sus pequeñas piernas corrieron a su padre.

—¡Papá! ¡Papá!

Lo levantó en volandas, Leo era pequeño pero echado contra el cuerpo de Diego parecía diminuto. Diego era un buen padre, no podría estar formando una familia con alguien que no fuera él porque era perfecto. Diego nos quería, nos protegía. Su mano era más grande que la cabeza de nuestro hijo cuando le acercó para besarle la cabeza.

—¿Y tú te vas a quedar ahí? —me dijo.

Al acercarme, sus brazos me acogieron a mí también. Traía el frío de la calle pero no me importaba porqu
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