«¿Divorcio? Esa no es una opción, cariño. Amarme es tu obligación. Mientras vivas, serás únicamente mía.» Margot Dubois, es una fotógrafa francesa que ve su mundo desmoronarse tras la muerte de su padre. Ella hereda la empresa familiar en quiebra y un futuro incierto. Su única salvación es Bastien Delacroix, su amigo y CEO, a quien le entregó su virginidad años atrás. Él la ayuda bajo un contrato empresarial, manteniendo todo en el ámbito de los negocios. Un año después, en la misma noche en que Bastien confiesa su amor a Margot, ¡el novio actual de ella muere de forma sospechosa! Su hermana gemela le advierte: ¡Él podría ser el culpable! ¿Quién dice la verdad? ¿Quién traiciona? Tras encarar a Bastien, Margot decide huir. Pero él la encuentra, obligándola a casarse bajo amenazas. En el día de la boda, él descubre que Margot está embarazada de su ex ya fallecido, desatando una serie de eventos de pesadilla para ella, ya que… ¡Margot sufre un aborto! Herida y furiosa, busca venganza con la ayuda del hermano de su ex, y exige el divorcio a Bastien, pero… ¿Qué sucederá cuando comience a descubrir que nada es lo que parece? ¿Habrá o no una segunda oportunidad para el amor?
Leer másEl taxi avanzaba por las calles empedradas de París. En el asiento trasero, los ojos verdes limón de Margot observaban su teléfono, que no dejaba de sonar en su mano.
Era otra llamada entrante… la décima de la noche… ¿El contacto? ¡CHARLES ROCHETTE, SU NOVIO! Con un profundo suspiro, Margot Dubois volvió a colgar, guardando el teléfono en su bolso. —Por favor, ¿podría ir más rápido? —le pidió al taxista, su rostro reflejaba inquietud y una desesperación que la invadía. Sabía que algo no estaba bien. Finalmente, el vehículo se detuvo. Margot salió del taxi y se dirigió al puente de piedra que ofrecía una vista impresionante de la ciudad. Abrigada con su elegante gabardina beige, su larga cabellera pelirroja se movía al compás del viento nocturno. Y ahí estaba él. La figura masculina se erguía en el puente, esperando por ella: Bastien Delacroix, el CEO francés de un conglomerado gastronómico. Ella lo conocía bien. Alto, con cabello oscuro y semilargo peinado hacia atrás, algunos mechones rebeldes agitándose con el viento. Vestía un elegante traje oscuro a medida y una gabardina del mismo color. Cuando él se giró hacia ella, su mirada azul marino la recorrió de pies a cabeza. Sin pensarlo, Margot se lanzó a abrazarlo, llena de calidez y alegría. —¡Bastien! ¡Ha pasado un año! Qué alegría verte de nuevo en París —le dijo la mujer, sonriendo tras besar sus mejillas y apartarse—. Pero… tengo prisa. Me dijiste que era urgente. Tengo una cita con Charles, bajé de su auto, lo dejé avanzar, y debe estar furioso. —¿Así que me convertiste en tu prioridad? —preguntó él, aunque su expresión era seria, en sus ojos había un destello de satisfacción. Margot decidió ignorar el comentario, sintiendo su corazón latir con más fuerza. —Por favor… Sé directo, Bastien —susurró, mientras veía en la distancia al guardaespaldas de él, cerca de la limusina—. Parece que tú también tienes prisa esta noche. Con un movimiento, él sacó de su gabardina una pequeña caja cuadrada y la colocó sobre la baranda del puente, deslizándola hacia Margot. Ella quedó inmóvil ante la cajita… ¡Sabía de qué se trataba! ¡Pero dudó! —¿Es eso… lo que creo que es, Bastien? ¿Por qué ahora, en estas circunstancias? —preguntó Margot, confundida. —¿Por qué no? Siempre te he visto como la mujer que será mi esposa, la señora Delacroix —respondió él, con su habitual seguridad y arrogancia. —¡No puedo, Bastien! ¡Tengo novio! ¡Llevo casi un año con Charles y me está esperando en este momento! —exclamó ella, frustrada, llevándose la mano a la frente. —Justamente por eso soy tan directo contigo. Estoy siendo considerado, deberías estar agradecida —dijo él, mirando hacia el paisaje de la ciudad—. Acepta. Ve con él y termínalo. Margot se quedó helada, observando a Bastien. "No puedo… No lo entiendes, Bastien… Madeleine, mi hermana gemela, te ha amado durante ocho años. No puedo herirla…" "Aunque seas mi primer amor… Aunque te entregué mi virginidad aquella noche de graduación… No puedo." Ella tomó la pequeña caja de la baranda de piedra, se acercó a Bastien, sostuvo su mano enguantada de cuero y colocó la cajita sobre ella, mirándolo fijamente, con el corazón latiendo descontroladamente. —No puedo aceptarlo. No te equivoques de gemela, Bastien. Es a Madeleine a quien tienes que darle esto… Hacen… Hacen una pareja más linda. La expresión de Bastien se tornó sombría, su seriedad apenas contenía la furia que lo consumía. —Mar. ¿Estás segura del error que estás cometiendo? Créeme, cuando… Tililing~ En ese instante, el teléfono móvil de Margot volvió a sonar con una melodía personalizada que conocía bien… ¡Era la llamada de su amada hermana gemela! Margot sacó su teléfono y respondió al instante. —¿Madi, pasa algo? —¡MARGOT! ¡OH MAR, HERMANITA MÍA! —gritó Madeleine, su voz llena de desesperación—. ¡Un amigo médico de la familia llamó! ¡Nos informaron que tu novio tuvo un accidente automovilístico! ¡Charles está en el hospital, Margot! ¡Está grave! Margot se quedó paralizada, como si el tiempo se hubiera detenido por completo, y en ese instante… El teléfono se le cayó de la mano… ¡CLANK! El sonido del impacto la despertó de su trance. —¿Sucedió algo? —preguntó fríamente Bastien. Ella se agachó, recogió su teléfono roto y comenzó a alejarse. —¡No es tu asunto! ¡No me sigas! —gritó entre lágrimas, marchándose, y dejándolo a él atrás, humillado y rechazado. ……… Más tarde esa noche. Tap~ Tap~ Sus pasos resonaban por los pasillos del hospital privado. Margot caminaba casi corriendo, su rostro empapado en lágrimas y su corazón latiendo con una fuerza que parecía querer escapar de su pecho. "¡Dios mío, no! ¡Por favor, que Charles esté bien…!" La frase se repetía en su mente hasta que se detuvo frente a unos guardaespaldas. En la distancia, vio al doctor hablando con Tristan… ¡El hermano mayor de Charles, la cabeza de la poderosa familia Rochette! —¡Tristan! —gritó Margot a su cuñado. Él volvió a mirarla y, en ese instante, ella comprendió. La expresión desgarradora en el rostro de él, y sus ojos enrojecidos le dijeron todo… ¡Algo terrible había sucedido! El CEO Tristan Rochette se acercó, y los guardaespaldas se hicieron a un lado, permitiéndole acercarse a Margot. Tristan colocó sus manos sobre los hombros de Margot, reuniendo el valor para decirlo: —Mi hermano murió. Esas tres palabras atravesaron el corazón de Margot como un puñal. Sintió que su mundo se desmoronaba. En segundos, sus piernas se volvieron como de gelatina y cayó de rodillas al frío y blanco suelo del hospital. Pof~ El sonido del impacto resonó, pero el dolor físico era lo último que le importaba. ¡LO HABÍA PERDIDO! ¡Su amado novio había muerto! Las lágrimas caían sin parar, y un grito desgarrador salió de su boca, llenando el pasillo. Tristan se agachó, quedando frente a ella, y murmuró: —Debiste estar con él en ese automóvil. Intentó llamarte una y otra vez… —él sacó el teléfono de Charles de su bolsillo, y Margot levantó la mirada, viendo las llamadas perdidas—. ¿Por qué no estabas con él? Esta iba a ser una noche perfecta para mi hermano… Tenía algo que darte. Él hizo un gesto y uno de sus guardaespaldas se acercó con una elegante bolsa de papel. Tristan la arrojó sobre Margot. Un ramo de hermosos claveles, las flores favoritas de ella, se esparcieron a su alrededor. También había una pequeña cajita de terciopelo. —Él te iba a pedir matrimonio… —dijo Tristan, levantándose. Margot, temblando y llorando en el frío suelo, tomó la cajita y la abrió, observando el hermoso anillo de compromiso, con el diamante corazón de un verde intenso. —No… No… No puede estar pasando… ¡NO, POR FAVOR, DIME QUE NO ESTÁ MUERTO! ¡Oh, Charles, mi amor! ¡Lo siento! ¡Lo siento tanto! —gritaba en llanto la mujer pelirroja, aferrándose a las flores esparcidas en el suelo—. Tengo que verlo, tengo que despedirme de él, por favor… Déjame verlo… —suplicó Margot, aferrándose a la pierna de Tristan. El hombre rubio inclinó la cabeza, mirándola con frialdad mientras también soportaba el peso de la pérdida. —¿Crees que te dejaré verlo? Eso no va a pasar. No aquí… Tú tienes culpa en esto, y no quiero verte por hoy —hizo él un gesto a los guardaespaldas, que la agarraron, llevándola a la fuerza fuera del hospital.Ella exhaló lentamente, cerrando los ojos un instante. —Está bien… —susurró al fin—. Lo acepto. Viktor dio un paso hacia adelante. —No necesitaba su aprobación, señora Delacroix —dijo el ruso con un tono serio, cortante—. La tenga o no, esta es una decisión que ya está tomada. El silencio se hizo denso de inmediato. ¡¡Bastien lo fulminó con la mirada!! —Cuida tus palabras —advirtió el CEO Delacroix, con voz baja, siendo una clara amenaza. Viktor giró un poco la cabeza y, por primera vez, bajó el tono. —Mis disculpas, señora Delacroix —dijo inclinando la cabeza con formalidad. Margot apenas lo miró, con los labios apretados, mientras mecía sus brazos para calmar a Bianca. —Vamos —ordenó Bastien, clavando los ojos en Viktor—. Ven a mi oficina. ………… ✧✧✧ En la oficina de Bastien. ✧✧✧ Sobre el escritorio de Bastien había carpetas abiertas, documentos marcados con separadores rojos. Viktor se dejó caer en uno de los sillones de cuero, con la calma de quien no ped
✧✧✧ Ese mismo día, en la mansión Delacroix. ✧✧✧ En la habitación de los mellizos. Margot Dubois estaba sentada en un sillón mecedor, con Bianca en brazos. La niña, de ojos azules, lloraba con fuerza, y su madre trataba de calmarla. —Sssh~ mi amor, tranquila… Frente a la cuna, el CEO Bastien Delacroix estaba inclinado sobre Charlie. El bebé observaba con los ojitos verdes y grandes, inquietos. Bastien sonrió con ternura y le acarició la mejilla con un dedo. —Bastien Junior —dijo en voz baja, con orgullo—. Algún día llevarás mi nombre, aunque tu mamá se empeñe en otra cosa. Margot giró el rostro, irritada a pesar del llanto de Bianca. —¡Otra vez con eso! —exclamó ella—. Te dije que se llama Charlie, Bastien. ¡Charlie! Él no apartó la vista del niño. —Él también lo sabe —murmuró, con una sonrisa traviesa, hablándole al bebé—. ¿Verdad que sí, hijo mío? ¿Verdad que quieres llamarte como tu papá? Lo vamos a lograr, aunque tu mamá se resista. Margot, que no alcanzó a escuchar
Ella sollozó, con la voz rota. —¡Por favor! No quiero nada… solo dinero. Déjame desaparecer. Estoy embarazada, Tristan… Él entrecerró los ojos, helado. —Con más razón. Si es de Bastien, mereces morir. —¡No! —gritó ella con un llanto desgarrado—. ¡Él nunca me tocó! ¡Jamás! Tristan parpadeó, confundido. —¿Qué dijiste? Ella temblaba. —Ese niño… podría ser de Viktor Ivanov. ¡Tristan se quedó helado! Sus labios se entreabrieron, los ojos fijos en ella. —No… —murmuró él, retrocediendo un paso—. No pienso meterme con esos malditos rusos. Sin darle tiempo a nada más, la agarró del brazo y la arrastró hacia la puerta. La abrió con violencia y… —¡LÁRGATE, M@LDITA PERRA MISERABLE! Sus hombres de seguridad esperaban en el pasillo. —Sáquenla. ¡Y asegúrense de que nunca más vuelva a poner un pie frente a mí! Ella gritaba su nombre, pataleaba, pero fue arrastrada por la fuerza. La puerta se cerró de golpe. ¡POOOM! …………. La lluvia caía implacable. Madeleine fue arrojada al cal
✧✧✧ Dos días más tarde, en París. ✧✧✧ La noche había caído sobre la ciudad. En un departamento lujoso, el silencio era apenas roto por una melodía romántica que sonaba en el fondo. Una canción lenta, nostálgica, de esas que hablaban de amores imposibles. El lugar estaba en penumbras. Apenas unas lámparas encendidas en las esquinas iluminaban con un resplandor cálido y tenue. Tristan Rochette estaba sentado en un sillón de cuero, con el cuerpo inclinado hacia adelante. Su chaqueta estaba tirada sobre el sofá, la corbata en el suelo. La camisa blanca abierta en el cuello dejaba ver el inicio de su pecho. Ese hombre rubio tenía el cabello despeinado. En su mano derecha, sostenía una botella de whisky. Glup~ Glup~ Bebía directo, sin copa y sin pausa. Alzaba la mirada al ventanal. París se extendía frente a él, iluminada, indiferente. Y dentro de su cabeza, solo había un nombre: Chantal. —Maldición… —susurró con la voz quebrada, cerrando los ojos. La música le golpeaba con
Margot sostenía todavía algunos documentos en las manos, intentando mantener la compostura. Bastien estaba detrás de ella, tan cerca que la pelirroja sentía el calor de la respiración de su marido en la nuca. Con los dedos firmes y juguetones, él tomó el otro tirante del camisón y lo deslizó con lentitud. La tela resbaló, dejando a la vista la piel blanca y erizada de su mujer. —Bastien… —susurró ella, con las mejillas encendidas y su voz titubeante. —¿Qué pasa, ma chérie? —preguntó él en un tono grave, cargado de travesura, mientras sus labios bajaban para besarla en la curva del hombro. Margot apretó los labios, queriendo resistirse. Los papeles en sus manos temblaban. Bastien subió con un beso hasta su cuello, succionando la piel despacio, arrancándole un gemido bajo. —Aaah~ no deberíamos… —alcanzó a murmurar ella nuevamente, aunque el temblor de sus piernas ya la delataba. —¿No deberíamos qué? —susurró él, con esa media sonrisa peligrosa, pegando más su cuerpo al de
Bastien abrió otra carpeta, más delgada. Adentro había fotografías montadas, renders a color, planos con líneas y notas a mano. Colocó una sobre la mesa. Era una fachada blanca, de líneas sencillas. Un rótulo sin letras, ventanales altos, y dentro, paredes amplias, luz natural corrida, un patio interno con un árbol joven. Un área de exposición con marcos en blanco y un pequeño café en la esquina. —Es un obsequio de bodas atrasado~ —dijo el CEO, con una sonrisa que le suavizó la voz—. Está en construcción. Margot acercó la hoja, la tocó con sus dedos ligeramente temblorosos. —¿Qué… es? —Tu galería —respondió Bastien, con seguridad—. Para ti. Para que llenes las paredes con tus fotografías de ahora y las que vendrán en tus viajes. Para que expongas, para que invitaras a otros a soñar, para que enseñes, si quieres. Para que tengas un espacio donde mandes tú, Margot. Ella se llevó la mano a la boca. El brillo en los ojos fue debido a lágrimas, pero de alegría… ella tragó saliva c
Último capítulo