✧✧✧ Dos días más tarde. En la mansión parisina de la familia Rochette. ✧✧✧
La mujer pelirroja sostenía en sus manos una cajita de terciopelo. Al abrirla, sus ojos se posaron en el anillo de compromiso, y las lágrimas comenzaron a caer, empapándolo con su dolor. El rostro de Margot parecía vacío, como si hubiera perdido la vida. Cada latido de su corazón estaba lleno de un dolor aplastante y una abrumadora culpa. ¿Y si nunca hubiera bajado del auto de Charles? ¿Y si hubiera ignorado la llamada urgente de Bastien? La pelirroja sacó el anillo y se lo colocó en el dedo anular derecho. —Charles, yo… Clack~ El sonido de la puerta abriéndose la sacó de su trance. Su hermana gemela, Madeleine Dubois, entró con una sonrisa que se desvaneció al ver a Margot, inundada en lágrimas. —¡Oh Dios mío, hermanita! —exclamó Madeleine, acercándose rápidamente. La gemela menor, con su cabello pelirrojo corto en un estilo pixie y ojos verdes brillantes, parecía más delgada y frágil que Margot. Ambas vestían de tonalidad negra, como un luto compartido. —Mar, tenemos que ir al salón principal, al velorio de Charles Rochette, aunque lo hayan cremado y no puedas darle un último adiós viéndole —susurró Madeleine, colocando sus manos en los hombros de Margot, que estaba sentada en la cama de la habitación que una vez fue de Charles—. Si nos encuentran aquí, la familia Rochette nos echará, vamos. —¡No puedo! —gritó Margot, su voz quebrándose al alzar la mirada hacia su hermana—. ¡Mi corazón está destrozado! ¡Mi alma está vacía! ¡Mi novio murió y fue mi culpa… Fue toda mi culpa, Madi! —lloró desconsolada, aferrándose a Madeleine. Madeleine suspiró, como si sintiera el dolor de su hermana, y la abrazó, acariciando suavemente su espalda. —Lo siento tanto, Mar, pero… ¿no te parece que la muerte de Charles fue muy repentina y sospechosa? —preguntó Madeleine, observando con atención a Margot. —¿De qué hablas…? Madeleine hizo una pausa, analizando sus palabras. —Es solo… Dices que Bastien volvió a París y te llamó urgentemente, justo cuando subiste al auto de Charles. Te pidió que bajaras, insistió en que lo vieras… ¿Para una simple propuesta en un puente? Eso parece un intento por alejarte de Charles. —¡Tonterías! ¡No digas eso!, Bastien nunca haría algo tan atroz y… —Lo sé —la interrumpió Madeleine—. Amo a Bastien, más que a nadie, desde hace ocho años. Pero te amo más a ti, y no puedo evitar pensar, ¿y si tuvo algo que ver? Los Rochette no dicen nada del accidente, y parece que lo van a investigar. Una amiga policía de mamá me contó que el accidente parecía haber sido provocado. Margot comenzó a secar sus lágrimas torpemente con las manos, negando con la cabeza. —Bastien ha estado ayudando a la familia y lidiando con las deudas que dejó papá hace dos años tras su muerte. ¡Él no haría algo así! No estaríamos a flote sin él —recalcó Margot—. Firmó un contrato que nos beneficia a nosotros más que a él, sin pedir nada a cambio —añadió. —¿Sí? Tal vez me equivoque. Solo me dejé llevar por las sospechas… Sabes que Bastien es el amor de mi vida, y no quiero que le pase nada malo. Olvida lo que dije, Mar —sonrió Madeleine, dirigiéndose hacia la puerta. En ese momento, Margot se levantó y se acercó a su hermana. —¡Espera! Yo iré contigo… Necesito hablar con Bastien. Madeleine sonrió y levantó la mano, indicándole que se adelantara. "Sigue, m@ldita entrometida… Ve y cúlpalo. Haz que te odie…" Pensó Madeleine, llena de malicia. ……….. Minutos después, en el salón donde se realizaba el velorio, el CEO Bastien Delacroix se acercó a Tristan Rochette. Bastien apoyó su mano en el hombro de Tristan, quien lo miró con frialdad. —Mis condolencias, Tristan. No tengo hermanos, pero entiendo tu dolor. Siempre hemos sido rivales en los negocios, pero en momentos como este, eso no importa. Puedes contar conmigo para lo que necesites. Tristan, sin pronunciar palabra, se liberó del toque de Bastien y se alejó. Una pequeña sonrisa asomó en los labios del CEO Delacroix, pero se desvaneció al ver llegar a Margot Dubois. —Bastien… —lo llamó la mujer, su voz temblando y sus ojos enrojecidos por el llanto—. Ven, necesitamos hablar. Margot se adelantó, dirigiéndose hacia el jardín trasero, separado del salón por una pared de cristal. La noche en Francia envolvía la mansión Rochette. El jardín estaba decorado para los cientos de invitados que habían venido a despedir a Charles. Las pequeñas luces colgantes brillando por los alrededores. Margot caminó hacia un estanque, rodeado de arbustos, buscando un respiro lejos de las miradas ajenas. Finalmente, se detuvo, mirando el agua, y dándole la espalda a Bastien. Ella jugaba nerviosamente con el anillo en su mano, mientras las lágrimas volvían a brotar de sus ojos. —¿Qué tienes que decirme, Margot? —preguntó Bastien, su voz llena de desdén—. ¿Por qué no me miras a la cara?, debería ser yo quien esté molesto. Ella se giró, acercándose a él con el rostro empapado de lágrimas. —No puedo creer que hayas hecho eso, Bastien… —le reprochó Margot. Bastien arqueó una ceja, confundido. —¿De qué hablas? —Tú lo planeaste todo —lo acusó ella, señalándolo al pecho—. Tú mataste a mi novio para quedarte conmigo… —susurró, casi al borde de la locura—. ¿Por qué hiciste eso? ¿Tenías que llegar tan lejos? Bastien soltó una risa burlista. Margot, sorprendida, lo miró con incredulidad mientras él se inclinaba, jugando con un mechón de su cabello pelirrojo, que la brisa nocturna movía suavemente. —¿Quieres saber la verdad, Mar? —preguntó, su rostro ahora serio—. Al enterarme de su muerte… Lo disfruté. Era un estorbo, una molestia en mi camino y… ¡¡¡PLAF!!! ¡Margot le dio una bofetada a Bastien! Los ojos de ella, ardían de ira. Él se quedó paralizado, atónito por su audacia. Se llevó la mano a la mejilla, notando una pequeña mancha de sangre al mirarla de nuevo. De inmediato, el CEO agarró la mano de Margot. —¡SUÉLTAME! —gritó ella, pero él, al notar el anillo de compromiso con el que lo hirió, se lo quitó del dedo. —¡NOOO! ¡Bastien, no! —suplicó Margot, entre lágrimas. ¡Bastien lo lanzó al estanque! —¡¡¡NOOO!!! —gritó Margot impactada, corriendo entre lágrimas, se metió al estanque a buscarlo con desesperación—. ¡Es lo último que me obsequió Charles! ¡¿Cómo pudiste?! Los ojos azules de Bastien contemplaban la escena, viendo a Margot, que se arrastraba en busca del anillo, sin importarle su dignidad… Todo por un hombre ya muerto. —Patética… —murmuró Bastien, dándose la vuelta y alejándose. Al llegar al corredor frontal de la mansión, él subió a su limusina que ya lo esperaba. —¿A su hogar, señor? —preguntó el chófer. —Sí —respondió Bastien, sacando del bolsillo el anillo que Charles le había dado a Margot, ese que él fingió lanzar al estanque. "Lo que obtuviste fue lo que merecías, Charles. Nunca debiste intentar quedarte con lo que siempre ha sido mío" Pensó el CEO Delacroix, refiriéndose a Margot.