Capítulo 24 — Amenaza, guardia y elección.
Llego temprano, antes de que el sol termine de decidirse. El guardia me abre sin hablar: ya reconoce el ritmo con que paso la tarjeta. Un olor leve a cloro se queda flotando en el acceso; los turnos cambian de piel.
Enciendo el computador y, mientras carga, miro el teléfono solo para ver la hora. Hay un mensaje nuevo de mi hermana. La foto de perfil es la misma de siempre, pero el texto debajo corta como un vidrio:
—Llámame ahora.
No llamo. Bajo el brillo y abro el correo: Procesos “toma nota” de mi oficio y propone una reunión “para alinear expectativas”. RR.HH. responde con un párrafo de goma: mi ingreso especial “sigue en evaluación”. Nada que sirva. Nada que frene.
El teléfono vibra otra vez. Es un audio. La voz de mi hermana viene contenida, como si se obligara a no gritar.
—Escúchame bien —dice, cortante—: corta ahora. Papá está al tanto y yo estoy con él. Hoy me escribieron los de arriba; tienen tus fotos y yo también. Si no abandonas esa investigación hoy, las mando a Direcció