La bestia que rasga mi nunca se sacia, devorando todo a su paso en un festín de caos y desolación. Mi existencia se desliza entre las grietas de la sangre y la muerte, una danza macabra que nunca cesa. Es mi destino, mi maldición, el impulso incontrolable de destruir que late en lo más profundo de mi ser. Pero entonces, como un susurro suave en medio de la tormenta, ella aparece. Su presencia es como la promesa de la primavera, un rayo de luz que atraviesa las sombras más oscuras de mi alma. En su mirada encuentro la calma que anhelo, el refugio que nunca creí posible. Ella es la brisa cálida que me invita a detenerme por un instante en medio del vendaval, el faro que guía mis pasos a través del caos. En sus brazos encuentro el consuelo que tanto he anhelado, y por un fugaz instante, el invierno en mi se disipa, dejando paso a la cálida promesa de la primavera.
Leer másSecuela de la novela: CAUTIVA POR EL DIAVOLO ITALIANO.
Amaba la época de invierno; me encantaba recorrer las calles llenas de nieve, lo hermoso que se veían los techos pintados por ese blanco inmaculado. Lo malo era la escasez de comida que eso significaba para mi familia. Mi padre era un borracho y mujeriego; siempre llegaba a casa con la excusa de que la nieve no lo dejaba trabajar bien. Madre y yo podíamos pasar días sin comer, y a él no le importaba; siempre se iba desde muy temprano y llegaba en la noche borracho. Mi pregunta era... ¿Si no tenía dinero, cómo podía emborracharse?
— Mikha, ven a comer — gritó mi madre desde dentro de la casa.
Yo corrí a la mesa de madera y me senté en un banco. Madre me sirvió un plato con agua caliente y algunas papas que a simple vista se notaban que ya estaban podridas. Yo miré a mamá y ella empezó a llorar. Odiaba verla así; quería hacer algo para sacarla de esta situación, pero yo solo era un mocoso al que nadie le prestaba atención.
La puerta de la casa se abrió y llegó papá con una botella en la mano, estaba borracho como siempre. Madre me levantó de la mesa y me abrazó; papá nos golpeaba cada vez que llegaba de mal humor.
— ¿Qué haces aquí viéndome, mujer inservible? ¡Largo! ¿O quieres otra paliza? — le preguntó con furia.
Mamá me llevó al cuarto rápidamente y me escondió bajo la cama.
— Ven conmigo — le pedí, pero ella negó con la cabeza y salió de la pequeña y mohosa habitación.
Yo me hice un ovillo allí debajo y me tapé las orejas; no quería escuchar a mamá gritar. Odiaba escucharla y no poder hacer nada. Yo quería protegerla, pero aún era muy pequeño. Deseaba con toda mi alma crecer y castigarlo por hacernos daño.
…
Mi mejor amigo me fue a buscar al día siguiente a la casa para ir a la escuela. Yo miré a mamá esa mañana y me llené de tanta rabia; su hermoso rostro estaba todo hinchado y lleno de moretones, tenía un ojo hinchado y su labio superior tenía un corte bastante desagradable.
— Pórtate bien, Mikha — me pidió con una dulce sonrisa.
Yo asentí y salí; Vladislav me estaba esperando ya con algo de impaciencia.
— Necesito dinero, ¿tu hermano me dejará pelear? — le pregunté apenas emprendimos el viaje.
Él me miró de arriba abajo y puso mala cara. El hermano de Vladislav organizaba peleas callejeras; de hecho, yo había asistido un par de veces.
— Te matarían enseguida; estás muy flaco, así que no creo que mi hermano te deje — me dijo.
Yo me crucé en su camino y él se detuvo; ambos éramos dos niños de doce años, pero yo era el doble de alto que Vlad.
— Vamos a hablar con tu hermano; que se joda la escuela. Yo quiero dinero, y si gano, te invito a comer — le propuse.
Vlad sonrió y ambos nos fuimos corriendo en dirección opuesta a la escuela. Si madre se enteraba de esto, me iba a castigar, ya que ella decía que lo más importante era la escuela, pero yo sabía que si me quedaba en la escuela, íbamos a morir de hambre.
Cuando llegamos al lugar donde el hermano de Vlad trabajaba, ambos lo saludamos. Él nos quedó mirando mientras arrugaba el entrecejo.
— ¿Por qué no están en la escuela? — Nos preguntó.
Yo me acerqué a él y le sonreí.
— Quiero pelear, soy muy bueno. ¿Cierto que sí, Vlad? — le pregunté.
Él asintió inmediatamente.
— ¿Cuántos años tienes? — Me preguntó.
— Tengo 15; el mes próximo voy a cumplir 16 — le dije con mucha seguridad en la voz.
Él levantó la ceja y miró a su hermano.
— Si lo matan, tú te harás cargo — le dijo a su hermano.
Vlad asintió de inmediato, y yo sonreí. Estaba a nada de conseguir dinero.
— Como pierdas, voy a molerte a golpes. ¿Me entiendes? Y si mueres, venderé tu cuerpo — me advirtió.
Yo sonreí y asentí.
— Sí, puedes hacer lo que quieras conmigo si pierdo, pero te aseguro que ganaré — le dije.
Él solo asintió.
— Hoy a las diez de la noche; si no llegas, te buscaré y te golpearé — me advirtió.
Yo caminé hacia él y le agarré ambas manos.
— No te arrepentirás, te lo juro — le aseguré.
Él se soltó de mi agarre y me despidió con la mano. Yo caminé hacia Vlad con una sonrisa. Ambos salimos del lugar.
— Le voy a comprar una casa a mi madre — le dije.
Vlad me dio un golpe en la cabeza.
— Deja de soñar, una casa cuesta mucho — me dijo.
Yo me encogí de hombros. Yo quería una casa para mi madre, y eso era lo que iba a tener.
La noche llegó; escaparme de casa fue lo más difícil de hacer, pero pude hacerlo. Vlad y yo nos fuimos con su hermano. Las peleas eran en una casa que estaba bastante escondida, ya que la policía las consideraba ilegales. Sonreí al pensar que mañana sí podría desayunar algo bueno junto a mi madre. Tal vez le compre algo lindo.
— Vas a pelear con ese — El hermano de Vlad me señaló a un chico que era el doble que yo.
Yo asentí con la cabeza, pero al ver otra vez a mi contrincante, supe que iba a terminar hecho m****a.
— Si pierdes, ya sabes que te voy a moler a golpes, pero si ganas, obtendrás mucho dinero — me dijo.
Me emocioné al escuchar la palabra dinero, ya que lo necesitaba muchísimo.
— Entra, ¿qué carajo estás esperando? — me preguntó.
Yo asentí y entré al pequeño espacio donde se hacían las peleas.
Cuando miré al chico más de cerca, me arrepentí. Iba a terminar muerto o con algún hueso roto. Todos allí me estaban mirando. Yo tragué en seco y respiré hondo; todo esto lo hacía por mi mamá.
Un tipo entró y nos miró.
— La única regla es que no existen las reglas — nos dijo con una sonrisa.
Se apartó y nos gritó para que empezáramos. Yo me arrinconé un poco y después corrí a mi contrincante, me lancé a él y lo tumbé al suelo. Perdí por completo los estribos; fue como si dejaran salir a una bestia. Levanté ambos brazos y cerré los puños. Le di el primer golpe en el pecho con todas mis fuerzas, grité como loco mientras lo golpeaba en la cabeza con ambas manos. Las personas que estaban viendo empezaron a gritar.
El chico me empujó y se levantó. Yo me levanté rápidamente y lo aceché, me moví de un lado a otro, esperando la oportunidad perfecta para volver a atacar. Volví a correr a él, y esta vez me abracé a su pecho. Él me dio un cabezazo, y yo terminé en el suelo. El chico se subió arriba de mí y empezó a golpearme en la cara. Yo lo abracé por el cuello y lo jale a mí, le mordí la oreja hasta que sentí el sabor a metálico en mi boca. Lo empujé y le di la vuelta; ahora yo estaba sobre él. Empecé a golpear como loco su cara, hasta que unos brazos me apartaron.
— Lo vas a matar — Me gritó el hermano de Vlad. Yo me calmé un poco y lo miré.
— ¿Gané? — pregunté agitado.
Él me sonrió y asintió. Vlad se acercó a mí y me abrazó con fuerza. Yo sonreí mientras todos los presentes me abucheaban.
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Cuando llegué a casa, me di cuenta de que la puerta estaba abierta. Yo corrí dentro; seguramente papá ya había llegado.
— ¿Mamá? — La llamé, pero solo pude escuchar un sollozo que venía de la parte de atrás de la casa. Yo caminé hasta allí; si padre le había hecho algo, lo iba a matar.
Cuando salí al patio, me quedé helado; mamá estaba llorando sobre el cuerpo ensangrentado de mi papá. Había un cuchillo tirado a un lado, y ella tenía las manos llenas de sangre.
— Él iba a pegarme otra vez; yo solo me defendí. Perdóname, Mikha, perdón — me suplicó entre lágrimas.
¿Pero qué le iba a perdonar? Esto era lo que papá se merecía desde hace mucho tiempo. Yo me acerqué a mamá y la abracé.
— ¿Ahora qué haremos sin tu papá, Mikha? ¿Cómo vamos a vivir? — me preguntó.
Yo respiré profundo y la abracé más fuerte.
— No te preocupes; ahora vete dentro. Yo me encargaré — le dije.
Ella me miró; sus ojos se veían brillantes por las lágrimas. Yo le di un beso y la ayudé a levantarse.
— Me han dado trabajo, así que no te preocupes; yo me encargaré de todo de ahora en adelante — le aseguré.
Ella asintió y fue dentro. Yo tomé una pala y empecé a cavar. Miré a mi padre tirado allí, mientras gruesos copos de nieve caían sobre él, y no pude evitar sonreír. Esto era lo mejor que le había pasado a mi vida; al fin nos habíamos librado de una escoria como él.
Después de cavar lo más profundo que pude, arrastré el cuerpo de papá, agarré sus piernas y lo tiré en el agujero, tomé la pala y empecé a lanzarle tierra. Hoy iba a enterrar a este pasado, y construiría junto a mi madre un muy buen futuro. Vivir sin él era lo mejor; mamá no merecía estar con un hombre como él.
Estaba boca abajo, amarrada a un tronco, esperando el inminente momento en el cual me prendieran fuego y morir de la peor manera. —¡Bruja! —dijo una de las mujeres que estaban acomodando los troncos y la paja para que el fuego fuera más vivaz. —Te voy a convertir en un cerdo y luego te comeré —le dije. La mujer empezó a gritar y muchas personas se acercaron. —¡Ha dicho que me convertirá en cerdo! —gritó. Yo puse los ojos en blanco. Era tan estúpido que ellos creyeran que yo fuese una bruja. ¿Una bruja? ¿Es jodidamente en serio? Toda esta gente está loca. —¡Quémenla o nos convertirá en cerdos a todos! —gritó alguien más. Yo empecé a llorar; nunca pensé que moriría tan rápido en mi otra vida y de una manera tan horrible. El tipo rubio y peligroso se acercó a mí. —Ahora no pareces tan valiente —dijo con una voz gruesa y rasposa. Yo lo miré. El bastardo venía con una antorcha prendida. Tragué en seco y miré a otro lado, pero fue peor; las miradas de esas personas eran más aterrado
MESES DESPUÉSDespués de la boda, decidimos regresar a Italia por mi trabajo, y bueno, también un poco por el de él. Después de todo lo que pasamos, llegar a este punto de nuestras vidas se sentía muy bien. De hecho, hasta había aceptado tener un bebé. Sí, ya teníamos dos pequeños, pero tener uno nuestro era como la culminación de todo. Así que aquí estaba, en un hospital, esperando el momento para dar a luz a nuestro hijo.Mikhail estaba vuelto loco. El niño ya estaba listo para nacer, y yo estaba muy relajada esperando a que me llevaran a cirugía.—Deja de caminar de un lado a otro, me estás mareando—me quejé. La señora Sonja y mi hermana estaban conmigo también.—¿Y si soy un mal padre?—me preguntó preocupado.Las tres lo miramos.—Mikhail, tú eres un desastre como papá, así que no entiendo por qué estás tan estresado. Si no fuera por mí, Alma ya tendría un brazo o una pierna rota, y ni hablar de Denis. Así que deja de decir estupideces y quédate quieto—le dije.Mi hermana se rió y
Mañana era mi matrimonio, y me faltaba comprar algunas cosas más. No quería nada ostentoso; de hecho, solo estaríamos unas cuantas personas, las más allegadas. Subí al coche y arranqué. Llamé a mi hermana para preguntar cómo estaba. Ella me había llamado diciendo que se sentía horrible, pero cuando le dije del matrimonio, mágicamente se sintió mejor.—¿Cómo estás?—le pregunté en cuanto contestó.—Un poco mejor. ¿Tú dónde estás? Se escucha mucho ruido—me preguntó.Me reí un poco. Miré por el retrovisor y vi dos coches siguiéndome.—Voy a comprar algo que me hace falta. Más tarde te llamo—le dije.Colgué de inmediato y seguí mirando por el retrovisor. Otro coche se cruzó en mi camino. Frené en seco. Un par de hombres salieron del coche, rompieron la ventanilla y me obligaron a salir. Empecé a pelear con ellos. Le di una patada a uno, pero llegaron un par de hombres más. Uno de ellos me tapó la cara con una venda y me arrastraron con ellos.—¿Quiénes son y qué quieren?—les pregunté, pero
Tiempo despuésDenis y Mikhail se habían vuelto bastante apegados. Mi pequeña alma estaba cada vez más grande, y mi hermana estaba enorme. Estos meses habían sido bastante buenos. Me gustaba la sensación de tener a alguien que me cuide, que cuide de mi hijo, que se preocupe por nosotros. Es lindo.La puerta de la oficina se abrió. Mikhail traía en brazos a Denis, después lo dejó en el suelo. Cuando estos dos estaban así de juntos, es porque tramaban algo.—¡Quiero un hermanito!—dijo Denis con una enorme sonrisa. Yo miré a Mikhail; este hombre de verdad que era un tonto.—¿Cuánto te dio para que me pidieras eso?—le pregunté.Denis se acercó al escritorio y empezó a negar con la cabeza.—Nada, mami, te lo juro —dijo.Yo puse los ojos en blanco. Era obvio que estos dos estaban confabulados.—Te doy el doble si me dices la verdad —le propuse.Denis sonrió más ampliamente.—Mami, la verdad es que yo no quiero más hermanitos, pero él me ofreció mil, así que ahora me debes dos mil —dijo.Yo
Nerea entró en el hospital hecha una fiera, y ni hablar de Pau, que se veía igual de cabreada que su hermana. Vlad, en cuanto las vio, se levantó y se paró a mi lado.—¿Qué le pasó a Denis?— me preguntó Nerea, furiosa y preocupada a la vez.—Él está bien, solo fue un pequeño golpe en el brazo, pero todo está bien. No te preocupes —le dije, intentando calmarla.Ella levantó una ceja y fue a preguntar a alguien más. Pau nos miraba y negaba con la cabeza, yo ya me sentía lo suficientemente mal como para que ella nos estuviera juzgando de esa manera.Nerea volvió al lugar donde estábamos, pero para mi sorpresa se veía calmada. ¿Será que Dios escuchó mis súplicas?—Acompáñame al baño —me pidió en tono serio. Yo negué con la cabeza; esa petición era demasiado rara, y puede que sea tonto, pero no iba a caer en eso. Yo apreciaba mis huevos, de hecho, quería un par de hijos más.—¡Acompáñame!— me volvió a decir, esta vez agarró mi brazo y me jaló, pero yo era una estatua. En este lugar estaba
Regañar a Mikhail se convirtió en mi deporte favorito; este hombre no aprendía. Siempre quejándose del dolor en su espalda, pero cuando Denis le pedía hacer algo, iba gustoso a hacerlo. ¡Dios santo! Cómo me desesperaba.—Relájate, la línea en tu frente es más profunda hoy —me dijo mi hermana, pero no podía dejar de fruncir el ceño. Mikhail iba a sacarme canas verdes.—Él aún está convaleciente, pero por lo visto eso le importa una mierda. Que se joda. Te juro que como me diga que le duele algo lo voy a golpear tan fuerte que no se va a levantar de la cama mínimo por una semana —le dije.Pau se rió y después me dio un par de golpes en la espalda.—Escogiste al peor ruso de todos, aunque creo que él te queda bien —me dijo con burla.Yo la fulminé con la mirada.—Ya te veré quejándote de Vladislav. Pido al cielo que eso pase.Fui a buscar a Mikhail, que estaba en el jardín jugando con Denis.—Los regalaré a ambos. Dejen de molestar. ¿Por qué no pueden estar quietos? —les pregunté.Denis
Último capítulo