Si no tienes la suerte de nacer en una familia de deltas, betas o Alfas, tu vida será una mierda. O al menos en mi manada. Ser Omega es como nacer con una etiqueta de "sirve para lo mínimo" y créeme que esa etiqueta nunca se despega. Yo aún tenía la esperanza de que mi destino cambiara el día de mi transformación. Y sí que cambió... pero para peor. Resultó que mi compañero destinado era nada menos que Elian, el hijo del Alfa y en lugar de rechazarme, decidió encerrarme tres años en una mazmorra y convertir mi vida en un infierno a tiempo completo. Y por si el karma no hubiera hecho ya suficiente fiesta conmigo, un día me convierten en simple mercancía y terminan regalándome a Lucien, el Alfa de la Manada Oscura. De pronto me encuentro atrapada entre el vínculo de compañero que me une a Elian... y el amor inesperado y completamente loco que empieza a nacer con Lucien.
Leer másCapítulo 13. Se acabaron las advertencias. Intenté acelerar mi paso todo lo que pude para entrar rápidamente a la casa. Pero Lucien no se apartaba de mí. Subí las escaleras a trompicones y, cuando estaba a un paso de la puerta, Lucien me acorraló contra la pared. —No me gustan que me desafíen, pequeña. Y tú ya lo has hecho en tres ocasiones... —No, eso no es así... —respondí, interrumpiéndole. —¿Acaso te he dado permiso para hablar? —dijo, poniendo un dedo sobre mi boca para que me callara—. ¡Te he dado muchas libertades y tú, cómo me lo has pagado! No quiero que salgas de tu habitación hasta nueva orden. ¿Lo has entendido? —Sí, Alfa —respondí y me encerré en mi habitación. Me tumbé en la cama pensando en qué es lo que podía haber hecho mal. No puedo negar que sí lo había rechazado dos veces. Pero no lo hice una tercera; juro por la luna que intenté alejarme de él para no llegar a malentendidos, pero claro, yo y mi maldita suerte. Si hubiera sabido que él estaría allí, nunca ha
Capítulo 12. Ni comer tranquila puedo.Mamá ha venido a buscarme para ir a comer con Esteban y, aunque me he negado más de cien veces, al final se ha salido con la suya.Preferiría que mamá y Esteban estuvieran solos, pero, por otra parte, no tengo ganas de encontrarme con Lucien… y menos después de lo de ayer.Hoy, mientras estaba desayunando en la cocina, escuché cómo dos de las sirvientas hablaban sobre las concubinas. Decían que ellas no estaban contentas y que, con la muerte de la favorita Lisa, tendrían más posibilidades de llamar la atención del Alfa. Durante dos noches ninguna había sido llamada a sus aposentos, y eso les daba que pensar: tal vez había otra mujer en su vida. Escuchar aquellas palabras me produjo un escalofrío, porque sabía perfectamente por qué no las había hecho llamar. Por mí. Y eso solo me hacía tener más claro que hoy, cuando cayera la noche, no pensaba salir de mi dormitorio.Mamá estaba emocionadísima con lo de ir a comer con Esteban. Parecía que iba a u
Capítulo 11. La Advertencia No puedo negar que he pensado en escapar, hasta he soñado con hacerlo en lo poco que he dormido. Pero no puedo hacerlo, no puedo hacerle esto a mamá. Si por alguna casualidad del mundo lo consiguiera estoy segura de que el Alfa la castigará a ella. Así que, si este es mi último día, lo será. Me levanto temprano y voy en busca de mi madre. Hoy está radiante, ojalá y la felicidad que está experimentando le durara para siempre. No veo por ningún lado la lista de tareas, por lo que mis nervios comienzan a aflorar. Aun así, preparo el desayuno y subo a la habitación. Dudo durante unos instantes en si entrar o no; al final no me queda opción. Abro la puerta y llevo la bandeja hasta el escritorio. Me fijo en la cama y está deshecha, pero no lo veo por ningún lado hasta que escucho el sonido de la ducha. Me pongo rápidamente a arreglar la habitación; con un poco de suerte la tendré lista antes de que él salga del baño. Aunque me doy toda la prisa que puedo,
Capítulo 10. No soy parte de tu harén. Todavía tengo grabada en mis pupilas lo que esas desgraciadas hicieron en la plaza. Y aunque intento no pensarlo, cada vez que cierro los ojos vuelvo a ver la sangre correr por el suelo, la cabeza rodando y las sonrisas satisfechas de esas arpías que se creen las reinas del mundo por compartir cama con el Alfa. Me repito una y otra vez que debo mantenerme invisible, que no debo llamar la atención… pero el destino siempre parece empujarme al borde del abismo. La casa está en silencio cuando salgo de mi cuarto. Las luces del pasillo iluminan apenas con un tono cálido, y el zumbido lejano del refrigerador en la cocina es el único sonido constante. Voy a buscar un vaso de agua, cuando escucho un ruido seco: una puerta que se golpea, risas ahogadas, y luego la voz profunda de Lucien. El corazón se me detiene. Quiero darme la vuelta, pero antes de que lo haga, la puerta de su despacho se abre de golpe. Lucien aparece tambaleándose, con la camis
Capítulo 9. Las Concubinas del Alfa. Cuando salimos de la casa del Alfa aún era de día. El centro del pueblo no estaba demasiado lejos, por lo que aunque fuéramos caminando no sería muy largo el recorrido. No puedo negar que lo miraba todo con los ojos de una niña, estaba ilusionada, por primera vez en años me sentía libre. —Mamá, ¿tú eres una sirvienta con limitaciones? —No, que yo sepa. ¿Por qué me preguntas eso, Emilia? —Nada, tonterías mías. Pero no era una tontería, no sabía lo que significaba, aunque aquí no estaba encerrada no era totalmente libre como mi madre. Llegamos a la plaza del pueblo y nos sentamos en una cafetería. Todo era tan normal que parecía extraño. Siempre había escuchado que la manada Oscura era un lugar tenebroso y sombrío, pero eso no era verdad: aquí la gente parecía incluso más feliz que en mi antigua manada. Mamá pidió café y pastel para las dos. Mientras degustaba mi pastel de chocolate observé cómo un pequeño revuelo se formaba en la plaza. Tod
Capítulo 8. Un pequeño respiro. Me quedé de pie frente a la puerta esperando a que me dijera por qué me había hecho parar. Durante unos segundos se mantuvo en silencio y cada segundo se me hizo eterno. —Puedes marcharte. ¿Y para eso me dice que espere? En serio, casi me da un ataque al corazón para nada. —Gracias —dije, y salí lo más rápido que pude de la habitación. Bajé hasta la cocina y lavé todos los cacharros. Cuando terminé, volví a mirar la lista y me puse rápidamente con todas las tareas: limpié, ordené, coloqué y dejé todo impecable. Patético, mi vida había terminado en esto: limpiar y limpiar. No es que sea algo indigno, porque no lo es, pero siempre deseé ser algo más que una fregona. Cuando al fin terminé mi trabajo, ayudé a mamá con el suyo. Ver su sonrisa agradecida me dio más energía que cualquier desayuno. De pronto, me encontré con algo raro: tiempo libre. Llevaba tantos años encerrada que había olvidado lo que era. —Mamá, ven, que te voy a arreglar un poco.
Último capítulo