Capítulo 8. Un pequeño respiro.

Capítulo 8. Un pequeño respiro.

Me quedé de pie frente a la puerta esperando a que me dijera por qué me había hecho parar. Durante unos segundos se mantuvo en silencio y cada segundo se me hizo eterno.

—Puedes marcharte.

¿Y para eso me dice que espere? En serio, casi me da un ataque al corazón para nada.

—Gracias —dije, y salí lo más rápido que pude de la habitación.

Bajé hasta la cocina y lavé todos los cacharros. Cuando terminé, volví a mirar la lista y me puse rápidamente con todas las tareas: limpié, ordené, coloqué y dejé todo impecable. Patético, mi vida había terminado en esto: limpiar y limpiar. No es que sea algo indigno, porque no lo es, pero siempre deseé ser algo más que una fregona. Cuando al fin terminé mi trabajo, ayudé a mamá con el suyo.

Ver su sonrisa agradecida me dio más energía que cualquier desayuno.

De pronto, me encontré con algo raro: tiempo libre. Llevaba tantos años encerrada que había olvidado lo que era.

—Mamá, ven, que te voy a arreglar un poco.

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