LUCIEN BLACKWELL
—¿Qué tengo que hacer, Anna? ¿Me estoy equivocando? —pregunté dentro de la capilla del hospital, sentado de manera miserable en la banca, viendo la imagen de esa virgen pura y misericordiosa frente a mí.
Gracias a lo que me había dicho Camille, pude defenderme cuando me cuestionaron por sus lesiones. Pude notar la frustración en el gesto de la enfermera cuando no tuvieron material suficiente para llamar a la policía. Después del interrogatorio decidí tomar un momento para meditar.
Mi corazón se aceleraba cada vez que pensaba en ese último beso y en la forma tan dulce y al mismo tiempo melancólica en la que Camille dijo que me amaba, pero pronto ese recuerdo se manchaba con la muerte de Anna. Verla a través de ese ventanal, porque no podía acercarme a ella mientras los médicos le intentaban salvar la vida. Su rostro