LUCIEN BLACKWELL
—¿Ves? A esto me refiero. —Sostuve el papel frente a sus ojos. Cuando desvió la mirada un fuego se encendió dentro de mi pecho, me estaba envenenando con rabia. Ahora esto se había vuelto personal, ¿cómo se atrevía a intentar arrancarme a mis mellizos?—. Eres una asquerosa mentirosa. ¿Tú sí puedes mentirle a la justicia, pero yo no? No me parece justo.
Arrugué los papeles y la obligué a abrir la boca, pero ella se rehusaba y sacudía la cabeza en ambas direcciones hasta que saqué mi revólver y lo apoyé en su sien.
—¡Abre la puta boca y trágate tus mentiras! —grité furioso con el dedo temblando en el gatillo—. Solo quería meterte a la cárcel, pero si quieres que te mate aquí mismo, lo haré.
»¿Ves la cabeza de tu abogado? De esa misma forma llegarás a manos de tu hijo. Tu cabeza será lo único que podrá enterrar porque el resto de ti se lo daré a mis perros.
Mmm… necesitaba conseguir unos.
Comenzó a llorar y abrió la boca, con los labios temblando. Metí el estudio, q