DAMIÁN ASHFORD
Cuando Lucien se preparaba para abofetearla por su imprudencia, Andy levantó su mano, deteniéndolo, mientras avanzaba hacia su exsuegra, con la mirada cargada de nostalgia y lástima. Era como estar frente a un fragmento doloroso de su pasado.
Quise estrecharla, alejarla, protegerla, pero sabía que era algo que tal vez le haría bien enfrentar. No había terminado con ese capítulo de su vida, no de manera contundente.
—Te comportaste como si tú y tu hijo fueran mejor que yo —dijo con voz suave, sin rencor ni tristeza—. Como si yo tuviera suerte de estar con ustedes, y por mucho tiempo pensé que así era.
—¿Cómo no iba a serlo? ¡Nunca tuviste una familia hasta que llegaste a nuestra casa! ¡Y mira como nos tratas ahora! ¡Perra malagradecida! —gritó la señora Carpentier.
En ese preciso momento, mientras Andy estaba inclinada hacia ella, a cierta distancia, la señora Carpentier lanzó un escupitajo directo a su cara. Mi cuerpo se tensó, listo a matar a esa mujer a golpes por