DAMIÁN ASHFORD
La puerta de la residencia Blackwell se abrió lentamente, dejándome ver a Lucien cargando al pequeño Ángel en uno solo de sus brazos. Por un momento me vio desconcertado, su mirada se aseguró de que viniera solo.
—¿Quién es? —preguntó Camille en el fondo, con esa voz cantarina que me avisaba que estaba bien, que se sentía segura y feliz, irrumpiendo el silencio incómodo entre Lucien y yo.
—¡Nadie! —exclamó el imbécil, antes de cerrarme la puerta en la cara.
¡Hijo de toda su…!
Tuve que morderme la lengua para no comenzar a blasfemar. Volví a tocar la puerta con más intensidad que antes, haciendo que cada golpe retumbara en el interior, aunque por dentro deseaba patearla hasta tirarla. Esta vez quien me abrió fue su ama de llaves, quien parecía sorprendida.
—Señor Ashford… ¿Qué lo trae por aquí? —preguntó con los ojos tan abiertos que casi se le salen.
—Quiero hablar con tu amo —respondí rechinando los dientes y con una sonrisa rígida.
—Ah… yo… —Se aferró a la puerta