Capítulo 5.
—¡Me vas explicar que significa todo esto!— —No se como ha podido pasar Calen, estás no son las pastillas alguien las ha debido cambiar, pero mi cuarto solo lo piso yo y la sirvienta que viene a limpiar. —suspire aterrada aquella mirada acusatoria me estaba matando. Calen salió un momento de mi dormitorio y reunió a todo el servicio de limpieza. Aquellas mujeres señalaron a un chica muy joven como la responsable de la limpieza de mi dormitorio. La reconocí de inmediato era Erika, ella llevaba solo unos meses en la casa y siempre se encargaba de la limpieza de mi cuarto. La porbre temblaba. No debía tener más de quince años. Sus labios se movían sin emitir ningún sonido, pero después de un rato rompió en llanto. Yo estaba sentada observando en silencio. —¿Qué has hecho con las pastillas? —preguntó Calen con la mirada incendiada por la rabia. —¡Yo no lo sabía! —sollozó ella, cubriéndose la cara—. Se me cayó el frasco limpiando… y no sabía cuáles eran cuáles… Las recogí todas y… y las metí donde pude… ¡Perdón! ¡Perdón! Podía sentir cómo Calen se tensaba a mi lado, destilando furia por todos los poros de su piel. Se giró tan rápido que la niña retrocedió dos pasos. —¡Cómo te atreves a jugar con eso! ¿Sabes lo que hiciste insensata?— Me levanté de inmediato, no sé por qué lo hice pero en ese momento no lo pensé, simplemente actúe, me interpuse entre Calen y la sirvienta. —¡Ya basta! ¡Solo es una niña asustada! —Grite con fuerza. Calen me fulminó con la mirada. Yo sabía que él no toleraba errores. Mucho menos cuando esos errores lo salpicaban a él. Pero no iba a permitir que descargara su rabia en una niña. No ese día, no al menos estando yo presente, y no con todo lo que ya estaba pasando. Cuando todos se fueron y quedamos solos, el silencio se sintió más pesado que nunca. Calen me miró, como si estuviera analizando cada centímetro de mi rostro. Como si de pronto yo fuera una desconocida para él. —Entonces… —dije, titubeando—, ¿vas a cancelar el compromiso?— ahora que íbamos a tener un hijo juntos quizás las cosas podrían cambiar entre nosotros. Calen soltó una carcajada. ¡No una risa divertida, no! Una carcajada seca, casi cruel. —¿De verdad te crees que soy tan idiota?— Parpadeé, confundida. —¿Qué…?— —¿Qué mejor plan que fingir que fue un accidente? —siguió él, como si estuviera armando un rompecabezas en su cabeza—. Usar a una sirvienta, mezclar las pastillas… y ahora tienes un hijo mío. Bravo, Every. Podía sentir como el color abandonaba mi cuerpo y el aire no entraba en mis pulmones. —¿Estás diciendo que yo…?—respondí sintiendo como mis piernas temblaban. —Que lo planeaste todo. Para asegurarte un lugar a mi lado. Para convertirte en Luna—. Me quedé paralizada. No porque creyera que era una idea imposible, sino porque él pensara eso de mí. Que yo sería capaz de manipular una vida así. Que haría algo tan bajo. ¿Eso pensaba de mí? —No me casaría contigo ni aunque fueras la última Omega en la Tierra —dijo más frío que nunca—. Puedes tener al niño, claro. Pero sabes bien que no va a crecer llamándote “mamá”. Mi esposa será quién lo críe. Y tú seguirás siendo mi amante y nada más—. Mi garganta se cerró. No dije nada. Solo lo miré mientras se daba la vuelta y salía. No se detuvo. Ni una disculpa, ni una duda en su paso. Como si acabara de decirme que la cena se había enfriado. Me senté, temblando. Sentía una punzada en el pecho, justo en el centro. No era rabia, no era tristeza. Era esa mezcla jodida de decepción y certeza. Porque ahí lo supe. Calen nunca me iba a elegir. No importaba cuánto lo quisiera. No importaba lo que compartiéramos en la cama o el vínculo silencioso que creía que existía entre nosotros. Para él, yo solo era eso: la amante. Una simple Omega. La que estaba ahí porque le convenía. No porque la amara. Miré por la ventana. Ya estaba oscureciendo. Tenía que hacer algo. No iba a permitir que ese bebé creciera viendome como una criada y menos iba a consentir que otra mujer lo criara como si fuera suyo. No cómo iba a permitir y a vivir viendo como mi pequeño llamaba “mamá” a otra mujer si él ya era mío. Me sequé las lágrimas con la manga y en ese justo momento tomé una decisión. “Tenía que huir.” No podía usar el dinero de Calen. Él rastrearía hasta el último centavo. Pero por suerte, no era una inútil. Por suerte, en los últimos años había ganado algo de dinero ayudando en línea a otros licántropos con enfermedades particulares y esa suma era suficiente para empezar de nuevo en otro lugar. Baje mi vieja mochila de lo alto del armario y empaqué todo lo rápido que pude. Cogí ropa cómoda, abrigo, documentos. Dudé al ver la vieja foto enmarcada que tenía escondida en el cajón. Era una foto grupal, tomada en una reunión de la manada. En un rincón, casi por accidente, salíamos Calen y yo. Él estaba serio como siempre. Yo, en cambio, lo miraba como una idiota enamorada. Qué estúpida. Y aún así, no fui capaz de dejarla atrás. La guardé con todas mis cosas dentro de la maleta. Esperé hasta que la noche cayó y el silencio se convirtió en mi cómplice. Me moví como una sombra por la casa, evitando los tablones que crujían. Pasé por la cocina, el pasillo, las escaleras. No hubo despedidas. No hubo nada… Lo sentí mucho por Grettel pero en ese momento no podía confiar en nadie. Salí por la puerta trasera. El aire frío me dio en la cara como una bofetada. Me abracé el vientre con una mano. Aún no se notaba. Aún no tenía nombre. Pero ya lo amaba con una fuerza que me empujaba a seguir adelante. —Vamos, chiquitín —murmuré—. Mamá te va a llevar lejos de aquí. Y así empezó todo. No sabía a dónde iba exactamente. Solo sabía que tenía que alejarme. Que si me quedaba un día más, iba a romperme por completo. Y no quería que mi hijo creciera con una madre que no fuera yo.Capítulo 6.No pensé que de verdad fuera a hacerlo. No hasta que me vi parada frente al límite del territorio, con una mochila vieja colgada al hombro, las piernas temblando y el corazón palpitando con tanta fuerza parecía querer salir del cuerpo en cualquier momento. Ya quedaba poco tiempo para amanecer y debía darme prisa para abandonar los límites de la manada.Por un momento me pregunté si estaba haciendo lo correcto o por el contrario estaba cometiendo una estupidez.Entonces escuché una vocecita temblorosa detrás de mí:—¿A dónde vas?— dijo Erika, consiguiendo darme un susto de muerte.Me giré tan rápido que casi se me cae la mochila. Estaba claro que se trataba de Erika, la chica de la limpieza. Era ella. La sirvienta. La misma chica que había confundido mis pastillas por vitaminas. Tenía el uniforme arrugado, ojeras marcadas y las manos llenas de tierra. Seguro venía de la cocina o del jardín tras otra noche sin dormir. Me quedé paralizada, sin saber si correr o mentir.Inten
Capítulo 7. Pov Calen: Esa mujer ya se ha ido por una semana. Una maldita semana entera… y todavía no ha vuelto. Incluso Alexander ha empezado a sospechar si realmente ha decidido no volver, pero yo sé que eso es imposible. Solo está haciendo un berrinche, tratando de llamar mi atención, usando la seguridad de mi heredero para amenazarme y así conseguir el puesto de Luna para satisfacer su vanidad. No entiendo cómo puede ser tan desagradecida. Muchas Omegas como ella mueren esclavizadas, y si no fuera por mí, ella no habría sobrevivido hasta ahora. ¿Y esas joyas y vestidos hermosos? Ni siquiera debería soñar con ellos. Cojo el estuche negro que está sobre la mesa del escritorio. Es el regalo que me dejó antes de irse. Lo abro. Es un reloj exclusivo, con mis iniciales grabadas en el reverso. Hmph. Cierro el estuche con fuerza y le dije a Alexander: "En dos días es mi cumpleaños. Cada año ella planea algo especial. Ya lo verás, antes de eso, ella volverá, seguro." Algo se remu
Capítulo 8.Había encontrado una casa que se adaptaba a mi presupuesto. Era vieja, sí, pero al menos tenía techo y paredes. Aunque, siendo sincera, las paredes se caían a trozos y la humedad se colaba hasta en mis huesos. Aun así, era lo único que podía permitirme por el momento.Entre el alquiler y la fianza que tuve que pagar, casi agoté los pocos ahorros con los que contaba.Vivo, o más bien sobrevivo a base de arroz, pan duro y té barato. Necesito ahorrar cada centavo que gano para cuando llegue el bebé.Desde que llegué a este pequeño pueblo perdido entre montañas, con más ovejas que personas, pude respirar con tranquilidad.Gracias a la diosa, encontré un puesto como aprendiz en una pequeña clínica humana. El sueldo es bajo, pero me permite sentirme útil. Y, con un poco de suerte, pronto conseguiré algo mejor.Por primera vez en mucho tiempo, creí que podía tener una vida normal… pero, como todo lo bueno en mi vida, duró poco.Regresaba a casa después de una entrevista de trabaj
Capítulo 9. Pov Calen: Me desperté al notar la luz colándose por las ventanas. El día de mi cumpleaños había llegado. Nunca me gustó celebrarlo; para mí, siempre fue un día más. Pero esta vez era distinto. Esta vez, quería darle una lección a Every. Me levanté sin prisa, como si fuera un día cualquiera. La sorpresa vendría por la noche... Cuando cayó el sol, todo estaba preparado. Bajé hasta el recibidor y ahí estaba Natasha, esperándome. No se podía negar que era atractiva, y el vestido ajustado que llevaba marcaba cada curva como si lo hubiera diseñado el mismísimo diablo. —Felicidades, amor. Hoy estás fantástico... —dijo con su voz empalagosa. No necesitó más. Se colgó de mi brazo como si fuera un trofeo y empezó a soltar estupideces. Todo lo que tenía de bonita, lo tenía de tonta. Poco a poco, el salón se fue llenando. Si ya era insufrible tener a Natasha pegada como una lapa, peor era aguantar las felicitaciones y los halagos fingidos de los Alfas de otras manadas. Sonrisa
Capítulo 10.Hay ruidos que se te quedan grabados en la cabeza para siempre.El chirrido de unas llaves intentando forzar una cerradura. El golpe sordo de un puñetazo contra la madera. El gruñido animal de un hombre que ya no razona. Todos esos sonidos se mezclaron esa noche y aún hoy me siguen persiguiendo.—¡Ábreme, Every! ¡Maldita sea, sé que estás ahí! ¡No te hagas la lista!Estaba gritando como un loco del otro lado de la puerta. Ya lo había hecho otras veces. Llevaba varios días acechándome intentando conseguir que me doblegara y le diera lo que él quería.Siempre le respondía con las mismas palabras: “Voy a llamar a la policía”. Y eso solía bastar para que se largara dando golpes y soltando amenazas por las escaleras.Pero esa noche fue distinta. Cuando grité que iba a llamar a la policía, se calló. Así, de golpe, de repente no podía escuchar nada, no se escuchaba ni un solo ruido al otro lado de la puerta.Tragué saliva y me acerqué hasta la mirilla, con el corazón latiendo a
Capítulo 11. Pov Calen: Cuando la vi hecha un ovillo en el suelo, lo primero que sentí fue molestia. No era rabia ni tan siquiera pena. Solo molestia, porque estaba donde no debía, porque me estaba complicando la vida al huir de mí y porque verla así removía algo dentro de mi que prefería mantener enterrado. Estaba temblando, sucia, con la ropa rasgada y la fiebre haciéndole brillar la piel como si estuviera a punto de prenderse fuego. El olor a miedo que desprendía era tan fuerte que tuve que hacer un esfuerzo por no fruncir la nariz. Aun así, la levanté. Porque era lo que tenía que hacer, porque alguien tenía que hacerlo. Y ese alguien, aunque me jodiera admitirlo, era yo. No dijo nada. Ni siquiera abrió los ojos. Solo se aferró un poco a mi camisa, como si su cuerpo reaccionara por instinto. No me gustó sentirla tan frágil, tan rota, tan apagada. —Vamos —murmuré, con desdén. La subí al coche y la recosté como si fuera una muñeca, una de esas que estan rotas. Alexander apareci
Capítulo 12. Cuando abrí los ojos, lo primero que pensé fue que estaba soñando. Me costaba distinguir la realidad del recuerdo: el ataque que había sufrido por parte de mi padrastro, la sangre goteando, Calen apareciendo para salvarme de aquel ser inmundo, los gritos, los golpes y aquella maldita sensación de terror emanando por cada poro de mi piel. Parpadeé varias veces, desorientada, hasta que reconocí el entorno. Estaba de vuelta en la manada, me encontraba en mi dormitorio. Y entonces lo vi. Sentado en una silla junto a mi cama, con una carpeta entre las manos, concentrado, como si estuviera revisando documentos importantes. Era él. Era Calen. En ese momento no me atreví a decir su nombre en voz alta, por miedo a que todo fuera un sueño. Sin embargo, debió notar el cambio en mi respiración, porque dejó los papeles de inmediato y se inclinó hacia mí. Me quedé inmóvil, sin saber si fingir que dormía o levantarme de golpe. Pero no tuve tiempo para tomar una decisión. Calen apoyó
Capítulo 13. Pov Calen: Bajar a la mazmorra no era la cosa más agradable del mundo, el aire aquí abajo estaba cargado de humedad y de podredumbre. Aún así me otorgaba poder y me recordaba que aquí el que mandaba era yo. Caminé lentamente por el pasillo, mis botas resonaban sobre el suelo de piedra. Escuché un quejido ahogado, seguido de una tos cargada de flema y dolor. Mis hombres sabían lo que hacían. Nunca me decepcionaban. —¿Aún respira? —pregunté al entrar a la celda. El guardia asintió sin mirarme a los ojos. —Respira… apenas si lo hace. —Bien. Me acerqué al rincón donde lo tenían colgado. Las cadenas lo sujetaban por las muñecas, sus pies apenas tocaban el suelo. La sangre le corría por los brazos, manchando su camisa rota. El ojo izquierdo se le cerraba por la hinchazón, y el derecho apenas lograba enfocarme. Pero aun así, sonrió. —¿Así es cómo tratas a la familia política, majestad? —dijo con la voz rasgada, escupiendo un poco de sangre—. Pensé que el rey del Norte