GIULIA
Las paredes blancas de la clínica me parecían sofocantes. Llevaba más de media hora esperando, y aun así el tiempo no pasaba. Mi pierna temblaba sin control mientras jugaba con los dedos de mis manos. No era solo el resultado de los análisis lo que me ponía nerviosa, era todo lo que estaba ocurriendo en la casa de los Volkov.
Ivanka, la esposa de Iván, había desaparecido con Máximo. Nadie sabía a dónde habían ido. Fiorella estaba destrozada, aunque en el fondo, yo sabía que algo dentro de ella también se sentía liberado.
—Al menos ya no tendrá que vivir un matrimonio sin amor —murmuré para mí misma.
Pensé en Dante, en cómo había enfrentado a Iván la noche anterior, con esa mirada fría que solo usaba cuando algo realmente lo afectaba. Y pensé en mí… en todo lo que había cambiado desde que llegué a esa casa.
Una puerta se abrió, y una enfermera apareció con una carpeta en las manos.
—¿Señora Giulia Volkov? —me llamó con una sonrisa profesional.
Me puse de pie de inmediato.
—S