CAPÍTULO 13

DANTE

El disparo aún resonaba en mis oídos.

Silencio.

Ese tipo de silencio denso, pesado, que no es paz sino miedo.

Los cuerpos en torno a la piscina quedaron congelados por un par de segundos… y luego empezó el caos. Gritos, chapoteos, carreras. Todos sabían lo que significaba un disparo mío: que su fiesta acababa, y que era mejor largarse antes de convertirse en el siguiente ejemplo.

Entonces la vi.

Giulia, desesperada, manoteando entre la multitud del agua. Su voz rota.

Y ahí, en medio de ese mar de idiotas, un imbécil trataba de salir de la piscina… arrastrando consigo a la niña. No nadaba. La hundía.

Isabella.

No pensé. No calculé. No existía nada más que esa imagen. Me lancé al agua como si fuera fuego. Llegué hasta él y le di un golpe seco en la cara. Sintonicé el sonido hueco de su nariz partiéndose con un placer frío. Lo solté a la nada y tomé a la niña.

Su cuerpo estaba blando. Demasiado blando.

La levanté del agua y salí de un salto.

—¡Marco! —rugí—. Sácalos a todos. ¡Ah
Merfevi

Ayayayayay!!!! Esto es fuego

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