Mundo ficciónIniciar sesiónParís, la conocida ciudad del amor siempre ha sido la protagonista de muchas historias de amor. Puede sonar un cliché, pero Odette logro conseguir el amor en estas calles. Siendo una estudiante universitaria y futura doctora. ¿cómo iba a pensar ella que su primer amor iba a ser uno de los más grandes ladrones de la ciudad, además de su mismísimo secuestrador?
Leer másFrancia, París.
University. —¡Tira eso a la basura! —El día era tan pesado como cualquiera, con un cielo plomizo que dejaba en claro las grandes amenazas de lluvia que se aproximaban, un claro ejemplo del tan mal día que logré tener a pesar de ser apenas las nueve de la mañana, más cuando en especial el suelo soltaba esos típicos sonidos rugientes asemejando al rugido de un león, siendo el creador de tales sonidos los truenos que más que avecinan lluvias, avecinan tormantas. Después de todo en la universidad nunca se puede esperar que sea un buen día. No me quejo, estudio la carrera que siempre deseé y en la universidad que siempre deseé. Solo que nunca pensé que me pudiera ir tan mal en unas cuantas asignaturas. Pero es que por Dios... ¿Por que tendría que estudiar inglés cuando estudió medicina? No tiene nada de sentido. —¡Odette, que calificación tan espantosa en inglés! —¡Amelie! ¡Cállate! —Mi alrededor comenzó a ser examinado, con la esperanza de que nadie pueda escuchar el vergonzoso hecho de que nuevamente "inglés I" hacia de las suyas al ser otra materia que se arrastraba al siguiente año escolar. —¡Un cinco! ¡Es indignante! —Volvio a gritar Amelie, después de todo sus notas en Inglés eran un perfecto 19. —¡Si te ayude todo el año! ¡Como puedes haber perdido la materia! —Se me da fatal. —Me queje, arrancando de manos de mi amiga la hoja con todas mis notas donde solo él Inglés era la nota más baja, ya que las demás se mantienen en un perfecto y hermoso 19 o hasta la nota máxima, que es 20. —El próximo año te tienes que esforzar más. —La vi tomar sus cosas, al parecer ya era hora de que entrara a su siguiente clase. —Yo debo ir a clases, recuerda ir a cenar. —Claro, tu recuerda no pelear con tu profesor de matemáticas. —Odio a ese viejo. —Lo se. —Me levanté, acercando mi cuerpo hasta el de mi amiga para despedirme de ella con un beso en cada una de sus mejillas. —Anda, nos vemos mañana. —Adios, corazón. —Se despidió Amelie con un beso volado, una muchacha llena de coquetería con ese perfecto cabello pelirrojo con ondas traviesas, toda una belleza de la universidad. Además de algo distinto, se distinguía de francesas como yo que solo tenían cabello rubio y liso, resaltaba por donde caminaba. Y aún más cuando veía como su cabello rebotaba ante cada paso que daba, todo un espectáculo. Apenas la figura de mi amiga estuvo afuera de mi visión, decidí que era momento de ir a hablar con el profesor de inglés. Después de todo, a pesar de que me faltaban cinco puntos para lograr pasar su asignatura tenía la esperanza de que al menos se puede hacer algo para no tener que volver a cursar ingles por tercer año consecutivo. Con esperanzas renovadas mi paso me comenzó a dirigir hacia las oficinas de los profesores de la universidad, un camino bastante largo que no tardé en recorrer con un máximo de tiempo de 8 minutos. Y ya al estar al frente de la puerta, di algunos golpes esperando que se me diera la señal de que puedo pasar. —Pase. —ese aviso fue más que suficiente para que entrara a la sala de profesores, saludando a todos los presentes con mi mano y no tardando en encontrar al profesor de ingles, al cual me acerqué. —Profesor Richard- —¿De nuevo a rogar por puntos, Odette? —mis labios se volvieron una fina línea, molesta por que él ya me conocía tanto como para saber qué era asi. —Lamento estar arruinando tu perfecta lista de notas. —Soy yo quien debería disculparme por molestar tanto, al parecer. —Asegure, bastante avergonzada de lo que ocurría. Después de todo el señor Richard debía estar tan cansado de mi como yo de él, estos tres años que nos hemos conocido nos logramos llevar bastante bien, hasta me trataba de ayudar a pasar la materia. Solo que yo no era tan buena alumna como creía, al menos no con el inglés. —Tranquila, niña. Ya hasta mi esposa siente pena por ti y me dice que te deje pasar directamente. —Su esposa es una mujer muy considerada conmigo. —Lo se, aunque yo no lo soy tanto. —Su atención se posó en mi, dejando de lado aquel libro que se encontraba en sus manos. —Pero si tengo una forma de hacer que pases esta vez. —¿Ah sí? —Mi voz sonó vigorosa, bastante emocionada por saber que esta vez si habría una manera de lograr que el profesor me pasara la tan preciada y odiada a su vez, Asignatura de ingles. Ya hasta estaba saltando de la felicidad, tenía entre mis manos una oportunidad que no se suele dar a diario. —Si, aunque no sé qué tan dispuesta estés a hacerlo. —Note como miraba a sus colegas, los cuales se reían de tal situación. Después de todo esto era una especie de tregua donde el me dejaría escapar. O el menos por Inglés I, aún me falta Inglés II... Y así sucesivamente. —¡Estoy dispuesta a todo! —Mi puño golpeó la palma de mi mano, una muestra de lo dispuesta que estaba a lograr lo que sea que el vaya a pedir. —Entonces quiero fotos. —¿Ah? —No me encontraba sorprendida, claro que no. La palabra ideal para mi reacción era atónita, estupefacta, extrañada y todos los sinónimos de sorprendida existente que insinuar una grandeza más allá que solo sorpresa. —Si, quiero fotos del castillo de Versalles. La tensión en mi cuerpo desapareció, eso lo cambia mucho. —Oh... Vale —Si, hay algunos lugares a los que no logré sacar fotos en mi última visita. Si vas y tomas esas fotos me aseguraré de subir dos puntos a tu nota final, ya después hablaremos de cómo será tu examen para los otros tres puntos. Llevé mi mano hasta mi pecho, bastante sorprendida de que fuera tan fácil como sacar algunas fotos. Estaba más que claro que era capaz de hacerlo, y lo iba a hacer porque yo no planeaba cursar otro año de inglés. —¡Vale! ¡Lo voy a hacer! —Gire mi cuerpo, dispuesta a marcharme. —¡Odette! ¡Un momento! —El profesor me volvió a llamar, provocando que voltee de inmediato mi cuerpo para verle. —Lleva está cámara. El profesor me extendió una cámara profesional, la cual tome entre manos con una sonrisa. —Gracias. —Con emoción me volví a girar, saliendo de la sala de profesores dando saltos de emoción y felicidad. Después de todo... ¿Que podría salir mal con solo sacar fotografías? Yo creo que nada. -- A veces comienzo a considerar que si debí haber aceptado esa beca en la universidad de Alemania, fui tan estúpida al desear seguir el sueño francés de estudiar en la Universidad de París. No entiendo la finalidad de las fotos del palacio de Versalles, pero esas simples fotos valían unos 2 puntos de mi nota final de la asignatura, así que era mejor no quejarse e ir al gran palacio de Versalles. Después de todo, entre manos tenía una oportunidad que no se volvería a repetir por mucho que rogara al profesor. El momento de aprovechar para el fin de lograr librarme del mal conocido como: Inglés I. —Buenas tardes. ¿Viene usted sola? —Si. —Saque algo de dinero de mi bolso y se lo entregue a la chica, la cual me entrego de inmediato mi entrada para que pueda pasar al palacio. —Muchas gracias. —Le recuerdo que hay ciertas prohibiciones al entrar, no puede tomarse fotos en el Patio de Honor y en los jardines del palacio. —Comenzo a hablar, haciendo que de forma automática gran parte de mi intención fuera arruinada, aunque también logré darme cuenta del por qué Richard pidió esas foto, es que era ilegal tomarlas. Así que para no meterse en problemas el, me tiró todo el chivo pesado a mí. —No flash, no trípodes, ciertas zonas tienen la advertencia de prohibición a las fotos. No consumir dentro del palacio, no fumar. —Muchas gracias, lo tendré en cuenta. —Me despedí con una sonrisa, decidiendo entrar al palacio antes de que ella siga con sus explicaciones y pierda más tiempo del que debería, después de todo iba con el tiempo algo ajustado y si tardaba mucho terminaría por llegar tarde al palacio. Mi recorrido en el palacio fue notablemente rápido, ya había pasado por gran parte de los pasillos en donde estaba permitido tomar fotos. Contaba ya con al menos unas cuantas fotos que me servirían para ganarme mis preciados puntos de la asignatura. No entre mucho a las habitaciones, y el lugar estaba tan solo que era sorprendente, ya que siempre suele estar muy concurrido. —No debe haber muchos viajeros. —En medio del recorrido note una de las tantas puertas del lugar abierta, lo cual me pareció un detalle bastante extraño, teniendo en cuenta que el lugar estaba solo. Así que me comencé a dirigir hacia allí, llena de curiosidad por quién podría ser hasta que note que eran los apartamentos de la reina, ganándose de inmediato una mirada que viajó a mi alrededor hasta que ví... —¿Que hace? —Le pregunté a un caballero que parecía estar quitando los candelabros del techo, una hazaña que no creo que esté permitida. Menos cuando en el momento que volteo a verme logré identificar como cargaba un pasamontañas que cubría su rostro, solo dejando ver a la perfección como su mirada poseía un color verde que más que ser un verde tradicional, se veía hasta radiactivo, un detalle que resaltaba bastante entre ese pasamontañas negro. —Que ojos tan feos. —Mencione como si sus acciones y el pasamontañas no fueran un hecho preocupante. —¡Señorita! ¡Salga de ahí! —Esos gritos se escucharon desde fuera de la habitación, haciendo que pestañee varias veces de inmediato. ¿Será que están reparando la habitación? Creo que sí, por que no encuentro otra respuesta. Aunque no entiendo por qué este caballero se bajó tan rápido de donde se encontraba y fue a cerrar la puerta de golpe, paseándose por la habitación hasta que llegó a su bolso, el cual comenzó a revisar desesperado. —¿Se le perdió alguna herramienta? Disculpa, no quería interrumpirlo mientras trabajaba. —Recalque, comenzando a mirar a mi alrededor mientras pensaba en cómo podría salir de ahí ahora que cerró la puerta. —¡Niña! ¡Sal de ahí! —La voz del mismo guardia llamo mi atención, voltee a ver en dirección a la puerta la cual al parecer por mucho que forcejeen no la lograban abrir, que raro. Estaba a punto de responder hasta que un sonido en particular llamo mi atención, provocando que voltee a ver de inmediato hacia un lado de mi. Pensé que encontraría al trabajador siguiendo su trabajo, pero ante mi mirada solo estaba atravesado el cañón de la pistola, apuntando directamente hacia mí. De inmediato toda intención de responder desapareció por completo y solo quería dar un gran grito, pero hasta de ello me arrebataron las ganas ya que el hombre hablo. —Te atreves a gritar y disparo. —Su firmeza fue clara, tan clara que hasta mis manos comenzaron a temblar del puro pavor que sentía ahora mismo, era tan incapaz de controlarme que hasta mi teléfono cayó al suelo al no poder controlar mi miedo. Subí suavemente mis manos en señal de sumisión, y a pesar de esa acción el seguía apuntando en mi dirección con la pistola. Mantuve mi vista fija en el, como si eso pueda evitar que me matara con un simple apretón a ese gatillo en el que se encontraba su dedo. Lo vi tomar un bolso bastante grande y pesado, llevando este hasta su hombro, todo su cuerpo se tenso ante el peso de lo que sea que lleve en ese bolso, estaba tan tenso que hasta sentía que una vena le iba a explotar, ya que en automático en su brazo se marcaron todas las venas al tener que aguantar tan grandes cantidades de peso. —¡Abra la puerta ahora mismo! —Mas hombres o guardias parecían llegar fuera, tenía la pequeña esperanza de lograr salir de esta situación ilesa. Así me iría de viaje al pueblo de mi familia a pasar la semana y contar todo lo que me pasó este día, que mi papá me abrazara y me llenará de regalos de consolación y mi mama me hiciera un vestido bonito para que luzca en la universidad al momento de volver. Aunque ya no tengo tanta esperanza como antes, ya que el hombre me tomo entre brazos y pego el cañón directamente a mi cabeza. En ese momento la puerta se logró abrir con brusquedad, al menos cinco guardias pasaron. Que estúpidos, van desarmados. —¡Detengase ahora mismo! ¡Dejé a la señorita! —«¡Esooo! ¡Me encanta su gran esfuerzo por ayudarme.!» —¡Si avanzan voy a disparar! —advirtió el hombre, el cual me tomo entre brazos y en un simple movimiento me subió sobre su hombro. Todo mi aire se fue fuera de mi sistema de forma inevitable, ya que caí de forma tan brusca sobre su hombro que hasta me lastimó. —¡Si se acercan la voy a matar! Apreté mis manos en la espalda de la camisa negra del hombre, sintiendo como mi cuerpo me comenzaba a fallar al darme unas increíbles ganas de llorar. Ganas que no aguante, ya que de forma inmediata las lágrimas comenzaron a caer. —¡Se puede negociar! —Dios mío voy a morir. —Comence a chillar, tratando de mover mi cuerpo para liberarme a pesar de que ese hombre no lo permitía. Estaba tan centrada en no desear morir e irme con mis papás al pueblo que no me di cuenta que había cometido blasfemia, un acto por el cual me arrepentiría diaria si llego a sobrevivir. Tan centrada estaba en no morir que el hombre aún sosteniendo mi cuerpo entre brazos fue directo hacia las ventanas de la habitación, las cuales de un gran salto las atravesó y rompió cada uno de los vidrios que la conformaban. —¡Aaah! —Solte un grito espantada, aún llena de terror mientras me sostenía al cuerpo del hombre el cual parecía ser poseedor de una agilidad impecable, pues en menos de lo esperado ya habia escapado del palacio de Versalles. —¡Déjame! ¡No le diré a nadie que te vi! —¡Cállate! ¡Hablas mucho! —¡Que me estás secuestrando! —¡Que te calles! Apreté mis labios y comencé a golpearlo, aunque parecía que no le hacía nada. Ya que mis golpes resonaban contra su espalda que estaba igual de tensa que todo su cuerpo, y la dureza de sus músculos parecían ser un hierro protector contra mis puños que ya me estaban saliendo. Subí mi mirada, soltando aún más gritos mientras retorcía mi cuerpo tanto como era posible. Seguía siendo perseguido por los guardias, los cuales ya estaba claro que no me ayudarían pues fueron cruelmente humillados por el hombre que me secuestro, ya que ahora mi cuerpo reposaba dentro de una camioneta después de haber sido lanzada dentro de ella con brusquedad junto al pesado bolso que podría jurar por poco y me rompía las costillas. Y como si toda esperanza de lograr sobrevivir fuera destruida, esa camioneta arranco apenas el hombre se subió, siendo llevada hasta un destino desconocido.Francia, París.???—Vacio, joder. —Una queja salió de mis labios al lograr abrir el cajero del local y llevarme la decepción de que efectivamente, no hay dinero.Apenas llevo unos 100€ esta noche, los cuales logré tomar del tarro de propinas.Supongo que en este café no debe haber muy buena atención.O al menos eso pensaría si no fuera porque entre a uno de los mejores cafés de París, reconocido por su buena atención y sabrosura de sus productos. Simplemente, hoy no es mi día de suerte y… desearía que sea todo lo contrario.Después de ese gran problema con Alyssa el resto del día fue amargo, siendo sincero, en verdad no amaba a esa mujer, era hermosa, no lo negaré. Solo no era esa persona que tú imaginas toda tu vida junto a ti, compartiendo cada momento único hasta que llegue el último respiro.En la ciudad del amor, hasta el romanticismo es lo primero que puede llegar a morir en ciertas ocasiones. Ella tampoco me veía con amor, solo era algo meramente carnal para ella, buscar algo
—He tomado una decisión. —¿Ya decidiste que tú rama de la medicina es la urología? —Asco, jamás. —Se quejo Eiden, su rostro se mostraba tan fresco cómo podría estar el de cualquier persona presente en el comedor. —Decidi que estoy cansado de la rutina. —¿Y que harás respecto a eso? —Cuestiono Amélie, llevando su comida a la boca mientras yo solo escuchaba todo de fondo, como si fuera una mera sombra de ambos. —Mi decisión es la solución. —¿Y cual es tu decisión? —A partir de hoy comeremos siempre en la calle. —Esas palabras ocasionaron un silencio entre nosotros que solo lograba ser perturbado por las conversaciones de nuestro entorno, Además de una expresión de incredulidad en el rostro de Amélie. —Yo no tengo dinero para tal hazaña. —¡No puede ser Amelie, no vas a comenzar! —¡¿Y que quieres que haga?! —Se quejo la pelirroja. —¡Si no tengo dinero, no tengo! —¡Tú no tendrás! ¡Pero tu novio sí! —Y Eidan era poseedor de bastante razón al mencionar esas palabras. Después de
Cualquier maldita opción era correcta.Aunque a medida que pasaban los minutos, quizás en mi cabeza horas, solo me di cuenta de que en verdad era la envidia lo que más predominaba en mis emociones.Ya que no logré evitar sentirme así cuando la mujer finalmente acabo completamente satisfecha por la atención, quedando dormida de inmediato.No logré evitar sentir envidia cuando ese hombre alzó su cuerpo y presumió del sudor viajar por su frente, esos cabellos azules desordenados y como con descaro acariciaba su falo aún erecto bajo mi mirada.¿Es un pecado desear a este hombre de dudosa economía?Por qué es difícil no hacerlo, a pesar de su novia, a pesar de que hace tan solo un año atrás no lo quise para mí por ser tan perfecto.Y ahora que veía lo imperfecto que es, si lo quiero.—No conocía tu afán por la pornografía en directo. Su masculinidad fue resguardada nuevamente en su pantalón y con total atrevimiento se fue acercando hasta el armario.Un grito de horror salió de mis labios,
Odette Dubois. -¡No puede ser, Andrea está aquí! -Ante el grito de Amelie eleve mi cabeza como una paloma, comenzando a buscar en mis alrededores a la antes mencionada. Después de todo, era raro ver a la estudiante que recientemente fue expulsada de la universidad por tener encuentros sexuales con un profesor en una fiesta de la universidad. -No la veo. -Esta junto a Eiden. -Me estas tomando el pelo. -¡Claro que no! -Las manos de Amelie se hicieron de mis hombros, moviendo mi cuerpo de lugar para que vea en donde estaba la tan mencionada mujer. -¡Ahí! Volví a elevar mi cabeza, tratando de ver a la mujer de cabellos castaños que tanto mencionaba mi amiga hasta que logré verla junto a Eiden, soltando risas escandalosas y bebiendo de un trago verde que no me atrevía a imaginar que tantas mezclas raras debe de haber en ese vaso. -¿Y que hace Eiden con esa? -Dijo que iría a probar suerte si le cuenta lo que sucedió en verdad. -No me extraña de Eiden. -Tome de nuevo asiento en el
Zadkiel Leblanc. Un viernes por la mañana me encontraba en casa, con los ánimos por el suelo después de haber tenido que hacer el sacrificio más grande de mi vida al levantarme a las siete de la mañana para poder llevar como siempre, a mi hermana a la escuela. Después de todo lo ocurrido el día anterior en el comedor, la única explicación que recibí por parte de mi novia Alyssa es que la rubia loca la atacó de golpe. Por otro lado el testimonio de mi hermana fue en cuanto un poco distinto y muy confuso, ya que ni ella misma se decidía si en defender a la rubia o acusarla, algo que me dejaba en claro que un transfondo que desconocía era participe de toda esta situación. Un transfondo que no descubriría hoy, al menos. Me encontraba sentado en la cocina con la mayor tranquilidad del mundo, tratando de analizar cómo es que acabe afrontando tales miserias de la vida con tal de poder ofrecer a esa niña algo mejor a lo que le daba papá. Por que si, para mí era una completa miseria levan
—¿Y a ti que te pasa? —¿Que me pasa de que? —estampe mi tenedor contra el plato, encajando este mismo en el pedazo de carne que me encontraba comiendo. Un nuevo día llegó a la universidad y con ello un nuevo almuerzo, un nuevo momento en la cafetería donde posiblemente volvería a ver a esa perra llegar de la mano con la niña o del brazo de su novio como toda una mujer enamorada. Y mi humor de perros no era por cualquiera de esos posibles escenarios, era por qué ayer en mi cobardía ante la seducción femenina fui incapaz de darle la cara por el beneficio de la niña que debía de sufrir sus maltratos de manera constante. Ahora tenía sentido por qué la niña decía que no le caía nada bien esa mujer, todo eso tenía sentido y es que después de todo los niños son seres tan puros que serían incapaces de odiar a alguien si ellos no les dieran el motivo para hacerlo. —Estas como... No se cómo explicarlo. —Eiden apretó sus labios, tratando de pensar. —Pareces un tomate de lo roja que estás.
Último capítulo