Francia, París.
??? ??? —Exijo mi pago completo. —Mi voz salió con brusquedad hacia ese hombre que estaba al frente de mi, lanzando el fajo de billetes en su dirección. —No veo los candelabros para mi salón. —Reclamo el hombre, quien sentó su pesado trasero en su asiento. Mi fastidio era excepcional, tan grande que en cualquier momento me podría levantar e ir contra ese hombre que era tan conocido por su pesado negocio de contrabando de drogas. Aunque el solo era conocido por eso, ya que en verdad el chivo pesado de este mundo es su esposa, la cual lleva a la perfección el negocio y es la en verdad respetada. —Acordaste cien mil euros por cada reliquia, te traje cinco y solo veo la mitad del dinero. —Di lo que quieras, Zadkiel. Quien saldrá perdiendo eres tú, ya que puedo buscar otros chicos dispuestos a hacer lo que tú haces. —¿Así como los otros cinco anteriores que terminaron en prisión? Buena suerte en ello. —La tensión de mi mano era notable, así como mi burla hacia el hombre al frente de mi. —Su único negocio notable es hacer feliz a su esposa mostrándole las reliquias que le traigo. Su contrabando de drogas es el mundo de ella, el suyo es complacer a esa mujer para que no le de dos patadas por culo. —Cállate, eres un completo ignorante. —Eso no lo dijiste el día que te arrodillaste ante mi, agradeciendo que salve tu insignificante matrimonio cuando le regalaste a tu esposa el anillo de Juana de Arco que logré conseguir. —Un gran estruendo resonó en la habitación, sonido que provoque yo mismo al golpear mi puño contra el escritorio. —¿O acaso debería ser yo quien se quede con tu mujer para que ella al fin logré comprender lo que es un hombre de verdad? Mis palabras eran una amenaza bastante clara, tan clara que hasta el hombre que se encontraba al frente de mí mostró cierto temor en su mirada cuando hice tal declaración sobre su esposa. —Ya entiendo. Toma tu maldito dinero. —El hombre saco otro sobre del cajón del escritorio, el cual lanzó en mi dirección. Una buena "negociación" que terminó en resultados bastantes favorables. —Ahora sal de aquí, no quiero saber nada del problema en el que estás metido y la chica de tu camioneta. M****a. Ni siquiera me acordaba de esa chica en mi camioneta, estaba tan centrado en mi dinero que mi cabeza descartó de inmediato un problema mayor a solo tener la mitad de mi paga. Una chica secuestrada. Solté risas secas, demostrando que esa situación me tenía más incómodo que maravillado. Dedicando una última mirada al hombre al frente de mi, el cual ya estaba revisando con determinación las reliquias que le había traído hace tan solo momentos atrás. Fue ahí cuando me levante de mi asiento y salí de esa acalorada habitación, personas con tanto dinero deberían de poder costearse un ambientador, pero al parecer eran lo suficientemente tacaños como para no hacerlo. Ya logré llegar a mi camioneta, no lograba ver a la chica a través de las ventanas debido a los vidrios polarizados, así que decidí volver a colocarme el pasamontañas y abrí la puerta del piloto, asomando mi cabeza hacia los asientos traseros. Pensé que recibiría un ataque de forma inmediata, que algo me golpearía la cabeza y quedaría noqueado como un completo idiota. Solo que no fue así, en su lugar logré ver a la joven chica tirada en los asientos traseros, más en específico lograba verla de espaldas y como su cuerpo se movía a la par de sus sollozos. Antes de irme me asegure de amarrar bien a la chica, ya que no podía permitir que escapara estando yo en medio de la entrega de los objetos que logré robar del palacio de Versalles. —¿Donde vives? Te dejaré cerca de casa. —Pregunte por mera educación, ya que en verdad planeaba hacerlo. Aunque no me sorprendió para nada cuando por parte de la contraria solo recibí un gran silencio que solo era quebrantado por sus sollozos que se intensificaron al saber que me encontraba cerca. —Me quieres matar. —la escuché exclamar en medio de sus sollozos, mi sorpresa no podría ser más grande al escuchar la atrocidad de esas palabras. —¿Que? ¡Joder, claro que no! —Me defendí, dejando mis manos sobre el volante, encendiendo la camioneta. —¡Me lastimaste! ¡Claro que me quieres matar! —Su grito salió en una voz quebrada, completamente atemorizada por que en verdad le pueda hacer algo que ella insinuaba a pesar de que ya dije que no. Una reacción normal, ya que si fuera ella yo también estaría muerta de miedo. —¡Pero que yo no te lastime, mujer! —Una patada a la espalda de mi asiento no tardó en llegar, esta mujer en serio contaba con un caracter formidable a pesar de que se encontraba "en peligro" según ella. —¡Si lo hiciste! —Solte un resoplido bastante fastidiado, entre ella y el viejo de las reliquias me iba a terminar volviendo loco. —¡Que no! —¡Que si lo hiciste! ¡Me duele todo mi cuerpo! —¡Que dramática, que no te lastime! —¡Ya mátame si te viene en gana! —¡Que no te quiero matar! —¡Claro que si! ¡Por algo quieres la dirección de mi casa! —¡¿Que?! ¡¿Y que tiene que ver tu pocilga con matarte?! —¡Que irás en la noche a matarme! ¡Mientras duermo! —Hizo el ademán de querer vomitar. —¡Está camioneta huele súper mal! ¡Que asco tu pocilga! —¡Que no te voy a matar, ridícula! —¡Que si lo vas a hacer! ¡Me lastimaste! Golpee el volante con la palma de mis manos, ya bastante obstinado por que siguiera reclamando por algo que no hice. —¿Ah sí? ¿En donde te lastime? —Mi voz salió entre dientes, tratando de contener el hecho de que todo el enojo y fastidio saliera disparado de mi voz de golpe. Y a pesar de que trate de preguntar con la poca educación que quedaba en mi cuerpo, ella no respondió. Fue en ese momento que me di de cuenta que en verdad mi trabajo era robar, no secuestrar gente. —¡Te pregunte en donde te lastime! —¡Déjame! —¡Joder! —Volvi a golpear el volante con la palma de mi mano, levantando mi cuerpo del asiento para poder pasar por encima de las palancas de cambios hasta los asientos de atrás. —¡Revisaré yo, ya que eres incapaz de responder! —¡No me toques con tus asquerosas manos de clase subsuelo! —Se comenzó a retorcer en su lugar, a pesar de que ni siquiera la estaba tocando aún. Era como un gusano tratando de escapar de las manos de un pescador antes de ser clavado en el anzuelo. No debería darme risa porque ella estaba de lo más aterrada, pero en serio era algo de lo que podría reírme por días. La tomé de la barbilla, al principio trate de hacerlo con delicadeza hasta que note que ella no se dejaría, así que tuve que optar por un movimiento un tanto brusco al final, deseaba ver si la había lastimado en el rostro, aunque solo me encontré con un rostro limpió y ojos miel llenos de lágrimas que me miraban con completo odio. —Una francesa básica. —Su semblante cambio por completo después de mi mención a tal insulto, siendo en ese momento cuando en verdad no pude aguantar mis risas y las dejé escapar. —¡Eres un imbecil! —Trato de darme una patada de nuevo, cosa que no logro ya que le costaba más moverse al tener sus pies amarrados uno con el otro. Y mucho menos la lograría cuando yo sostenía uno de sus tobillos con fuerza, evitando que se soltara. —Te veo bastante bien, cuando te amarre los brazos estaban perfectos. —¡Que no me toques! —¡Que te estoy revisando! ¡Si me dices dónde te lastime sería más fácil! Después de mi reclamo ella se volvió a quedar en silencio, solo que esta vez se encontraba dedicándome una mirada llena de odio y vergüenza. —En las piernas. —Termino por responder, más avergonzada que odiosa como hace momentos atrás. —Muchas gracias por tu gran colaboración. —Termine por dirigir mi mirada hacia sus piernas, viendo como a simple vista se encontraban bien. Tuve que dar un vistazo un poco más atrevido, cosa que no quería hacer ya que ella cargaba puesta una falda. Aunque justo como lo pensé justo las heridas se encontraban en la parte trasera de su cuerpo, más centrada en sus muslos. Eran varios cortes que en verdad no recordaba como se los podría haber hecho, hasta que recordé mi gran maniobra de escape al atravesar los vidrios de la ventana. Yo estaba bien, a mi no me pasó nada más allá de unos cuantos cortes. Pero ella tenía hasta un pequeño vidrio incrustado, no entendía como pudo llegar ahí cuando fui yo quien impacto contra la ventana. —Ya vi donde te lastime, te voy a curar. —¡¿Que?! ¡No! —¡Ah no! ¿Quieres que te lleve a una clínica privada acaso? La princesa tiene muchas exigencias. —jale de su pie para obligarla a subir las caderas, dandome el suficiente espacio como para sentarme en el asiento y dejar sus caderas sobre mis piernas, mirando con atención las cortadas. —¡Tengo una falda! ¡Déjame! —¡No te voy a tocar! —¡Pero lo estás viendo! —¡Como si aquí tuviera mucha cosa interesante que ver! —Extendi mi brazo en dirección hacia la parte trasera del vehículo, tratando de tomar el botiquín. Y en medio de mis intentos de conseguir el dichoso botiquín fui atacado, no era de esperar menos cuando le había faltado el respeto a la señorita y por esa razón me dio esa patada a mi persona. —¡Un hombre promedio, al parecer! —¡Para tu información el hombre promedio ya te estaría metiendo la verga ahora mismo! —Ya molesto escupí esas palabras como veneno, palabras muy crueles para una señorita. Después de todo esa insinuación no era para nada agradable, menos cuando era consciente de que estaría en contra de su voluntad. Y fue claro que le afectó bastante, ya que ahora mismo se encontraba derramando lágrimas a mares. Un suspiro escapó de mi nariz, y tratando de no dar mucha atención a sus sollozos comencé a limpiar sus heridas justo como le mencioné hace momentos atrás, procurando no tocar de más a la pobre chica. En verdad no sirvo como secuestrador. —¿Quieres que llamemos a alguien para que te busque? —Pregunte, terminar de limpiar las heridas de la chica, colocando curitas a las heridas más superficiales. Más en específico curitas de superhéroes. —Sí. —Exclamo aún con la voz quebrada de tanto llorar. —¿A quien? —A mi papá. —Vale. —Termine de limpiar las heridas, era un trabajo limpio ya que estaba acostumbrado a curar las mías, pero quizás ella más tarde quiera ir a algún hospital. —¿Tú teléfono? —En mi bolso. —Di un suave asentimiento, soltando a la chica la cual de inmediato se acomodó sobre los asientos, ya no estando recostada como hace tan solo segundos atrás. Y yo busqué su celular justo en donde ella había indicado, no tardando mucho en encontrarlo, el cual desbloquee usando el rostro de la chica y comencé a buscar entre sus contactos, llamando a un contacto que decía "Mi papá" con varios corazones. Espere unos segundos pero nunca contestaron, y este hecho solo hizo que la mujer a mi lado llorará más de lo que ya estaba llorando antes. Quizás le asustaba pensar que al no contestar su papá ahora se tendría que quedar conmigo. —¿No hay otra persona a quien pueda llamar? —Mi mami. —Solto entre sollozos, y yo acate esa orden llamando al contacto que se llamaba "Mi mamá" con varios corazones. Al cabo de unos segundos alguien contesto, siendo en ese momento cuando extendí el teléfono a la chica para que pueda hablar. —Hola mi niña hermosa. ¿Que pasa- —¡Mami! ¡Un viejo loco me tiene secuestrada! —La miré indignado, sin poder creerme que me haya llamado viejo. Que descaro. —¡¿Que?! —¡Que me tiene secuestrada! —¡Mi tesoro! ¡Dime en donde estás! ¡O que te dice! —Se escuchaba bastante agitada, hasta como tumban objetos o algo parecido. —¡Jaime! ¡Hay que ir a París a por la niña! —¡Mamá, dijo que-! —Aparte el teléfono, negando suavemente con mi cabeza. —La dejaré cerca del arco del triunfo. —Y después de esas simples palabras, corte. Las francesas básicas dan muchos problemas, muy tarde me di cuenta de ello. Ahora lamentablemente debo hacerme cargo de las consecuencias. O hacer de las mías como todo ladrón.