Sofía apenas podía procesar lo que acababa de suceder. Sí, habían estado juntos, aunque todo había comenzado como parte de una trampa tejida por su propio padre. Sin embargo, lo inevitable había ocurrido: ella y Antonio se habían entregado el uno al otro. Y lo más desconcertante era que no le desagradaba la idea.
Pero de casarse… ahí su corazón dudaba. Miraba a Antonio como alguien muy por encima de ella, inalcanzable, demasiado superior. Ni siquiera estaba segura de merecer dar un paso así. Temía manchar el nombre de Antonio frente a la sociedad, ser vista como una sombra que no estaba a su altura.
Bajó la mirada, entrelazando sus dedos con nerviosismo, sin saber qué decir. Antonio, al percibir su titubeo, reaccionó de inmediato: estacionó el auto con agilidad y volvió toda su atención hacia ella.
Tomó sus manos con firmeza, obligándola a mirarlo. Sus ojos reflejaban una intensidad que la desarmaba, pero en ellos no había dureza, sino ternura. No quería presionarla, no quería que se