Sofía despertó con la cabeza latiéndole con fuerza y la visión borrosa, como si la noche anterior la hubiera dejado atrapada entre el sueño y la realidad. Parpadeó varias veces y entonces lo vio: la ropa esparcida por el suelo, los zapatos caros y camisas de hombre mezcladas con su propia ropa. Su corazón se aceleró.
Levantó la sábana con manos temblorosas y un escalofrío la recorrió. Estaba completamente desnuda. La incomodidad se mezcló con el calor de su vergüenza y la hizo desviar la mirada. Pero no pudo evitar fijarse en la espalda musculosa y bronceada que se iluminaba suavemente con los primeros rayos del sol.
El cabello de Antonio caía sobre su frente, su respiración era lenta y pausada, y su rostro tranquilo parecía ajeno al torbellino de emociones que la consumía. El recuerdo de la noche anterior golpeó a Sofía como un trueno: la pasión contenida, los besos, la cercanía, todo… había sido real.
Tragó saliva con dificultad, negando con la cabeza una y otra vez. “No puede ser…