Leonardo tenía las manos detrás de la espalda, y me miraba desde arriba con indiferencia:
—Cuando le pidas disculpas a Bella, podrás levantarte.
Apreté los dientes con rabia y grité:
—¡No le voy a pedir disculpas! ¡Aunque me obligues a quedarme de rodillas toda la vida, no lo haré!
Leonardo me miró, conteniendo la furia que sentía, y, con voz sombría, dijo:
—Entonces, no te levantes nunca.
Se sentó en el sofá, y me observó con indiferencia.
Isabella se acomodó tranquila a su lado, masajeándole los hombros con ternura:
—Leo, ya basta… seguro que mi hermana no lo hizo con mala intención.
Leonardo le tomó la mano y le sonrió.
—Eres tan buena, igual que cuando eras niña… Tú siempre la viste como tu hermana, pero ella jamás te trató como tal.
Isabella, con una expresión tímida y coqueta, se acurrucó en su pecho.
Yo los observaba… y no pude evitar sonreír con amargura.
Levanté la cabeza, lo miré a los ojos, y, con voz sombría y determinante, le dije:
—Leonardo… te odio.
Leonardo se quedó quieto por unos segundos, luego sorprendido respondió:
—Alicia, solo discúlpate, puedo olvidarme de todas las mentiras que dijiste. Incluso podemos ir ahora mismo al circo con Jack… y, además… puedo anunciar públicamente que eres mi luna.
Me reí con desdén.
¡Cuánto había deseado antes ser tu luna!
Pero Leonardo siempre llevaba a Isabella a las reuniones, a las fiestas en los demás clanes, y todos ya asumían que ella era la verdadera luna.
Y ahora que decidía irme, ¿me salía con esto? ¡Qué ridículo!
—Ya no quiero ser tu luna —negué—. Terminemos de una vez por todas.
Leonardo no me creyó en lo absoluto, y me lanzó una mirada burlona.
—¿Terminar? ¿Ahora dices que ya no quieres ser mi luna?
Él pensaba que, como siempre, con una promesa bonita, y que yo me rendiría a sus pies. Pero esta vez no cambiaría de opinión.
—Lo tengo muy claro —respondí sin dudar, soltando cada palabra con claridad—. Terminamos. De todas formas, nunca me marcaste… ni siquiera hay un lazo que romper.
Leonardo no podía creer lo que escuchaba.
—¿Por esta tontería vas a arruinar el futuro de tu hijo? ¿En serio estás dispuesta a dejarlo sin padre? Si no terminamos… Jack podría ser el próximo Alpha.
Isabella aprovechó para burlarse también:
—Qué cruel eres, Alicia… todo por tu orgullo, ¿y qué pasa con el futuro de tu hijo?
La miré furiosa, levanté la voz y le grité a todo pulmón:
—¡No te metas! Esto es entre Leonardo y yo.
Leonardo se encendió enfurecido, y gritó:
—¿Que no tiene que ver con Bella? —Luego se devolvió hacia el mayordomo y le ordenó—: Averigua a qué hospital mandó esta malvada mujer a Jack. ¡Supuestamente estaba enfermo, ¿no es así?! ¡Cancelen todos sus tratamientos ahora mismo!
Jamás imaginé que, por más enojado que estuviera, se atrevería a meterse con su propio hijo. Pero con crueldad lo hizo.
El mayordomo lo miró, dudando por unos segundos, hasta que al fin murmuró cauteloso:
—Pero, Alpha Leonardo… Jack ya…
Leonardo, pensando que era por la orden de suspender el tratamiento, de pronto soltó una risa de desprecio:
—¡Cancelen todo! Así aprenderá a no desafiarme.
El mayordomo no sabía cómo responder, dudó por un momento hasta que, por fin, se atrevió a decirlo:
—Alpha Leonardo… Jack murió. Unos minutos más tarde de su desaparición…