Capítulo 2
—¿Eh? ¿Esta vez sí empacaste todo? ¿Ahora quieres llamar mi atención escapando de casa? Vaya, al menos aprendiste algo desde la última vez: en vez de solo amenazar con palabras sin sentido, ahora lo intentas con acciones. Eres más lista que antes —se burló Leonardo al verme salir con la maleta en la mano.

Él pensaba que estaba celosa, que solo decía que quería dejarlo para hacerlo reaccionar.

Salí, sin darle ninguna explicación.

Al pensar en mi pequeño Jack me llené de tristeza.

Tres meses atrás, había sido atacado por un lobo en el bosque. La herida se había infectado con el veneno de lobo salvaje, uno muy agresivo. Desde entonces su salud no hizo más que empeorar.

Lo internaron varias veces en el hospital, y estuvo al borde de la muerte en tantas ocasiones que hasta todos los médicos de la ciudad lo reconocían solo de escuchar su nombre.

Él extrañaba a su papá y, una y otra vez, me decía:

—Mamá, quiero que papá venga a verme...

Le envié decenas de enlaces mentales a Leonardo, pero los tenía bloqueados. Así que también le escribí infinidad de cartas.

Nunca acudió. No fue a ver a Jack ni una sola vez.

Creía que estaba usando al niño para tratar de manipularlo, para ganarme su compasión y afecto.

¿En qué cabeza cabe que una madre usaría la enfermedad de su hijo como chantaje?

Así era como me veía: como una mujer ruin y despreciable.

—Haz lo que quieras. Adiós —dije con frialdad.

Su indiferencia me quebró.

Arrastré mi maleta hacia la salida de la casona.

Isabella no tardó en provocarme, como si no fuera suficiente:

—Alicia, ¿estás molesta porque Leo fue conmigo a ver las bonitas flores y no al circo contigo? Fue por mi pie, que estaba lastimado… él solo quería llevarme al médico cuanto antes, por eso no fue. No te pongas así…

La miré con indiferencia y, apreté los puños.

Fue por culpa de esa mujer que Jack, en su lecho de muerte, ni siquiera pudo ver a su padre por última vez.

Y Leonardo… él había preferido complacer todos los caprichos de otra loba antes que cumplir el último deseo de su amado hijo.

¿Realmente merecía ser llamado padre?

Sentí una rabia inmensa. La miré fijamente, con una intensidad que la hizo retroceder, asustada.

Leonardo enseguida la abrazó, como si fuera la que necesitaba protección.

—Tranquila, Bella… La rosa estelar solo florece una vez al año. Es una oportunidad única. Si no íbamos ahora, se perdía. El circo vuelve el mes que viene. No te sientas mal por eso —le susurró con cierta dulzura.

Solté una risa sarcástica y apresuré el paso.

Esta vez, me iría para siempre. No pensaba en volver.

Leonardo notó que hablaba en serio, por lo que me tomó de la mano con fuerza:

—Ya basta.

Al ver mis ojos enrojecidos, su expresión cambió un poco, suavizándose:

—Llévalo al circo el próximo mes, no pasa nada…

¿Sería que estaba viendo mal, por tanto llorar… o de verdad había compasión en su mirada?

Solté su mano enfurecida y lo miré directo a los ojos.

—¡No hace falta! —exclamé con dolor.

Leonardo se quedó paralizado. No podía creer que yo le desobedeciera y mucho menos de esa manera.

Siempre fui obediente. Cuando me enojaba, bastaba con que me tomara la mano para calmarme.

Pero esta vez, no fue así.

Él quiso volver a hablarme, pero Isabella se colgó de su brazo y dijo, fingiendo tristeza:

—No te enojes con Alicia, Leo. Solo te extraña mucho y por eso inventó todo esto… Lo del veneno de lobo, la enfermedad de Jack… fue solo para que tú la voltearas a ver un poco más.

¿Que había inventado lo del veneno?

¿Cómo se atrevía esa malvada a decir eso de mi hijo?

El cuerpo me temblaba demasiado del coraje que sentía.

Y, sin pensarlo dos veces, la abofeteé con fuerza.

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