Fernando terminó de hablar y se limpió las lágrimas de los ojos: —¡Vayan rápido! Padre los está esperando.
La noche parecía llena de espectros.
En el dormitorio, estaban reunidos todos los hijos y nietos de los Uribe, con sollozos contenidos llenando la habitación.
Alejandro realmente estaba en sus últimos momentos, pero se resistía a irse sin ver a quienes esperaba. Mantenía los ojos firmemente cerrados, negándose a partir—
Lucas ya no regresaría.
Y Damián, ¿por qué Damián y Aitana no llegaban aún?
La puerta del dormitorio se abrió, Damián y Aitana entraron apresuradamente.
Al entrar, Damián se arrodilló junto a la cama de Alejandro y lo llamó en voz baja: —Abuelo, he traído a Aitana. Abra los ojos y mire, he traído a Aitana para que lo vea.
Aitana, Aitana...
¿Damián y Aitana habían regresado?
Alejandro abrió lentamente sus ojos nublados. No podía ver claramente a las personas frente a él, solo respiraba suavemente.
Fernando, conteniendo su dolor, se acercó al oído: —Papá, son Damián