Antonio frunció el ceño:
—¿El destino? Eso no existe, son puras tonterías.
Quería preguntarle a Aitana si le gustaba él, pero al ver las lágrimas en sus ojos, no pudo pronunciar las palabras.
Ya había puesto a esta mujer en una situación tan difícil. ¿Cómo podía hablar de sentimientos?
Antonio tomó el café de la mesa, lo bebió de un trago, y finalmente miró profundamente a Aitana:
— Si él te falla, vuelve a buscarme.
Aitana sonrió ligeramente y asintió. En realidad, eso no sucedería, entre ella y Antonio no había destino.
...
Aitana regresó al auto.
Después de arrancar el motor, Damián se recostó en el asiento trasero, sosteniendo el teléfono con una mano mientras atendía asuntos sencillos. Preguntó con aparente despreocupación:
— ¿Te gusta mucho él?
Si se escuchaba con atención, había cierta tensión en su voz.
Aitana giró la cabeza para mirar por la ventana y respondió con frialdad:
— ¡No es asunto tuyo!
Damián no preguntó más y bajó la cabeza para seguir con sus asuntos, pero aproxim