Aitana frunció levemente el ceño. Su cuerpo quedó atrapado contra otro ardiente.
Una mano masculina presionó la suya, seguida de un momento de confusión en el que el rostro abrasador del hombre se hundió en la curva de su cuello. Con voz sensual y ronca, murmuró: —¿Qué pretendes entrando en el dormitorio de un hombre tan temprano?
Aitana no podía liberarse—
Probablemente adivinó que Damián tenía fiebre.
Su suave cuerpo femenino, firmemente presionado contra el masculino... Aunque él no cruzaba ciertos límites, ese contacto bastaba para hacer flaquear sus piernas, especialmente con los innumerables recuerdos íntimos que compartían.
Cuando Aitana habló, su voz sonó completamente quebrada: —Vine a buscar la ropa de Mateo.
Los labios finos de Damián rozaron su delicado cuello.
Después de un momento, se movió hacia arriba, encontrando sus labios rojos para besarla. Su voz sonaba confusa y áspera: —Entonces has llegado en buen momento. No te muevas, solo déjame besarte.
Aitana movía la cabez