Brenda
El eco de mis tacones resonaba con autoridad en el silencio del salón VIP. Quince chicas estaban formadas en fila frente a mí, con la espalda recta y las manos cruzadas frente al cuerpo. Sus uniformes impecables, con faldas ajustadas y blusas entalladas, no lograban esconder la tensión que les recorría. Sabían que cuando yo las llamaba a una reunión como esta, no era para darles cumplidos. El ambiente olía a perfume caro y miedo.
Cruzándome de brazos, caminé lentamente frente a ellas, dejando que el silencio se alargara. Me detuve frente a una de las chicas, mirándola fijamente, solo para disfrutar el nerviosismo que provocaba. Luego me giré y hablé, mi tono seco y contundente:
—Lo que pasó anoche fue un desastre. Un maldito desastre. Y no porque ustedes fueran responsables directas, pero su trabajo aquí no es solo llevar copas o recoger fichas. Su presencia aquí es para garantizar que todo fluya, que los clientes estén contentos y, sobre todo, que no haya problemas. Y aye