Víctor
Me levanté de nuevo, esta vez rodeando la mesa lentamente. Pasé detrás de ella, deteniéndome un instante para observar su respiración. Controlada. Deliberada. Estaba usando técnicas de concentración para mantener la calma.
Interesante.
Me acerqué al oído, bajando la voz hasta un susurro.
—Bruno no va a venir por ti. Lo sabes, ¿verdad? Si significaras algo para él, ya estaría aquí. Pero no lo está.
Un músculo en su mandíbula se tensó. Ahí estaba. No mucho, pero suficiente.
Me alejé, satisfecho.
—Vamos a seguir con esto. Y cada día que pase, te será más difícil mantenerte en silencio.
Ella no respondió. Solo me miró con esos malditos ojos que decían más que cualquier palabra.
Lucía entró sin que tuviera que llamarla. Su figura delgada contrastaba con la intensidad de su presencia. Ojos hundidos por noches sin dormir, con esa rabia contenida que nunca terminó de procesar desde que los Lobos de Hierro le arrebataron a su esposo e hija.
Cerró la puerta con un go