Víctor
El eco de mis pasos retumbaba en el pasillo angosto, flanqueado por paredes grises de concreto reforzado. Las luces fluorescentes parpadeaban de vez en cuando, proyectando sombras largas que parecían moverse con vida propia. No era un lugar diseñado para la comodidad. La base en la que nos encontrábamos era una de las más seguras de la FIAC, un búnker enterrado bajo tierra, donde el tiempo se medía por la intensidad de las interrogaciones y no por la luz del sol.
Cuando la trajimos aquí aún inconsciente por el dardo, no teníamos mucho, no teníamos nada, y por eso antes de que despertara le había mandado a sacar sangre, una muestra apenas para comparar ADN y ver si ella pertenecía a alguna familia poderosa que ya tuviéramos fichada. También exámenes simples para descartar. Algo de rutina que nos obligaba el código reglamentario de la FIAC en casos extremos y todos ya sabíamos los resultados.
Para nuestra mala suerte ella despertó en medio de la prueba de sangre.
Ahora. Tenía el